SEGURAMENTE Año 2002 |
Si el tren donde viajaba no se hubiera escapado de los rieles
la nostalgia no tendría los brazos extendidos
hacia un reloj penitente e incapaz de marcar
la hora de partir o de quedarme.
La sonrisa no hubiera saltado de mi rostro
en aquel paracaídas inolvidable y ahora
no fuera perpetuamente noche.
Si no hubiera dejado tantas ilusiones
detrás de los arbustos que sombrean
las múltiples entradas a “Coppelia”,
los cincuenta y dos sabores de “la rampa”
no serían hoy alimento validante de la ausencia.
Si no me hubiera entrometido en las intimidades de los topos
cuando decidieron salirse de sus cuevas,
no estaría ahora estacionada en la inercia
de estos días en que las dimensiones dejan
de ser medibles para ser inexistentes.
¡Ah, si hubiera cerca un balcón con geranios y caña santa,
lleno de danzantes colgaduras engullendose al sol!
Las aceras no fueran vírgenes tampoco,
y continuamente fornicadas por un constante taconeo
morderían los ecos por por todas las esquinas.
Pero aquí, donde los tejados son ajenos y célibes las aceras
no se permite en los balcones
la audacia de poner a ondear sábanas blancas.