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He creado este espacio para compartirlo con familiares y amigos, aunque no descarto la posibilidad de que otros visitantes se encuntren a gusto y lo puedan disfrutar tambien...

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Ideas


Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


Cosas que pasan

Una breve historia de amor.




Armando Acosta  (12-27-2002)

Dicen que uno se desgasta con los años, la vista se cansa, la espectativa se adormese... ¿O será el mundo el que cambia? - al menos, así se siente: los colores se tornan tenues; los eventos pierden su poder de provocar el climax, el mundo se agota... Es natural, a fin de cuentas la vida no es más que eso: un camino hacia la nada.

Pero suceden cosas, y esta vez sucedió. Pedro estaba en esa especie de limbo prolongado indefinido de andar por los cuarentas sin mujer y sin hijos. De sus amores y travesuras pasadas solo quedaban recuerdos vagos, a veces difíciles de recrear en todos sus detalles, imposibles de re-sentir en toda su plenitud. De su trabajo regresaba todos los dias a la misma hora, y ya en su casa, hacía más o menos las mismas cosas todos los dias.

Pero sucedió. Un amigo le presentó a una mujer divorciada que también andaba por los cuarentas, pero que tenía una hija de diecinueve y Pedro se enamoró de la hija.

El amor volvió a tener ese punto esquisito que le da lo prohibido; la insinuación, el secreto a voces, la mirada delatora, el brillo pupilar, el salto en el estómago. ¿Estaremos haciendo bien?

El telófono que no suena, y cuando suena hace latir el corazón más deprisa... Si tu mamá se entera... quiero verte hoy mismo.

¿Cómo que hoy mismo? ¿Qué sentido tiene querer ver a alguien... asi, desesperadamente? - Jefe, hoy amanecí enfermo, no voy a trabajar... Y ella de la clase de Física para casa de Pedro, hoy la conferencia de Biología será a todo color.

Y se dió el primer encuentro, y luego el segundo, y después el tercero. Y por supuesto un dia la madre se enteró y formó una escena espantosa. Después vinieron las disculpas, las conversaciones maduras, la invocación al orden y a la sensatez, los consejos-celos de mamá, las frustraciones juveniles de la muchacha, la hora de tomar una decisión sabia y responsable.

Pedro nunca se casó con la cuarentona, y tampoco con la hija, pero aquellos meses de locura le bastaron para recuperar su pedazo de mundo perdido.

Esas cosas suceden, de veras que sí.


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