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Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


La sorpresa




Armando Acosta  (10-28-2003)

Por la mañana me levantaría silencioso para no despertarla y saldría de casa, después la llamaría para escuchar su voz soñolienta, la invitaría a almorzar juntos. Ella no sabe que pedí el día en el trabajo porque quiero celebrar su cumpleaños sin estrés y pleno de tiempo para ella. Aprovecharía la mañana para comprarle un pastel con sus velitas; el regalo ya lo he comprado pero además de todo eso, antes de eso, le aguarda una linda sorpresa.

Después de mi llamada se levantará con lagañas en los ojos e irá derecho para el baño, la ducha matutina de todos los días; sobre el sesto de la ropa sucia, justo antes de la bañadera, encontrará su adorado pullover blanco, ese que simpre se tira encima para salir del baño, ahora firmado en tinta por todos nuestros amigos comunes y un gran "Feliz Cumpleaños" en el centro.

De todos los regalos, será este el que más le guste, sobre todo porque podrá disfrutarlo a solas, sin mi presencia siquiera. Puedo imaginar su sonrisa amplia, sus ojos bien abiertos, su alegría palpable, no tendré que estar allí para sentir su felicidad.

Es temprano, me dirijo a la pastelería y allí me encuentro con mi cuñada y cómplice, es parte del plan. Por su mirada esquiva descubro que algo no anda bien. "Alicia no se despertó", le cuento, "y eso que anoche nos acostamos antes de las doce". Mi cuñada no me dice nada, sigue esquivándome.

Escogemos el pastel, salimos a la calle. Mi cuñada consigue por fin mirarme a los ojos y me lo suelta de una vez: "Adrián, Alicia ya sabe".

Me quedo un tanto confundido, ya sabe ¿qué? - "Es que ayer cuando estuvo en mi casa me dijo que le gustaría que no le hicieran una fiesta sorpresa sino que todos sus amigos le dejaran un recuerdo... imagínate, no puede aguantarme y se lo dije".

Creo que lo normal hubiera sido sentir rabia, yo solo sentí tristeza. Ahora comprendo por qué Alicia no se despertó, ya estaba despierta. Me acordé el día en que descubrí que los Reyes Magos no existen. No digo nada, entro en el carro y abro la ventanilla para dejar que mi cuñada se despida.

"Discúlpame", me dice, "pero a ella le va a gustar de todas maneras... no le digas que te lo dije".

No hago la llamada, ya no tiene sentido, me dirijo a casa mientras me preparo para no echarle a perder el cumpleaños a Alicia. Dejo el pastel en el carro y bajo con el girasol arrancado del patio del vecino, un girasol robado para ella. Alicia me recibe vestida con el pullover de firmas, yo levanto mi girasol y lo coloco en su nariz, ella lo besa, luego nos damos un abrazo allí en la puerta.

"¿Por qué no me llamaste?" - No sé qué responder, ella me da un beso, luego nos abrazamos otra vez, la siento derramarse líquida sobre mí. Me siento culpable, creo que ella también... por haberme mentido.

No hubo sorpresa, pero sí cumpleaños, uno más. Para el próximo no contaré con mi cuñada; tal vez pueda lograr algo lindo e inesperado. En cuanto a la sorpresa del pullover de firmas, ya no puedo devolverle la vida que nunca tuvo, nació muerta... es de esas cosas en que uno gasta ilusiones a chorros, y no salen.


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