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Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


40 mil leguas de viajes de un marino

 Escapando del paraiso  Contenido | Anterior | Siguiente

Nov. 13 de 1991

   Cuando llegué al puente y después de adaptar mis pupilas a la oscuridad, pasé al cuarto de derrota para recibir la guardia debidamente, en el horizonte se divisaban las luces de navegación de varias naves y me tocaría hacer la recalada hasta la entrada del río St. Stephen donde tomaríamos Práctico que nos conduciría por el río hasta el muelle de Bay Side. Estaba obligado a reportar la posición del buque a puntos de control del tráfico de Canadá cada cierto tiempo, tuve que maniobrarle a varios barcos dedicados a la pesca que se cruzaron en nuestro camino.

   La guardia se hizo entretenida y estuve todo el tiempo ocupado frente al radar, la temperatura estaba por debajo de los cero grados y caían pequeños copos de nieve, hacía solo unos días estábamos en Cuba con unos treinta grados sobre cero, el contraste era muy grande y sentíamos los cambios más fuerte que lo normal por la falta de tiempo para aclimatarnos, esto no era nada nuevo para mí y ocurría con cierta frecuencia.

   Una vez tomado el Práctico a bordo entregué mi guardia, antes de bajar a desayunar le dije al Capitán que yo haría la maniobra de atraque en la proa, prefería pasar un poco de frío antes de permanecer en el puente con ese tipo.

    Cuando bajé a desayunar Irma estaba muy alterada porque no habíamos sacado los tabacos de nuestros escondites, me recriminaba por dedicar todo el tiempo a mi romance con la

pianista, como la gente estaba entretenida en los preparativos de la maniobra, le pedí que me acompañara y se pusiera a vigilar en lo que yo sacaba mi contrabando, operación que solo me tomó unos minutos, se hecho a reír cuando vio el lugar donde los tenía clavados. Después fui a sacar los suyos y más risa me dio a mí ver donde estaban los de ella. Los dos habíamos actuado contra la lógica y los demás tripulantes me imagino que también. Se los entregamos a nuestro amigo común y desayuné con más calma, ya nos encontrábamos muy próximos al puerto de Bay Side.

   En realidad aquí no existe puerto como tal, solo hay un atracadero en la orilla canadiense del río, la otra orilla es americana, separada por una pequeña explanada desde el muelle se encontraba un almacén refrigerado, eso era todo lo que existía, toda el área está rodeada de la vegetación propia de los países fríos, desconocida para mí, ya se encontraba parcialmente cubierta de nieve.

   Subí a mi camarote y le dije a Zenaida que fuera al suyo para vestirse porque allí solo habían unas horas para poder salir a tierra, me dirigí al puente nuevamente por un Walky-talky y de allí partí para la proa. Antes de atracar nos fondearon para esperar a que desatracaran a otro refrigerado cubano, el "Batalla de Yaguajay" que partiría de regreso hacia Cuba, soltando las amarras de este buque, comenzamos a levar anclas y nos dirigimos al muelle. Me llamó mucho la atención de que en lugar de continuar su viaje, el Yaguajay fue fondeado en el lugar que nosotros habíamos dejado. No puedo negar que me preocupó bastante el repentino fondeo

de este buque.

   Cuando nos aproximábamos al muelle pude distinguir la figura del ex-Capitán Alfredo Vázquez Borrego, acompañado de un individuo de la Inteligencia cubana que permanecían en el área con la justificación estúpida de atender el embarque de papas hacia Cuba. Vázquez había sido sancionado entre otras causas; por los fraudes que se cometieron en España durante la adquisición del buque "Bahía de Puerto Padre", dicen los tripulantes de ese buque que el robo allí fue espectacular, sin embargo, se demoraron bastante para sancionarlo porque el camarada era militante del Partido. Con este individuo yo trabaje como Segundo Oficial a bordo-

del "Jade Island", bautizado en Santiago de Cuba como "Renato Guitart" y posteriormente, muchos años después, le di la vuelta al mundo en ese barco con el nombre de "Casablanca", viaje en que considero haberme jugado la vida por el estado tan deplorable en que se encontraba.

