Reportaje de mi primer viaje a España

Cuando planeé mi viaje a España, definí los siguientes destinos: Madrid, Toledo, Granada, Segovia y Barcelona; cada uno encerraba un atractivo diferente para mí. Una vez allí, sin embargo, tuve que hacer algunos cambios que me apartaron de los acueductos de Segovia, pero a cambio me expusieron a las ruinas romanas de Segóbriga y a la plaza medieval de El Chinchón.

Costo total del viaje: 3,151 dólares con 77 centavos.




Armando Acosta  (11-23-2005)

A unos 26 kilómetros al sur de Madrid, hay un pueblo llamado Valdemoro. Es lo que los españoles llaman "pueblos dormitorios", aunque en los mapas aparecen como "alrededores de Madrid" y los trenes que conducen a ellos se hacen llamar "de cercanía". Lo más importante de Valdemoro es que allí viven dos grandes amigos míos: Pedro Betancourt y su esposa Susana.


Mi llegada al aeropuerto de Barajas fue por tanto mi llegada al mundo compartido de estos dos seres. Anfitriones sin igual, me brindaron su casa como albergue, su conocimiento del lugar como auxilio a mi periplo y lo que es más importante, su calurosa compañía y su amistad eterna. Fue allí en su casa que conocí al pequeño Aarón y a los otros dos críos (en vías, estos, de la adultez), Cristina y Juan.


En este artículo pretendo mostrar lo más sobresaliente de mi viaje, haciendo énfasis en mis impresiones personales y apoyándome en algunas de las muchas fotografías que tomé (133 en total). Por su extensión, lo he dividido en varias secciones a las que pueden llegarse a través de la tabla de Contenido.

Madrid

No fue sino hasta el día siguiente que pisé las calles de Madrid. Era un espléndido domingo de otoño con temperaturas frescas, sol y sin lluvia. Caminamos por el parque del Retiro, pasamos la Puerta de Alcalá, caminamos por el Paseo del Prado, nos dirigimos luego a la Puerta del Sol y visitamos la Plaza Mayor, un largo paseo por el centro histórico de la ciudad al que no faltó un tranquilo café disfrutado al aire libre y algún bar con sus típicas "cañas" y sus ineludibles "tapas".


Parque del retiro



Puerta de Alcalá



Paseo del Prado




Plaza Mayor



Dicen los cubanos que Madrid se parece a La Habana Vieja; yo no estaba abierto a comparaciones sino al disfrute de lo que tenía delante y ciertamente me pareció único... aunque no ajeno. Me fascinó la idea de "las puertas": en tiempos antiguos la ciudad estaba amurallada y las murallas tenían puertas; los muros ya no existen pero sus puertas siguen siendo puntos de referencia en la ciudad. También me fascinó ver a miles de personas caminando por la calle a todas horas y en todas direcciones; la publicidad discreta; el uso de viejos edificios para modernas instalaciones como El Corte Inglés; la abundancia de bares con tan sano ambiente donde la gente suele desayunar, charlar o simplemente descansar de la caminata. Madrid me pareció una ciudad viva, sana, alegre y segura... aunque terrible para conducir y bastante cara.

Ya al tercer día comencé a extrañar algunas cosas a las que estoy muy acostumbrado: las llamadas telefónicas, el teléfono celular y el carro. Me dirigí entonces a Madrid (recuérdese que mi base está 26 kilómetros más al sur) y compré un teléfono celular por 69 Euros (unos 87 dólares). Ellos tienen unos planes que permiten "cargar" el celular con el saldo que uno desee; cuando el saldo se termina, uno lo vuelve a "cargar" vía Internet o en un cajero automático. En cuanto al carro, hice lo que todos me habían aconsejado no hacer: alquilé uno por tres días. Tal vez sean manías adquiridas en Miami, pero el hecho de tener un teléfono y un carro a mi disposición me hicieron sentir muy libre.

Al carro le dimos un buen uso: nos fuimos a "hacer kilómetros" (como dicen ellos) por los alrededores de Madrid. -- Visitamos Toledo, Aranjuez, Segóbriga y El Chinchón.

