Mala suerte

Quien se casó con la suerte
tuvo seguro una buena muerte,
y con quien no hizo pareja,
pasó su vida en la tonta queja.

-- Joaquín Díaz --




Armando Acosta  (08-27-2006)

Aquel día, se quedó con las ganas de comerse un buen taco mexicano, pero de los callejeros, los auténticos, los preparados por esa gente pobre que sabe de tacos más que de cualquier otra cosa; y fue justamente a causa de la pobreza, porque este vendedor no tenía cambio para un billete de 1000 pesos. Tal vez otro día, se dijo, pero ese día nunca llegó; sus amigos mexicanos lo invitaban siempre a restaurantes, más acorde con su condición social; además, le dijeron que es peligroso comer tacos callejeros porque puede uno contraer un parásito o algo así.

Su estancia en México respondía a asuntos de trabajo y sería solo por una semana, pero él nunca había estado en México y estaba curioso. El primer fin de semana quiso hacer algo diferente; un taxista le había hablado de los "tables", esos sitios donde las chicas se van desnudando a medida que bailan danzas eróticas. En su país hay sitios así, les llaman "go-go", pero él nunca había ido a ninguno por respeto a su mujer y a su hija, que era ya una jovencita... pero ahora estaba en México. No pudo resistir la tentación, pero quiso ser discreto, no obstante, y en lugar de tomar un taxi en la puerta del hotel, se fue caminando por toda la cuidad.

Era de noche, y aunque no muy tarde, el ambiente se tornaba hostil a medida que se acercaba al lugar, o a lo mejor eran ideas suyas, porque en realidad no tenía ninguna experiencia sobre qué es hostil y qué no, en aquella ciudad totalmente desconocida para él. Casi instintivamente se palpó los bolsillos para asegurarse de que no lo habían cartereado. ¡Demasiado tarde! La billetera no estaba en el bolsillo del pantalón. ¿Será posible? Se palpó una y otra vez, el otro bolsillo, los de la camisa, nada. No le quedó más remedio que dar la vuelta y regresar al hotel, por eso no se enteró del tiroteo que se formó en el "table" esa noche, donde murió un turista.

Al llegar a su habitación, lo primero que vio fue su billetera tirada delante de la puerta, seguramente se le había caído al salir. Qué mala suerte la mía, se lamentó, esta es la primera vez en mi vida que me sucede algo así. Se tiró en la cama y se puso a ver televisión.

En el otro extremo de la cuidad, una chica a quien llamaban Vicky se preparaba para su jornada nocturna. Vestía un traje ejecutivo con falda hasta las rodillas, medias largas, zapatos elegantes de tacón fino y unos lentes que marcaban su aire intelectual. El, por su parte, recordó la otra cosa que le había dicho el taxista: "Yo te consigo unas chicas que vienen aquí al hotel, muy discretamente, y nadie se imagina que son trabajadoras del sexo... si te decides, me llamas, aquí tienes mi tarjeta". La televisión no prometía mucho; en una mano sostenía el control remoto, cambiando canales; en la otra, la tarjeta del taxista.

Vicky, entre tanto, jugaba despreocupadamente con su pelo; esperaba por una llamada para irse a trabajar. A pesar de su juventud, estaba marcada por la tristeza: tenía SIDA, pero lo peor no era eso, sino que a nadie le importaba. Por fin sonó el teléfono y el taxista le indicó la dirección a donde habría de dirigirse.

El, por su parte, seguía jugando con la tarjeta. La chica "ejecutiva" le saldría bastante cara. Pensó en su mujer, en su hija, decidió que no valdría la pena, apagó el televisor y se acostó a dormir.

Por fin llegó el día de la partida. Sus amigos mexicanos lo llevaron al aeropuerto y se despidieron de él calurosamente; estaban muy contentos con su desempeño profesional y con todos los problemas que les había resuelto. El avión despegó, él pidió un scotch a la azafata y mientras lo bebía calmadamente, reflexionaba: "Ahora, de vuelta a la rutina: el trabajo, la familia, los barbi-q's... mira que no haber aprovechado para hacer un par de cosas de las que nunca me hubiera arrepentido... qué mala suerte la mía."

Se disponía a tomar el segundo sorbo cuando escuchó un aviso del capitán por los altavoces: "A los pasajeros se les ruega mantenerse con los cinturones seguridad apretados: estamos experimentando un gran número de turbulencias".


                                                

Miami / USAmail@armandoacosta.comInicio