     La presencia de estos individuos en ese país no tenía justificación alguna, antes de proceder a cargar el buque nosotros recibíamos toda la información necesaria referente a cualquier cargamento, ya sea de la parte del propietario de la misma, del embarcador, del fletador del buque, del transportista e incluso en oportunidades del propio receptor de la mercancía, donde nos daban instrucciones para su manipulación y cuidado a bordo, más aún, cuando no se recibía ninguna de estas orientaciones, los primeros oficiales nos documentábamos en el libro "Thomas Stowage", donde aparecía información sobre todo tipo de carga. Además de esto, Vázquez nunca fue destacado ni como Primer Oficial y menos aún como Capitán, sencillamen-

Te se encontraba colaborando con la Seguridad cubana por su condición del sancionado que deseaba volver a retornar a su status de privilegiado.

    Atracados los saludé a ambos con la naturalidad más grande del mundo y fui con el capataz de los estibadores para mi oficina a entregarle los planos de carga del buque, oportunidad en la que me recordó el error que se había cometido el viaje anterior, cuando se descargó una mercancía de Francia en este puerto y viceversa, provocándole a la empresa Caribex una pérdida de más de $20,000 dólares. Aquello me importaba un pito y si repetían el error también. Nos dirigimos hasta la bodega No.1 donde venía estibada la carga de Canadá consistente en langostas, camarones, ancas de rana, pescado, esponjas de mar, etc. Todo lo que no estaba al alcance del pueblo, miré por la borda en dirección al río y allí permanecía todavía el Yaguajay mi preocupación aumentaba.

   En esos momentos no solamente estaba nerviosa Irma, creo que yo lo estaba más aún, pues cuando atracamos el tipo de la Seguridad saludó con mucha familiaridad a Zenaida y después no la volví a verla por mucho rato, por primera vez me sentía verdaderamente preocupado y no podía dar síntomas de nerviosismo. Me preguntaba constantemente si no había caído en una trampa y la duda me abrigó totalmente. No podía creerlo, no debía hacerlo, tenia que ser demasiado profesional para desarrollar su labor con la perfección que lo hizo.

   Comencé a elaborar un plan de emergencia en mi mente con el objeto de combatir esa posible eventualidad. El barco era uno de los más modernos que poseía Cuba y moderno también era el sistema de arriado de los botes salvavidas, los cuales se arrancaban con facilidad por medio de un botón de encendido, solo necesitaba amarrar todas las puertas de salida al exterior para darme unos minutos de ventaja, calculaba que cuando yo estuviera en el agua con el motor arrancado, sería en el tiempo que pudiera salir algunos de los héroes de a bordo con la intención de frustrar mi fuga. Me pasaron por la mente cosas más malas con el propósito de paralizar por un tiempo la nave en ese puerto, pensé lanzar al agua los sextantes marinos y las publicaciones náuticas, deseaba derramar ácido de baterias en los radares y los equipos de navegación del puente, fueron muchas las cosas que pensaba hacer en caso de un contratiempo. La más importante, la del bote, sería en la que debía calcularlo todo, para ello tenía poner al corriente a Irma, pero por el momento no quería alterar su sistema nervioso, ese día observé que estaba muy alterada y su personalidad agresiva se había transformado en la más dócil de las mujeres, evidentemente tenía que ayudarla para que todo saliera bien.

   Fui para mi camarote y le pasé el seguro a la puerta, me desnudé y comencé a prepararme para salir, ya tenía acordado con Chantres el Tercer Oficial para que me aguantara la guardia. Me puse dos calzoncillos, dos calzoncillos de invierno, tres pares de medias, dos enguatadas, dos pantalones, dos camisas y el abrigo. Pasaba el tiempo y anunciaron a la tripulación que acudieran a la oficina del sobrecargo a cobrar y a recoger el pasaporte, cuando llegué había una pequeña colita en el pasillo donde se encontraba la oficina. La gente cruzaba sus bromas mientras esperaban su turno, estaban adelando dinero porque el viaje era largo y por esa razón nos entregarían cien dólares canadienses, habrían pasado más de dos horas y no había visto a la pianista, quien llegó cuando me faltaban tres personas para entrar a la oficina.

