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Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


Cuentos de Error y Mis Tedios

Negro absoluto

Cuentos de Error y Mis Tedios.




Roberto Wong  (10-25-2002)

En la escuela de artes le dijeron algo definitorio para el resto de su vida: "...el negro es ausencia de luz..."; "¿donde se pudiera ver esto?"; "...ver quizás no, pues del mundo circundante vemos precisamente la luz reflejada por cada objeto y estamos hablando de ausencia de luz; pero allá en el espacio infinito, de espaldas al sol, puede que exista el negro absoluto. “Vemos de los objetos sólo la luz que reflejan...”... ¿Vivimos pues en un mundo de reflejos?, ¿se aplica esto también a los sujetos?; ¿si nos alejarámos de espaldas al sol, no nos acercaríamos a otras estrellas que impiden la ausencia de luz necesária para la existencia del negro absoluto?. Tras estas consideraciones desechó la física y la astronaútica para consumar su propósito en lo adelante: el conocimiento del negro absoluto; lo estableció como categoría de su filosofía personal y comenzó a estudiar los problemas éticos, morales, sociales hasta eróticos, exóticos y análogos concernientes a tal color o ausencia de color como solía rectificarse fiel a sus primeros pasos en este conocimiento...

Hizo un pueril viaje al Africa donde no conoció a nadie absolutamente negro ni entre los reyes de las más intrincadas tribus, mas aprendió suficiente del continente negro y la magia negra cuyo hilo conductor lo hizo retornar a América.

Se enroló en el tema del racismo percatándose de la amplitud de tal problema: no sólo afectaba a sus estudiados negros sino existía y persistía desde siglos, había involucrado, afectado y lo peor, alienado a innumerables etnias siendo caso muy conocido el de los judios -que no son negros- y se practica en el país más desarrollado y democrático del mundo entre emigrantes de idioma común; en ese país conoció la palabra segregación cuya acepción abarcaba a europeos de primera plana hasta ser aburridas las palabras masacre, Boznia, Hezergovina, Sarajevo y en fin, eel racismo era algo inherente a la condición racial del hombre como ente de la cadena evolutiva no importa de cual color se tratara, de hecho no sólo se discrimina por razas sinó también por género excluyendo o negando la importancia de lo que esá fuera del género humano siendoasí no sólo racista sino también degenerado y todo esto era y digno de estudio para toda una vida, no la suya, encaminada a conocer lo que ya sabemos.

El cine negro, la cerámica griega de figuras negras sobre fondo rojo y viceversa, humor negro, semiótica del color negro: ¿por qué los colores oscuros eran llamados tonos bajos siendo la bajeza tan aborrecida?, ¿por qué la cultura occidental simbolizada la maldad, la muerte, el luto con este color?. Todo esto fue estudiado sin abandonar su carrera pictórica comunicadora de la constante inquietud. “Negro sobre negro”, “Intento de oscuridad total”, “Vacio de color”, “Noche absoluta”, se hicieron presentes en los salones arrancando comentarios de “repetitivo, reiterativo”, sobretodo en aquella muestra personal - ”Black out” se tituló- donde lienzos, cartulinas y otros soportes sólo variaban de formato, textura y tamaño: habian sido cubiertos totalmente de negro con brocha, pincel, aerógrafo, rodillo, espátula y a cada invitado, advertido de asistir de rigurosa etiqueta -es decir, black tie- se le entregaba un cirio en la puerta de la galería a oscuras.

No estaba satisfecho, no encontraba lo buscado, no lograba conocer al negro absoluto, no se había encontrado cuando otros lo ubicaban en la madurez de su carrera; fue entonces cuando abandonó el mundo bidimesional para dedicarse a la cerámica en cuanto supo de la existencia del barro negro; era le oportunidad de amalgamarse con el color tantas veces estirado sobre diferentes superficies. Palpando con éxtasis la oscura materia instuía que una vasija alta y estrecha contenía, allá en el fondo, algo de su oscura filosofía... porque no se complicó esta vez con aspectos conceptuales... la forma, le interesaba la forma infinita sobre el torno, el milenario plato haciendo emerger, gracias al sensual contacto cacharros de barro en espera del soplo divino. Vasijas siempre negras dejadas a un lado, desechadas, rotas, sin siquiera bizcochar se acumularon en el taller, todo se consideraba un aprendizaje, un preludio de la obra resumen de toda su búsqueda.

Al fin comenzó a levantar aquél cacharro de dimensiones bien específicas... no era ni tan grande ... varios intentos reventaron en el horno... pero un día sacó aún tibia del rojizo oráculo de los alfareros la pieza, la pieza que podía poner fin a todos sus desvelos, a todo desasosiego ocultado en preocupaciones más triviales para explicar al resto determinado estado de ánimo; entre sus manos el conducto hacia lo tanto buscado; el negro absoluto reposaba en el fondo del vaso que colocó nervioso sobre la mesa de trabajo apartando con libidinosa premura todo lo demás: todo estaba de más en ese momento de comunión con el yo.

Se colocó frente a la vasija y por no atreverse a asomarse al borde o por cierto goce masoquista decidió palpar primero e introdujo la mano izquierda, natural costumbre de los zurdos, para descender con mesura acariciando la endurecida materia; así pasó sin asombro más allá del cercano fondo físico del objeto, bajando iba introduciendo el antebrazo, el brazo y cuando la mejilla tropezó con el borde y era inevitable echar una ojeada, una inclinación permitió adentrarse, escabullirse por aquél agujero... ¿negro? ...se dejó resbalar suavemente.

Marcela entró cuando el raro recipiente vibraba al borde de la mesa “quizás un golpe de viento” ; iba a entregarle las llaves del estudio al obsesivo artista indifererente a la vida en pareja. En un destello de maldad femenina no habitual en ella secuestró la pieza que sabía importante para él; aún la conserva en algún rincón de su armario.


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