Toledo

Toledo era uno de mis objetivos, por su significado histórico. En tiempo de los romanos fue un centro metalúrgico donde se acuñaban monedas. Después de la caída del imperio, fue capital del Reino Visigodo. En el siglo VIII cayó en manos de los moros y en el siglo XI fue reconquistado por los cristianos. La tradición metalúrgica se mantuvo, siendo famoso el acero toledano en toda la Europa medieval. Otra cosa que distingue a Toledo en el recuerdo histórico es la coexistencia pacífica entre moros, judíos y cristianos por un largo período, paz que terminó con la llegada de los Reyes Católicos (Siglo XV) que no se distinguieron precisamente por la tolerancia religiosa.

Para el visitante contemporáneo, Toledo ofrece las huellas superpuestas de todos sus períodos de esplendor; y para el turista, todo un andamiaje mercantil que consigue empañar un poco la autenticidad. Pero no puede el barniz ocultar dos mil años de historia y no hay que hacer mucho esfuerzo para penetrar el maquillaje, tan solo caminar su laberinto de callejuelas cuesta arriba y cuesta abajo; la ciudad misma es un museo.
















Aranjuez

Aranjuez es un hermoso pueblo de aspecto provinciano donde aprendí varias cosas que aunque obvias, yo no conocía. La existencia de un palacio real, por ejemplo, lejos de la capital del reino; es que los reyes no tenían un solo palacio sino cuatro, usaban uno por cada estación del año. Otra cosa que aprendí es que el palacio que vemos hoy fue morada de numerosos reyes en diferentes épocas; cada uno hizo las ampliaciones y adaptaciones que mejor acomodaron a su capricho, de modo que el visitante moderno se enfrenta a varias capas de historia, algunas borradas por las siguientes. Incluso hoy seguimos modificando el recinto con cámaras de seguridad y oficinas para la atención al turista.

En realidad, este palacio es demasiado "contemporáneo" para mi interés, pero aún así, me gustó mucho visitar un palacio real, de hecho el primero que visito en mi vida, porque aquí en las colonias nunca se construyeron tales cosas. El palacio real de Aranjuez se comenzó a construir en el siglo XVI por mandato de Felipe II y fue terminado en el siglo XVIII por Fernando IV; es por eso que en su apariencia actual sobresale el sabor a siglo XVIII. Lo más impresionante son sus inmensos jardines con vista a los ríos Tajo y Jarama






Segóbriga

En Segóbriga experimenté mi primer orgasmo histórico al realizar de un solo golpe los dos objetivos básicos de mi viaje: las ruinas romanas y los castillos medievales.

Las ruinas romanas de Segóbriga datan de los tiempos de Augusto (Siglo I después de Cristo). Se trata de toda una ciudad sepultada bajo una montaña, gracias a lo cual quedó protegida por siglos de la erosión de los elementos naturales y de lo que es peor, el inescrúpulo humano. La excavación ha develado un 15 por ciento del patrimonio, ello comprende un teatro, un circo, un balneario de aguas termadas y una parte de la ciudad que incluye el foro.

Al castillo llegamos en las primeras horas de la noche, ya estaba cerrado al público, por lo que tuve que conformarme con contemplar sus espléndidas murallas desde afuera, aunque sí alcancé a tocarlas... nunca imaginé que acariciar un muro de piedras fuera tan enternecedor.

Ruinas del Teatro Romano









Ruinas del Circo Romano





Balneario de aguas termadas



Por oquedades como esta circulaba el aire caliente para calentar las aguas



Complejo de conductos de piedra por donde circulaba el aguas


El foro






Castillo medieval, que solo pude ver (y fotografiar) desde afuera






El Chinchón

El Chinchón me pareció a primera vista otro Toledo pero sin el turismo; el mismo laberinto de calles estrechas cuesta arriba y cuesta abajo, el mismo suelo de piedra tan típico de la Edad Media (a diferencia de los adoquines de La Habana Vieja); nada parecía demasiado excitante hasta que llegamos a la Plaza Mayor.

Hay que decir que toda ciudad antigua tiene una plaza mayor, pero la de El Chinchón se despega de cuantas había visto, por su forma circular y su añejo palpable a primera vista... y es que esta plaza no es renacentista ni barroca, sino auténticamente medieval.










Granada

La segunda semana se la dediqué a Granada y a Barcelona. Ya todo un experto en metros y trenes de cercanía, me tocaría ahora aventurarme en un "tren de largo recorrido", desde la terminal de Atocha en Madrid hasta Granada. El viaje fue largo pero placentero. A diferencia de los otros trenes, este cuenta con un coche-bar donde se puede saciar el apetito y el bebestito. El paisaje es hermoso, al menos para quien lo observa por primera vez. No se permite fumar dentro del tren, pero como el coche iba casi vació y los españoles son como son, nadie se abstuvo hacerlo... yo tampoco.



