Un encuentro con Face Book

Ya no me quejo. Este tiempo desesperadamente actual ha conseguido hacer que me calle. Mi juicio, esa forma sutil de poseer —lo juzgado—, ha quedado disuelto en este torbellino-época donde la posesión en sí va perdiendo cabida. Y donde la realidad —en sí— se confunde con un mundo sin fronteras llamado Internet.




Armando Acosta  (01-14-2009)

Un amigo me contó esta curiosa anécdota: "Comencé a notar", me dijo, "que la gente ya no me escribe; no me envían fotos, no me avisan de sus cumpleaños. Luego supe que es que están todos en Face Book. Ya no tienen que enviar e-mails ¡Lo ponen todo allí!".

Face Book, para quienes no lo conocen, es una comunidad virtual que os invito a visitar y subscribirse. Es gratis. En mi opinión, representa un concepto revolucionario, no en lo tecnológico pero sí en lo social.

No es un blog. En un blog cada cual tiene su espacio para publicar; los visitantes solo pueden colocar comentarios a lo ya escrito. Uno escribe: el resto lee. El blog, dicho sea de paso, también me parece revolucionario en tanto que convierte a cada ciudadano del planeta en un periodista potencial. Pero Face Book va más allá.

Aquí cada usuario tiene también un espacio (o "profile"). Pero ese espacio, más que a una casa, se le puede comparar a una tienda de campaña instalada en medio de una bulliciosa metrópoli. La gente no sociabiliza en casa sino en medio de la "calle". Lo digo porque en Face Book la interconexión es tal que se pierde el sentido de la privacidad y la tenencia. Se trata de conseguir nuevos amigos e intercambiar breves mensajes con ellos. Mostrarse cada cual al resto, de brazos abiertos. Compartir fotos, videos, eventos; y hasta decir qué se está haciendo en cada momento de la vida real.

Me subscribí hace solo un par de días y ya no me alcanza el tiempo para leer los nuevos posts. Me he re-encontrado con personas que no veía en años, con uno de los cuales he quedado para almorzar próximamente. Porque Face Book es una máquina de establecer contactos humanos, tanto nuevos como viejos. Es tan violenta su dinámica que el encuentro se confunde con el re-encuentro, el tiempo real con el diferido y la virtualidad, con el día a día en nuestro mundo real.

Pero más que aportarme —o servirme— Face Book ha conseguido dar respuestas a dudas tan viejas como profundas en mí, como aquellas sobre la posesión, la estabilidad y la supuesta pugna entre lo real y lo virtual.

A este mundo moderno, diría yo, se le puede comparar con un rió de vigorosa corriente en la que no queremos ahogarnos ¿Qué hacer? Asirnos a una piedra, por ejemplo, una piedra estática que nos proteja del sofocante cambio. Sobre ella, edificar un monasterio personal y allí dentro, a salvo de las tendencias volátiles y vulgares de este mundo, practicar el culto al estatismo.

Ningún hombre moderno quiere eso. Aún a los viejos les cuesta resistirse al teléfono celular, al satélite y a la Internet. ¿Qué hacer entonces? Lanzarse a la corriente. Pero hacerlo de modo que podamos permanecer a flote todo el tiempo.

Es una especie de estabilidad dinámica. Navegamos el torbellino sobre una tabla, y cuando esta se hunde, nos asimos a otra. Saltamos de tabla en tabla sin abandonar la corriente energizante pero sin dejarnos ahogar por su violencia. Estabilidad, porque al quedar en sintonía con el cambio, dejamos de percibirlo como un agente perturbador capaz de romper nuestra identidad. Y dinámica, porque ahora nuestra identidad es mutable y de hecho muta constantemente al ritmo de un tiempo que hemos decidido asumir.

La cuestión de la posesión también me resulta curiosa. La gente sigue comprando objetos, por supuesto, pero la tendencia es más bien, rentarlos. ¿Para qué comprar una película si puedo alquilarla en NetFlix? ¿Para qué comprar un diccionario si hay tantos en Internet? Lo mismo con la música y la literatura técnica. El uso de bienes públicos suplantando la adquisición de bienes.

Face Book también nos revela esa tendencia. ¿Para qué poseer un espacio privado si puedo publicar artículos en los espacios de todos mis amigos al mismo tiempo? Lo mismo con las fotos y los videos. Y lo curioso, insisto, no está en la tecnología sino en las posibilidades sociales que ella nos brinda y, más que eso, en la disposición de la gente para usarlas. Tan interesante me resulta este fenómeno que el hecho de si el medio satisfizo una demanda pre-existente o si contribuyó más bien a crearla, se me relega a un segundo plano.

También secundario va resultando, a nivel vivencial, la virtualidad versus realidad de la comunicación humana. Face Book se me hace vivás, y no solo eso: su propósito mismo es conectar y, de hecho, sus participantes se citan tanto en la red como en la calle. Con tal dinamismo ocurre esto que lo virutal llega a confundirse con lo real en tanto que la vivencia es esencialmente la misma.

No digo que Face Book es la octava maravilla, pero sí digo que retrata nuestro tiempo tal cual es. Un tiempo de conexiones humanas tan intrincadas que consiguen cambiar el sentido mismo de nuestro lugar en la existencia. Una época donde el tiempo transcurrido se confunde con el diferido, la vivencia real con la virtual, lo poseído con lo alquilado y donde la oferta y la demanda no siguen un orden específico de ocurrencia.

Es un tiempo violento, asfixiante para los renegados. Fascinante para quienes viven dentro de él al amparo de esa estabilidad que solo se consigue al dejarse enamorar por el cambio.

¿Hacia dónde nos dirigimos? Esa no es una pregunta contemporánea. Tal vez los historiadores del próximo siglo se animen a responderla. Preguntadles pués a vuestros hijos... cuando envejezcan.


                                                

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