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Ideas


Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


La panadería, pastelería, charcutería y delicatesses Eva

Crónica escrita por un catalán recidente en Caracas.




Marc Caellas  (10-30-2003)

Lo dice mi amigo sevillano y es cierto: en el Caribe se duerme menos. A pesar del cansancio acumulado, a pesar de haberme acostado casi a las cuatro de la mañana, a pesar de llevar tres noches consecutivas de rumba, a pesar de todo, a las nueve de la mañana de este domingo soleado y primaveral, todo el año es primavera en Caracas, ya estoy tomando mi jugo de naranja

natural en la pastelería Eva. La señora Isabel me observa desde lejos como ando con la mirada baja los veinte metros que separan la puerta del rincón desde donde sirve los cafés y antes de que tenga tiempo de hablar me pregunta:

¿jugo?, e inevitablemente le respondo con un gesto afirmativo y añado, según el día y en función de qué acaba de salir del horno, un pastel de queso o un cachito. Hoy no dice, ¿café no?, como solía, porque hace unos días pedía también un marrón mediano, que es como piden aquí al café con leche, que en realidad es como un cortado de España pero con las proporciones cambiadas de leche y café. Un expreso es un negro y ahí puedes especificar si lo quieres fuerte o muy fuerte, con lo cuál puedes entrar en una panadería y gritar, sin ningún rubor, póngame un negro pequeño clarito! O un marrón grande oscurito. O un guayoyo, que es un café americano. Pero ahora ni negro ni marrón ni guayoyo; los días laborables me tomo el café al llegar al trabajo, lo prepara muy rico Soraya, la empleada de la Embajada; los festivos lo preparo yo en casa y lo saboreo mientras leo El Nacional sentado en uno de los tres taburetes rojos que rodean a mi barra americana.

Intuyo que le caigo mal a la señora Isabel (sé que se llama así porque se lo oí decir a un cliente con el que bromeaba; ella no me lo ha dicho ni yo se lo he preguntado). Hoy hace tres semanas que aterricé en Caracas y prácticamente cada día he desayunado en la pastelería Eva y casi todoslos días me ha servido ella. Pero esos 20 días no han sido suficientes para que me esbozara ni media sonrisa. Le caigo mal, estoy seguro. Tal vez el primer día que entré, con mi flamante traje azul petróleo (así ha definido el comentarista de Meridiano Televisión la camiseta suplente del Real Madrid), comprado en las rebajas poco antes de partir, no le dije buenos días, tal vez sea debido a la aparente seriedad que transmito a los que no me conocen demasiado bien, tal vez le caigan mal los españoles, tal vez crea que soy un escuálido y ella es chavista, cualquier día se lo pregunto. Ella me sirve toda seria y cuando le doy las gracias me contesta a la orden y ahí se acaba nuestro diálogo.

Sin embargo, la carajita que trabaja también en la panadería Eva y que acostumbra a estar parada a mitad del mostrador con la mirada perdida más allá de la puerta, como si soñara despierta en otras vidas más emocionantes, que atiende la zona de las barras de pan y que, ocasionalmente, cuando se le acumula el trabajo a su compañera, me sirve mi jugo de naranja natural, sí que me dedica una tímida sonrisa cuando la miro. A ella no le caigo mal, seguro que no. Es un consuelo.

Trabaja también allí un apuesto joven, barba de dos días, pelo moreno

echado hacia atrás (vendría a ser un híbrido entre Rustu y Eduardo Noriega), que se encarga de la zona de la charcutería y los delicatesses (aún no he descubierto qué productos son esos), que me mira con una cara de indiferencia absoluta. El sentimiento es mutuo.

Finalmente, al lado de la puerta, en la caja, cobra un señor de unos cincuenta años con aspecto cansado, debe de ser el dueño, que devuelve el cambio sin desviar la mirada de la caja registradora al lado de la cuál hay un mostrador con unas cintas de casete a las que nadie presa atención.

Así es el lugar en donde desayuno cada mañana en Caracas. Me gusta esta rutina diaria. Es un poco como lo del estanco de Harvey keitel en Smoke.

Tiene su encanto.

Diccionario venezolano-español:

Cachito: es como un brioge, pero más seco y más ovalado. Viene relleno con trocitos de jamón.

Carajita: sería el equivalente a adolescente, menor de 20 años. Si tiene entre 20 y 25 entonces ya es una pollita y de 25 en adelante ya son viejas.


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