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Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


Aquella tarde en la playa




Armando Acosta  (07-31-2003)

Cuando Adrian miró su reloj por penúltima vez, el horizonte comenzaba a teñirse de naranja, por lo menos estaba teniendo el privilegio de contemplar un atardecer en la playa. ¿Qué sentido tiene consultar el reloj cuando se tiene la evidencia de la tarde frente a uno? Abandonó la piedra donde estaba sentado y vagabundeó hacia la orilla, tan cerca que la próxima ola le mojó los zapatos. "Hola, pequeña", saludó Adrian a la ola; agradecida, la ola le regaló un recuerdo.

Patricia y él se besaron por primera vez en plena luz del dia, junto a mucha gente, niños incluso, justo en aquella playa, pero fue un beso inesperado, casi amistoso, y es que Patricia y Adrian habían sido amigos por mucho tiempo. Es difícil la amistad entre una muchacha hermosa y desprejuiciada y un hombre tan deseoso de amar, pero ellos lo habían logrado, sobre todo después que sus primeros toscos intentos de conquista habían terminado por frustrar a la joven: "El problema es que los hombres de hoy quieren ir muy rápido, quieren ir directo al sexo" - Fue entonces cuando Adrian se propuso disfrutar y no pretender, tomar y no arrebatar, la sola compañia de Patricia le reconfortaba lo suficientemente cada dia.

Aquella mañana fue una de playa desbordada, no era la primera vez que iban, pero esta vez le compañaban Pedro y Rocio, una pareja propiamente dicha amistades de Patricia. Para Adrian fue un dia muy bueno porque todo contacto con el mundo de Patricia le llenaba de curiosidad, a veces sentía que la protegía con solo averiguar las costumbres buenas o malas de sus amigos. Pedro resultó ser un poeta frustrado muy convencido de que la vida bohemia proporciona libertad; Rocio no aportaba mucho pero parecía encajar muy bien dentro del mundo enagenado de su compañero. De cualquier manera, hablaban cosas interesantes y diferentes, siempre se aprende algo.

Así estaban los cuatro, sentados en círculo en medio de tanta gente, cuando una pelota inflable salió de quién sabe dónde y vino a parar directo a la cabeza de Adrián. Lo bueno no fue tanto la risa como la reacción natural y afortunada de Patricia, se avalanzó sobre Adrian y le dio un beso en la frente para curarle del golpe; tan próximos quedaron los ojos de uno respecto a los del otro que sus miradas penetraron en lo profundo de sus respectivas almas y se fundieron en una conciencia única casi universal. Los ruidos de la playa se alejaron para dejar escuchar mejor el rugido del mar, el sol dejó de ser inclemente para que la brisa los refrescara mejor, el resto del mundo desapareció y solo quedaron las pupilas de Patricia y las pupilas de Adrian. Entonces se besaron.

Adrian miró su reloj por úlima vez. A sus espaldas se acercaba una bicicleta sonando el timbre, debe ser difícil montar bisicleta en la arena, Adrián se volvió, en efecto, la niña se había caido y su padre se le acercaba regañándola; despues se alejaron. Adrian se quitó los zapatos y se metió en el agua hasta los tobillos, ya estaba oscureciendo. "Regálame otro recuerdo... por favor".

Cuando regresaron a la realidad, Pedro y Rocio estaban aplaudiendo. Ellos seguían cogidos de las manos como buenos amigos. "Entonces" - Dijo Patricia con tono adolecente - "¿Ya somos novios?".

Un beso no significa mucho en la vida de dos adultos, pero Adrian y Patricia acababan de parir un niño interior que les pertenecía a ambos por igual. Adrian no supo qué responder, estaba demaciado feliz; Patricia corrió hacia el mar y Adrian tras ella, penetraron en el agua y se alejaron de la costa o más bien de la gente, la persecución les condujo mar afuera donde ningún intruso podía molestarlos y entonces se arrebataron mutuamente las escasas prendas con que cubrían sus pudores; los peces fueron testigos de una cópula marina, se hicieron el amor una y otra vez, una vez por cada dia que lo habían soñado sin confezarlo.

¿Por qué habría de terminar tan mal algo que comenzó tan bien? Patricia empezó con su obseción por casarse. "Tenemos tiempo" - Decia él - "¿Por qué tendríamos que amarrarnos desde ahora?" - "A veces pienso que solo deseabas esto, tenerme, me dolería tanto saber que no te importo como gente..." - "No entiendo, tú me decias que era yo el apurado, ahora me estás presionando." - "Es que necesito salir de mi casa ¿no te das cuenta? Esa es la via ¿O es que no te importa eso?"

El dia que Patricia partió de la ciudad, Adrian le pidió un último favor: "Cuando vuelvas en las vacaciones, ven a la playa y no me digas nada, solo bésame" - "¡No seas ridículo!", fue su despedida. Por eso Adrian se había pasado todo el santo dia en aquel lugar, asi son de los hombres de tontos, tan materialista, tan exacto y racional, esperando por un milagro.

La luna estaba partida exactamente por la mitad, el medio reflejo se tendía desde el horizonte hasta la misma orilla donde las olas consolaban a los pies del tonto enamorado. "Hola... pequeña", dijo Adrian por última vez. "Hola", respondió una voz a sus espaldas, y se hizo el milagro.


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