Roberto Acosta Wong

Roberto Wong es un creador activo desde la penúltima década del siglo XX que se integró a la escuela de cerámica de La Habana la cual insertó esta técnica en el postmodernismo envolvente; como dibujante y escultor encontró un lenguaje coherente, en lo formal y conceptual, a finales de los ochenta cuando comienza a participar con más frecuencia en salones universitarios, de profesores y otras categorías en Cuba, su país.

También expone su trabajo de manera individual en diferentes puntos de la capital cubana y siempre consciente de lo efímero de las etapas creativas que iba pasando nombró a esas muestras "Presentación", "Etapas", "Trazos de tránsito", "Transición"; no obstante la unidad manifiesta en las superficies dibujadas y volúmenes modelados.

Desde 1992 vive fuera de su país y, pagando el precio del éxodo, no es hasta 1998 que reúne el conjunto de su trabajo en exposición personal organizada por Silvia Dorfsman, insistiendo para este show con el título "Tránsito y espera", a decir del autor, su constante sino.

Como dibujante, mantiene su condición de ilustrador, si no de textos específicos -como lo hiciera en publicaciones de la isla- de su propia poética creadora de personajes que pupulan en cartulinas y en barro; en este último se involucra en una mística que apoyan sus sórdidos gritos, rezos, actitudes. Recientemente la pintura se ha sumado al discurso de este inquieto artista; es en esos lienzos donde ha volcado un desprejuiciado deseo de desnudar el alma de su generación de final de milenio no ajena al patetismo, la duda, la desesperación.

En ocasión de la muestra personal organizada por Silvia Dorfsman el teórico Roberto Poinciano escribió:

Roberto Wong es un excelente pintor de lo cotidiano, un creador que atisba y al mismo tiempo profundiza en un mundo dictado por la memoria, la imaginación y los sueños. Su arte pretende darnos una visión orgánica de la realidad entrópica, un paseo impremeditado por el interior de lo externo. Su dibujo, su pintura y su trabajo en cerámica constituyen un bloque artístico arraigado en una fuerte voluntad creativa, una meditación irónica y cuestionante del entorno y sus continuas procacidades.

A veces cuesta trabajo creer que haya tantos monstruos y monstruosidades conviviendo en una casa, una calle, una ciudad, un mundo; pero de hecho no sólo existen sino que tienen, tanto en apariencia como en conducta, mucho de nosotros mismos. Lo realmente trascendente es que, a travez de lo grotesco nos llegue, de manera inteligente, la fuerza de su mensaje y un plantea-miento estético que, en conjunto, tiende a lo universal.

No estaría completo el retrato de Wong si no mencionáramos sus otras dos esferas creativas: la fotografía y la literatura; aunque sin formación profesional en ninguna de las dos su ojo y mente observadoras le han ayudado a sacar partido de todo lo que ve, de todo lo que aprehende y traducirlo con la selección que permite el lente y la reflexión que fluye del lenguaje escrito quizás para redondear una personalidad inquieta que echa mano a toda herramienta posible para su discurso.

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