-Oye, ¿dónde estabas metida?-

-Allá arriba hablando con el muchacho que estaba en el muelle cuando atracó el barco.-

-¿Tú lo conoces?-

-Si, desde hace muchos años, él estudió conmigo en el Pre-Universitario del Vedado.-

-¿Te preguntó algo sobre la tripulación?-

-Para nada, solo hablamos de la gente de la escuela.-

-¿Sabías que es agente de la Seguridad del Estado?-

-No, no lo sabía.-

-Entonces, ten mucho cuidado en lo que le dices.-

-No te preocupes, yo no soy tan boba.-

-Bueno espérame que voy a cobrar y después almorzamos.-

-Te espero.- En esos momentos pasé al interior de la oficina del Sobrecargo.

-Lesme, dame también el dinero y el pasaporte de Irma que ella está atendiendo el comedor.-

-No hay problemas mi hermano, toma y fírmame aquí.- Me entregó lo que le solicité sin ningún tipo de objeción y después de firmar, salí con la niña para el comedor. Ya la gente estaba sentada y le dije a Irma que llevara lo suyo conmigo, subí al camarote con el pretexto de lavarme la boca y aproveché para abrir el sobre lacrado que me habían dado para el Capitán, dentro había un mapa que no me dediqué a observar y una nota, también traía un rollo de fotografías en blanco y negro sin usar que dejé sobre mi buró. Por el sistema de audio anunciaron que los autobuses se encontraban en la escala del buque, listos para llevar a la tripulación hasta el pueblo, escondí mis títulos dentro de mi camisa doblados, tomé las fotos de mis hijos y mi mujer, las guardé en uno de los bolsillos de mi abrigo, tomé dos cajetillas de cigarros Populares y me dispuse a salir tomando el maletín donde Irma había colocado todos los guerreros de su Santo, éstos pesaban más que un ejército de gordos, me imagino que serían de plomo, cuando bajaba hacia el portalón me acorde que había quedado encima del buró mi curso de inglés y no quise regresar por él. La mayor parte de la gente estaba sentada dentro de los microbuses, cuando se me ocurre mirar hacia el comedor Irma se encontraba atendiéndolo, con una seña le dije que saliera y por suerte me entendió.

-Oye, ¿qué coño estás esperando, te quedas o vas a continuar viaje?-

-No Casañas yo me quedo, pero figúrate, todavía me falta por ponerles el café.-

-Que vayan a tomar café a casa de la puta de su madre.-

-Tú te imaginas, qué van a decir-

-Irma, a ti que cojones te interesa lo que digan esos hijos de puta, mira, baja por el abrigo que yo voy a hablar con Chantres para que ponga el café.-

-Está bien, espérame aquí.-

   Chantres fue a cubrirle en el comedor, a los pocos segundos Irma y yo descendíamos por última vez por aquella escala, el primer bus estaba completo y nos dirigimos al segundo, cuando entré me tocó sentarme al lado de la pianista y del otro lado se sentó Irma. Cerraron la puerta y arrancamos para St.Stephen, que ironía del destino, realizaría el pequeño trayecto en medio de las que para muchos eran mis mujeres, el recorrido lo hacíamos en silencio y cuando descendimos Zenaida trató de pegarse a mí, no sé por cual razón Irma entró en una tienda de artículos de segunda mano, parece que fue para darme tiempo a despedirme de la pianista.

-Acuérdate de lo que hablamos.-

-Estoy muy nerviosa.-

-No te preocupes que no me va a pasar nada.-

-Cuídate.-

-Espérame en aquella pizzería y hazme el favor de decirle a Irma que la estoy esperando.- Le di un beso en la boca y por su mirada me di cuenta que sabía no me volvería a ver, quizás nunca.