Granada no me dijo mucho como ciudad, pero la Alhambra me dejó estupefacto con su opulenta belleza. También visité el Albaicín, que es un antiguo e intrincado barrio moro ubicado justo en frente de la Alhambra, separados ambos por un desfiladero. Las calles son estrechas y tan empinadas que terminaron extenuándome, pero sí pude llegar al punto más alto donde hay un mirador con espléndida vista a los palacios reales de la Alhambra.



























El último día pensé pasarlo en el hotel viendo televisión, cosa que no hago en Miami, pero en España me servía para aprender más del país. Pero antes me di una vuelta por los alrededores del hotel y me tropecé con una sorpresa: el Hospital San Juan de Dios.

Enclavado en un edificio del siglo XVI probablemente, está este hospital que forma parte de una red en todo el país. El nombre hace honor a su fundador, un mártir religioso del siglo XVI, quien dedicó su vida entera a la fundación de este hospital donde, a diferencia de los existentes en su época, a los enfermos mentales se curaba con amor y no con torturas.

La instalación sigue funcionando como hospital hoy en dia... o sea, esto no es un museo ni lo visitan turistas... esto es un auténtico hospital equipado como tal.

















Barcelona

Otro tren me condujo a Barcelona, un viaje de doce horas donde no pude fumar dentro del coche porque estaba lleno y nadie se atrevió a violar el aviso. El paisaje, aún más hermoso. En Barcelona me esperaba otra amiga, Lilian, a quien no veía desde mi adolescencia, y que me recibió con el mismo cariño de hace veinte y tantos años.

He de confesar que en este punto de mi viaje, ya mi expectativa estaba un poco cansada y mi ánimo turístico no estaba funcionando al ciento por ciento. Por eso no tomé muchas fotos ni me preocupé por sacar el máximo de mi visita. La ciudad me pareció diferente a cuantas había visto, comenzando por su modernidad y terminando por los letreros en catalán en lugar de castellano. Domina el buen gusto. Sobresalen, por supuesto, las construcciones de Gaudí. Lo que más me impresionó fue el templo de la Sagrada Familia, obra cumbre de Gaudí, a la que no me atreví a sacarle fotos porque sabía que no cabría en mi camarita digital de medio palo.

Visité también el parque de Cataluña y su majestuosa fuente, y también lo que yo llamé "la respuesta catalana a Disney World": el Parque Español, un gran parque amurallado, repleto de construcciones representativas de las diferentes arquitecturas españolas de todas las épocas; es como viajar rápidamente en el tiempo a todos los rincones del país; muy agradable... pero tampoco hice fotos... ya lo dije, estaba agotado de ver tantas maravillas.






Por último, visité la Catedral de Barcelona, y conste que yo no soy muy entusiasta con las catedrales, pero esta en verdad me fascinó.























En Barcelona también tuve ocasión de conocer y visitar a Martín y Monse, dos españoles cuya amistad me llega por medio de Juaqui primero y Roberto después. El es profesor de historia y una buena parte de la charla giró en torno a ese tema; su improvisada conferencia me ayudó a atar muchos cabos de mis recientes lecturas sobre la historia española.

El regreso

A Madrid me regresé en avión un domingo por el medio día y como último regalo de viaje, recibí en casa de Betancourt la visita de "Robe" y su esposa. El es sobrino de otra vieja amiga (o más bien, tía postiza), Mayda Bustamante, con quien no tuve ocasión de contactar. Robe es pintor, diseñador gráfico y autor de páginas web; en estas actividades se gana la vida trabando por cuenta propia.


El lunes 7 de Noviembre abordé el avión de regreso a casa, un fatigoso viaje de nueve horas que prefiero no recordar. ¿A "casa", dije? - Dije mal, mi verdadera casa quedaba atrás, mi cuna de dos mil años, tierra donde por capricho del destino no llegué a nacer, pero con cuya cultura milenaria me identifico plenamente y siento pertenecer a ella... tan diferente a esta otra casa donde soy huéspedes desde hace doce años, esta que me ha otorgado una ciudadanía, pero que nunca podrá regalarme una raíz. Yo sé que España se quedó esperándome, y sé que volveré... algún día.


                                                

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