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He creado este espacio para compartirlo con familiares y amigos, aunque no descarto la posibilidad de que otros visitantes se encuntren a gusto y lo puedan disfrutar tambien...

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Ideas


Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


Adrian




Armando Acosta  (07-26-2003)

Alguien llamó a la puerta de la pequeña habitación pero nadie respondió. "Servicio de habitación"... el camarero entró empujando el carrito donde transportaba una bandeja metálica cubierta por una campana de color plateado; dirigió la mirada hacia la cama, pero el huesped aún roncaba debajo de la sábana de modo que se marchó sin cobrar su propina.

       - ¿Qué hora es? - Preguntó una voz desde abajo de la sábana.

       - Demaciado temprano - Respondió una segunda voz.

       - Pues a mí me parece que es hora de desayunar.

       - Buen provecho, princesa, guárdame un pedazo de pan para cuando me levante.

       - Usted se levanta... ¡Ahora mismo!

La sábana dio mil piruetas en el aire como si tratara de desafiar la gravitación universal, pero como la tierra seguía obedeciendo a las leyes de Newton, terminó por encontrar reposo sobre la alfombra mientras los cuerpos de dos jóvenes quedaban expuestos a la inclemencia del aire acondisionado: "Patricia, por Dios... déjame dormir".

La muchacha se levantó, recogió la sábana del piso y se cubrió con ella como si esta fuera una túnica; se dirigió a la ventana y la abrió de par en par. El sol de la mañana entró de golpe y Adrián se defendió de él cubriendose la cabeza con la almohada. Patricia se dedicó entonces a curiosear los manjares que el camarero les habia dejado.

       - Jugo de naranja - Comenzó a enumerar - huevos con bacon.... café... pan de ajo...

       - ¡Pan de ajo! - Exclamó Adrián alzándose de golpe sobre la cama. - Creo que tienes razón, es hora de desayunar. - Se fue directo para el baño y cerró la puerta tras de sí; el ruido de la ducha se dejó escuchar.

Patricia se esmeraba mezclando la leche con el café y untando los panecillos de ajo con mantequilla; bebió un sorvo de café con leche para asegurarse de que tenía la temperatura adecuada, entonces tomó uno de los panecillos de ajo con mantequilla y comenzó a masticarlo con placer; de repente su alegría se desvaneció y recordó que aquel fin de semana espléndido en que había saboreado la felicidad hasta su mismo límite, estaba a punto de concluir; se sintió como una condenada a muerte.

Adrián salió del baño con una toalla a la sintura secándose el cabello con otra más pequeña.

       - No te vayas a comer todos los panes de ajo - Advirtió jovial mientras se acercaba a la muchacha a sus espaldas. Patricia se volvió y lo enfrentó con una sonrisa forzada, no quería echar a perder los pocos minutos que les quedaban.

       - ¿Qué sucede?

       - Nada - Exclamó la joven con lo poco que le quedaba de fuerzas y rompió a llorar escondiédose en los brazos de su compañero.

       - Vamos, pricesa, no te me pongas sentimental a ultima hora - Pero en realidad él también se sentía triste, sabía que aquella hazaña juvenil no habría de repetirse quien sabe en cuanto tiempo.

Permanecieron unidos en silencio por un largo rato refugiados el uno dentro del otro.

       - Bueno - Dijo por fin Adrián mirando con ternura a su compañera - Ya es hora.

Patricia sonrió resignada decidida a no seguir haciendo escenas. Adrian continuó:

       - Júrame que volveremos a encontrarnos en este mismo hotel y en esta misma habitación.

Patricia tomó una cuchara con su mano derecha y la alzó como parte de la ceremonia de juramento; Adrián tomó un tenedor, tambien con su mano derecha, y lo alzó aceptando la propuesta ritual de su compañera.

       - Lo juro - Dijo Patricia con tierna solemnidad.

Adrián advirtió los deliciosos panecillos de ajo que aún permanecían intactos en el plato; pinchó uno con el tenedor y regresó a la postura solemne, solo que ahora su tenedor ostentaba un panecillo de ajo en la punta.

A Patricia le pareció gracioso y comenzó a reir, pero enseguida se detuvo para escuchar el juramento de Adrian.

       - Yo tambien lo juro - Dijo este y acto seguido enguyó el panecillo de ajo.

Apenas lo hubo tragado, se tornó serio como alguien que acaba de enterarse de una desgracia familiar. Patricia lo miró confundida, Adrian no era hombre de hacer escenas; esperó unos segundos pero Adrián seguía compunjido y sin decir nada.

- ¿Pasa algo, mi amor?

Adrián se levantó y dio unos pasos hacia atrás, miró hacia la ventana y dijo con voz profunda, como quien lucha contra el llanto:

       - El rey ha muerto.... el rey, acaba de morir.


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