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Armando Acosta
02-06-2008 (01:08 am)
El colmo de un químico es tener que investigar el estiercor de cerdo. Mi colmo es tener que asomarme al escenario cubano, pero bueno, es algo de lo que no podré escapar facilmente, así que lo asumiré... lo mejor que pueda.

Sobre la manipulación. La manipulación y la represión, no solo han existido siempre --como bien dijiste--, sino que son, además, los únicos métodos posibles para cohesionar a los individuos dentro de una sociedad... al menos a mí no se me ocurre ningún otro método.

Pero "tener que contar con las masas" es un asunto muy diferente. El señor feudal, por ejemplo, no tenía que rendirle cuentas a los campesinos de su feudo; le bastaba con obligarlos a cultivarle sus tierras, para eso los necesitaba, pero "no tenía que contar" con ellos.

La iglesia tampoco tenía que contar con sus filigreses. Su papel era el de someter espiritualmente a las masas para beneficio del estado, del cual era aliada.

"Contar con las masas" es otra cosa, implica una cerrada realimentación masa-élite, implica que las elites no puedan obrar a su santo capricho sino que su conducta esté moldeada, en alguna (buena) medida, por las preferencias (reales o infundadas) de las masas.

En cuanto a Cuba, te lo debo... no tengo ganas de hablar de eso ahora.

Armando Acosta
02-04-2008 (07:20 pm)
Vayamos por partes.

En primer lugar, no estoy seguro de que "es nuestra época la que llevó el totalitarismo hasta el mayor extremo posible". Yo creo que una monarquía absoluta como la de Luis XIV o un imperio como cualquiera los de la Antiguedad, superan con creces a cualquier Hitler, a cualquier Mao y a cualquier Stalin.

En segundo lugar, lo de la supuesta paradoja entre manipulación y emancipación.... que es el resto de este mensaje.

Es cierto que los medios de comunicación son también medios de manipulación (más, cuanto más eficientes). Pero si nos fijamos en quién manipula, para qué y quién se deja manipular y por qué, la cuestión de la eficiencia del canal pasa a un segundo plano.

Quien manipula es la "élite", ya sea esta política, comercial, religiosa, o aún aquella que se oponen a alguna de las anteriores, sin dejar de ser élite. Y manipula porque para lograr sus propósitos tienen que contar con las masas: el mercader tiene que convencer al público para que compre sus productos; el político tiene que vender sus ideas que, en democracia, tienen que satisfascer a las masas, etc.

Quien se deja manipular es el indivuo, y lo hace porque desea formar parte de la masa, ser él mismo, masa. Y lo desea porque las bondades de este tiempo están dirigidas, justamente, a las masas.

En esta época, pues, las masas se saben protagonistas de la vida pública (savia de la enconomía, electores de la política...). Y lo saben porque, gracias a los canales de comunicación, el hombre tiene ahora un mayor acceso a la sabiduría, a la información y a la cultura. Sus posibilidades de desarrollo individual han crecido; es ahora opción suya (del individuo) usar su nueva estatura para sí o aportarlo a la masa; y es esto último lo que se siente estimulado a hacer, como ya vimos.

Pues bien, esta "masa" de individuos reinvindicados, cultos, informados, conocedores (aunque solo sea inconcientemente) de su role protagónico en la sociedad moderna, es muy diferente a las masas marginadas de tiempos anteriores. No solo existe, en nuestro tiempo, una mayor interconexión entre las élites y las masas, sino que además, las masas tienen ahora una "personalidad más fuerte"... son menos dóciles, son más exigentes, son partadoras de una mayor "energía".

De modo que no hay tal paradoja. Nuestros medios de comunicación sirven un doble propósito: Por una parte manipulan; por el otro, informan, educan, cultivan, liberan la individualidad de la gente común.

En resumidas cuentas, y contrario a tu paradoja, mientras más conexión existe, más se cierra este realimentado lazo entre el hombre y la sociedad, y más evidentes se manifiestan los problemos que esa realidad presenta... como el "caos", el dinamismo hyperquinético y este ascenso vertiginoso que no parece tener límites ni control.


Armando Acosta
02-04-2008 (02:33 pm)
Juaqui:

Te repito que "ya yo no pertenezco a ningún ismo"... and I mean it! --Mi tópico no es democracia vs. dictadura; estoy hablando de "nuestro tiempo" y eso las incluye a ambas.

Lo que yo llamo "emancipación del individuo" es algo que viene caminando desde la Revolución Francesa, pero que alcanza su hegemonía justo ahora, en "nuestro tiempo" (siglo XX si me permites colocarle una frontera). Es más, creo que es en esa "emancipación del individuo" donde está la "fuerza" (o causa primaria) de todos los demás aspectos que caracterizan a esta época... muy especialmente, su exhuberancia, exageración, descontrol, o como quieras llamarla.

