Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?




Armando Acosta  (03-19-2008)

En tiempos de nuestros abuelos, un receptor de radio era algo así como el trono del salón. Venían estos radios vestidos de madera fina como auténticos muebles de lujo... bien merecido tenían su puesto.


Pero el radio se hizo pequeño y dejó de ser un mueble. Pues bien, eso mismo está sucediendo en estos momentos con el televisor.

Confieso que me costó trabajo llegar a esta idea tan elemental. A veces lo evidente se esconde detrás de premisas sedimentadas por la costumbre. En fin, me pregunté que, si mi nuevo televisor es plano, ¿Qué me impide colgarlo en la pared como un cuadro y ponerle un auténtico mueble delante?

El televisor no tiene, me dije, que definir la decoración de mi sala, y eso es exactamente lo que estaba sucediendo. Aún colgado, como estaba, en una de las paredes, seguía yo empecinado en colocar mi sofá en la pared opuesta y una vez ubicados esos dos elementos, no quedaba margen para mucho más.

Fue entonces que me di cuenta que el televisor no es un mueble, puesto que no tiene patas ni necesita apoyarse en ninguna parte.

Lo que hice en definitiva fue hacerme de otro sofá y ponerlo donde me plujo, olvidándome de que el televisor existe. En la pared opuesta --no visible en la foto-- ubiqué el otro sofá que es donde me siento a ver la tele.


En fin, que si de algo les sirve mi experiencia --nada grandiosa, lo reconozco--, ahí se los dejo.


                                                

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