   Cuando Irma salió estaba preocupada, habíamos observado lo mismo, el pueblecito era muy pequeño y no se veía el más leve síntoma de que existiera servicio de autobuses, entramos a una tienda y le pregunté al dueño la forma de llegar a Montreal. Consultó por teléfono y cuando colgó me dijo que existían dos vías, yendo hasta un pueblo que se encontraba a no sé cuántos kilómetros de allí, por donde pasaba un tren dos veces por semana para Montreal, la otra era dirigirme hasta St.John donde habían dos salidas diarias de autobuses además de vuelos diarios hasta mi destino. Cuando le pregunté como llegar hasta allí me contestó que en taxis, que si lo deseaba el podía llamarme uno, se lo agradecí y le dije que lo haría más tarde. Saliendo de esa tienda entraba el telegrafista uno de los delatores del buque y cruzamos unas palabras.

-¿Ahora qué hacemos?- Preguntó Irma muy nerviosa.

-Siempre ir en contra de la lógica, en estos momentos todos deben estar entretenidos comprando sus mierdas a ninguno se le ocurrirá entrar en un bar, entonces, vámonos para uno que vi a la entrada del pueblo.-

-Si, pero lo difícil es salir para St.John.-

-Irma, aquí difícil no hay nada, vamos al bar, pedimos algo de beber y yo solicito un taxi.-

-Tengo mucho miedo, yo creo que esa gente cuando se den cuenta van a salir a buscarnos.-

-Cuando eso suceda ya nosotros estaremos muy lejos de aquí, ¿qué quieres beber?-

-Pídeme un cafe.- Cuando llegó la camarera le pedí un café y una cola, le solicité que me llamara un taxi, cuando sirvió todo le pagué la cuenta. No dejábamos de mirar por las ventanas hacia el exterior y desde ese momento comenzaríamos a sufrir psicosis de persecución. El taxi llegó a los diez minutos.

   Emprendimos un viaje sin regreso, para unos el de los traidores, para otros el de los cojonudos, para el que lo vive no tiene descripción, es solo eso, el viaje de donde no se podrá regresar. Solo el que lo ha vivido sabe que significa, solo el que compró ese ticket sabe lo que se sufre, lo que se llora en silencio, la tristeza que embarga el alma, el dolor de perderlo todo y ganar mucho, perder la tierra que se ama, el amor que se desprende por un barranco profundo en segundos, botar la vida, la corta vida que no se puede olvidar.

   Hoy han pasado varios años de aquel escape del paraíso imaginario, años perdidos en ilusiones que nunca han existido, sueños gastados en un futuro, dolor que no se olvida, rencor latente en cada palabra, esperanzas que volaron como lo hace una gaviota, amargura por una tierra que se olvida con la felicidad de un presente que vive, con la sonrisa de una familia, la del nieto que comienza a echar raíces en lo que será tu tierra, la que cubrirá un día la tumba de tantas ansias por ser uno, ser un yo, tal y como deseamos ser en el lugar donde una vez nacimos y nos privaron de tanto y tan poco, ser libres.

  Han pasado varios años y esos me sirvieron para enlazar muchos acontecimientos para poder comprender muchas cosas difíciles, maldiciones que solo se encuentran en corazones desangrados por la angustia de sentirse traicionado. Llegué a conclusiones de las cuales estoy seguro no estar equivocado, un día un amigo me preguntó en Montreal; <<¿Cómo saliste de Cuba, muchos lo hicieron en balsas, en el tren de aterrizaje de aviones, de mil maneras, cómo saliste tú?>> Yo salí templando le respondí, soy un afortunado, nadie sabe cuantas personas han perdido la vida en ese intento, lo jodido de todo esto es que mi salida era conocida, aquella querida que quedó en Cuba era una agente de la Seguridad del Estado, la pianista también. De algo estoy muy seguro también, aquellas lágrimas derramadas en varias oportunidades valieron la pena, no me arrepiento de haber llorado.

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