Esa es mi cuerda. Lo otro, aunque interesante también (no lo descarto) me queda relegado a un segundo plano.

Armando Acosta
02-04-2008 (01:30 pm)
A ver, déjame hacer una pequeña aclaración antes de que termine tildado de fascista yo aquí...

Donde digo "digo", no es digo lo que digo, lo que digo es Diego... (Ah, no...). Perdón. Quise decir que cuando dije "paternalista", no estaba pensando en un Stalin sino, más bien, en un Rodríguez Zapatero. Si utilicé mal el término, os pido disculpas.

Y aclarar también que ya yo no pertenezco a ningún ismo, como dice Fito Páez en esta canción que les dejo, para refrescar.



Armando Acosta
02-04-2008 (03:04 am)
¿Esplendor?

Vivimos una época de esplendor ¡Sin duda!, pero ¿qué tipo de esplendor? ¿El de la Atenas de Platón? ¿El de la Roma de César Augusto? ¿El de la Francia de Luís XIV? No. Aquellos fueron tiempos cúspides de sus respectivas sociedades y hoy los llamamos así, cúspides, porque conocemos también de sus declives.

Nosotros, en cambio, no estamos en la cúspide de nuestro tiempo, sino en ascenso, en continuo y desenfrenado ascenso, lo cual sería gratificante y prometedor si supiéramos a ciencias ciertas hacia dónde nos dirigimos, dónde está (cómo es) esa "cúspide" que no acabamos de alcanzar.

Por supuesto que no voy a aventurarme a vaticinar ninguna catástrofe concreta, ni creo que nadie pueda hacerlo con seriedad. Lo que sí me parece bastante obvio (en general) es que la "cúspide" a que tiende nuestro desarrollo está por encima de nuestra capacidad como sociedad: antes de que podamos alcanzarla, habremos estallado en pedazos. Y es que la tal cúspide no está siquiera planteada: lo único que está planteado es el continuo y desenfrenado ascenso.

Porque nuestro desarrollo es un proceso en avalancha, sin control, uno que confía en el potencial del individuo, de cada individuo (ahora emancipado) y lo utiliza como motor impulsor de la vida social.

Al emancipar al individuo, la sociedad moderna ha hecho lo que el científico al liberar la energía del átomo: Ha encontrado una fuerza casi infinita que, empero descontrolada, puede llegar a destruirlo todo.

Por eso es importante el control: utilizar esta maravillosa fuerza, pero de forma controlada. Por eso los gobiernos "paternalistas" me inducen mayores esperanzas que aquellos otros que confían en el potencial objetivo (descontrolado) de las leyes del mercado, y que ven en el egoímo humano, una fuerza de bien.

Es cierto que hemos llegado lejos en nuestro ascenso, tanto, que estamos próximos a estrellarnos contra el cielo. Tal vez seamos la primera civilización que cae hacia arriba, habiendo visto el ascenso, pero no la cúspide.

Armando Acosta
02-03-2008 (08:45 pm)
Muchos ambientalistas insisten en ver al hombre enfrentado a la naturaleza, cuando lo correncto es, creo yo, verlo como parte de ella. No hay nada “antinatural” en que seamos depredadores; en todo caso somos los más depredadores por ser la especie superior en la escala zoológica.

En fin que depredar es natural, y no habría nada malo en ello si no fuera por que nuestra capacidad depredadora es tan enorme que alcanza para agotar por completo los recursos del habitat… y ya estamos próximos a conseguirlo.

Pero de esto se ha hablado mucho y se seguirá hablando por mucho tiempo más. Mi punto es otro, el de ver a la comunidad humana como un sistema natural que como tal, cumple las leyes universales (inevitables) de la naturaleza, y que posa, también, una buena cuota de caos e impredictibilidad.

La mente humana tiene mucho de caos. No pudiera existir la sociedad como tal si el caos de cada cual no estuviera “apaciguado”, sometido, a los intereses de la sociedad como conjunto. Y he aquí lo verdaderamente interesante: mientras más posibilidad de desarrollo intelectual ofrece una sociedad, mientras más protagonismo da al individuo, más se manifiesta (peligrosamente) ese caos interno e irreconciliable que cada cual posee y aporta.

Nuestro tiempo es benévolo con el individuo. Lo inunda de posibilidades: lo libera; y aunque también lo engaña, lo seduce, lo conduce y lo manipula, cuenta empero con él, o lo que es lo mismo, con ese caos interno que hay en cada cual, y aún pretende (¡OJO!) que ese caos contrubuya constructivamente al bien común. Esto último es lo que, en mi modesto y poco autorizado modo de ver, es una ingenua utopía.

