Lo difícilPor lo menos, la polémica, que he sostenido con vosotros dos me ha valido ya de alguna cosa, Hipias, y es comprender , yo creo, el proverbio popular: las cosas bellas son difíciles.
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Se nos hace urgente Hipias
esta útil manera de buscar lo exacto,
el instante preciso en su lugar,
el momento puntual de colocar las piezas
como en un ajedrez que el último error lleva
al imperio a declinarse, al perder las naves
en el fuego Persa.
Me es apremiante desnudar lo bello
hasta encontrar sus senos, cada minúscula porción
de su piel. Deseo escudriñar los parajes donde
esté en sí el control de su esencia, ese concepto íntimo
y diferente en cada mortal que evoluciona en lo justo,
en su verdad, en la natural metamorfosis de una charca.
Dime por una vez, tú sabio de Élide y yo ignorante
de Atenas, tú dueño de piedras y caminos
y provechos juveniles, donde se esconde la belleza misma.
Quiero aplacar la voz de la pregunta
donde el cucharón de higuera protege la vasija de barro;
debo encontrar la respuesta que este en todos tiempos,
en cada instante y examen de la forma.
No quiero escuchar de cuerpos listos para la lucha,
de caballos fuertes, de vasos, de instrumentos musicales
y de honores.
Cual puede ser nuestro final si la belleza se esconde
y aparece, se enciende y se apaga como revoltosos
niños que la portan en sus juegos; donde puede estar
lo apropiado, lo conforme, lo adecuado
cuando lo bello es difícil.