Sociedad es sinónimo de control y manipulación: No puede haber sociedad sin masa (controlada y manipulada). Los pocos que se apartan de la masa para ser autenticamente ellos, en especial aquellos que se resisten a ser masa, que les molesta serlo, solo pueden conformar minorías ínfimas pues de llegar a ser muchos, terminarían destruyendo a la sociedad total y, ultimadamente, a ellos mismos ya que el hombre no puede existir si no es en sociedad.

Ese es justamente el (grave) problema que veo en estos tiempos: demasiado caos proveniendo del individuo emancipado; demasiada excitación, demasiado dinamismo.

Da la impresión de que el equilibrio entre el individuo y la sociedad, indispensabale para la supervivencia de la ambos, estuviera en proceso de avalancha hacia su ruptura. De ahi mi visión anterior de que nuestro tiempo es una explosión, que ya ha comenzado, y que deberíamos detener... por nuestro propio bien.

Armando Acosta
02-02-2008 (04:20 am)
Algo que diferencia a nuestro tiempo de cualquier otro que lo precede es que en este, el hombre ha estado en peligro real de destruir su propia existencia.

Lo estuvo durante la Guerra Fría, donde la ecatombe nuclear nos andubo rondando muy de cerca. Y lo sigue estando ahora, cuando el calentamiento global de la tierra, de no detenerse, amenaza con destruir nuestro propio habitat.

El hombre empieza a comportarse como una especie que se extingue a sí misma. Si eso no define ,de por sí, la ferocidad de nuestro tiempo... que baje Dios y lo vea.


Armando Acosta
02-01-2008 (04:37 am)
Entendiste muy bien, Sergio; te has ajustado perfectamente al tema. Y te cuento que mi percepción de este tiempo nuestro no es tan feliz como la tuya.

Es cierto lo de las conquistas en términos de comodidad y seguridad para el ciudadano medio, pero me molesta (y me preocupa) el costo que hemos tenido (o estamos teniendo) que pagar por ellas.

Yo veo a nuestra época como un torbellino, o más bien como una bomba que, no es que pueda explotar en cualquier momento, sino que ya explotó.

Estamos en medio de una explosión inmensa; toda nuestra civilización anda cabalgando sobre una onda expansiva que se propaga a gran velocidad, con todos nosotros encima... ¡A caballo!

¿A dónde nos lleva? No te lo puedo decir, pero sí te digo que percibo una tremenda excitación y que esta me parece insana.

Excitación por poseer más y más... consecuencia lógica de la facilidad con que se logra poseer hoy en día. Excitación por escapar a la espiritualidad oriental... consecuencia lógica del vacío que dejamos al haber agotado la nuestra (occidental) y consecuencia, además, de la tremenda interconexión propiciada por la tecnologia.

Excitación por reinventar el arte, por reformar la política, por curar el planeta y hasta por aplastar a los "enemigos musulmanes".

Excitación por vivirlo todo... excitadamente. Y he usado el término "excitación" para no sonar demasiado dramático, pero creo que el término adecuado es "ferocidad".

Veo que estos tiempos son de una tremenda (y creciente) "ferocidad", de una tenaz competencia que produce ganadores, pero que también produce perdedores. De una tensión creciente que no tiende al equilibrio sino al descalabre. Y en la conformidad que suelo encontrar en la gente, solo veo una trampa de ilusión prestigitativa.

Una gran orgía: "to el mundo en cuero y con las manos en los bolsillos... ", eso me parece este momento histórico en que estamos viviendo ahora mismo, tú y yo.

Armando Acosta
01-30-2008 (04:59 am)
Algunos sienten (y hasta piensan) que vivimos tiempos decadentes, mientras otros, por el contrario, sienten que nuestro tiempo es el mejor de cuantos haya vivido el ser humano.

Podemos discutirlo, por supuesto, y creo que eso haremos a fin de cuentas. Pero también podemos obviar el análisis (por irrelevante, ya que el tiempo, decadente o no, "está ahí") y preguntarnos (más allá de eso) qué actitud nuestra como individuos es más eficaz para conseguir, o bien contribuir a ese presunto esplendor, o bien enriquecer nuestra propia existencia (individual) a partir de su influjo.

¿Elevarnos, pensantes, sobre el estado de cosas que nos circunda? ¿O sumarnos a las masas dejándonos llevar, conciente o inconcientemente, por el día a día?

Creo que hay mucha tela por donde cortar y muchas direcciones por dónde conducir la discusión. Si les parece interesante, estais invitados a la discusión.

                                                

Miami / USAmail@armandoacosta.comInicio