Inicio
He creado este espacio para compartirlo con familiares y amigos, aunque no descarto la posibilidad de que otros visitantes se encuntren a gusto y lo puedan disfrutar tambien...

InicioMapa del sitioDescargasColaboradoresEnlacesAutor    
Buscar :

Ideas


Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


Un cadaver freudiano




Reinaldo Castillo Frau  (06-17-2004)

¿Qué me van a señalar? Mujeriego, paternalista con unos, severo con otros. Que traspasé el umbral de los sesenta, que no discurro con la celeridad de antes, que hay que darle paso a los jóvenes. ¡Coño! ¡Me siento pleno! ¡No es el fin! Los hay de setenta y ochenta jodiendo la vida. ¿Qué es necesario limpiar? ¡Justo! Con los corruptos, flojos, mediocres. Dicen que el relevo viene del ejército. ¿Qué saben de Criminalística? Esta guerra no es de cañones ni contra los halcones, es contra otros buitres. Un criminalista no se hace de la noche a la mañana por mucha intuición y corazón que ponga, hay que mirar la muerte muchas veces, vérselas con sutiles y sagaces delincuentes, atrapar el hilo invisible que une a la víctima y al trasgresor. Jubilarme es como un suicidio. ¿Qué hago? ¿Qué otro oficio? Todas las mañanitas con la bolsita a buscar el pancito o hacer la colita si llegó alguna cosita o sentarme en el parquecito con los demás viejitos a arreglar este mundito y a tirar piropitos y mirar teticas y culitos de jebitas que pasan o en casita en un silloncito con un cafecito recién coladito leyendo un librito u oyendo un bolerito y por la nochecita clavadito frente al televisorcito la telenovelita la peliculita y los dominguitos echar un palito con tu viejita tan cansadita si se despierta la pichita. ¡Pal carajo! Uno que se ha metido la vida de jefe, de mandamás y, de pronto, te ves sin autoridad, porque en casa siempre la capitana ha sido la mujer. ¿Cómo aceptar? ¿Cómo adaptarte? El poder es terrible, un vicio. ¿Quieres conocer a alguien de verdad? Dale poder. Fui hasta intolerante con mi hijo, con su vocación de médico. Fue un fracaso en la escuela militar. Finalmente se hizo médico, cardiólogo, y ahora anda de Quijote por el mundo arreglando corazones. ¡Esta incertidumbre! ¡Jubilarme! Órdenes, compañero; el mando lo ha decidido. ¡Eres militar! Las órdenes se cumplen y después se discuten. Eleva por los canales correspondientes tu desacuerdo. ¡Pero tienes amigos! ¡ Coroneles! ¡Generales! ¡Muévete! Sabe, a veces no entiendo tu turbación. ¿Porque te templaste a mil jebas, te tomaste tus roncitos y cervecitas de vez en vez y fuiste deferente e inflexible con unos y otros subordinados? ¡Bah, Mayor! Bueno, sí, Bárbara, aquella secretaria, te volvió loco. ¿Qué hombre no ha tenido una mujer atravesada en el camino? ¡Hermosa esa Bárbara! ¡Y putona! Y tú aguantando las ganas. Casada con un compañero subalterno. ¡Dios me libre! Pero el diablo entró en escena, y aquella mañana llegó Bárbara a tu oficina, más bárbara que nunca, y tú con una barbaridad de ganas en la portañuela te le arrimaste, la cogiste así por las nalgas y tu boca en su boca, en sus ojos, en su cuello, y saltaron los botones de la blusa y brotaron del sostenedor negro unas barbarísimas tetas de nácar con unos bárbaros pezones de fresa, y Bárbara una barbaridad gimiendo, bajándose el blúmer, y tu barbarie penetrando en el bárbaro umbral de Bárbara. Y de pronto se abrió la puerta y la Teniente Caridad Matute como un fósil mirando la bárbara escena. Se repuso. Esbozó una sonrisa gozando el temblor de asustada delicia de Bárbara, tu súbita languidez... Entonces, avanzó y colocó unos documentos sobre el buró. Se aproximó a la puerta, le puso el seguro y salió. ¿Y ahora?, dijo Bárbara acicalándose, conociendo la fama de lenguaraz de la Teniente Matute. Tranquila, dijiste con tanta certeza, que apagó las dudas de la mujer. ¿Quién podía imaginar un romance con la Matute? Una mujer sin encantos físicos, pétrea. Todo su encanto, su magia, su daño te lo mostró un día cuando se lanzó a tu portañuela y empezó con su lengua a lamer como una endemoniada, como jamás ninguna otra. Te censuro, de cierto modo, tu conducta con el marido de Bárbara, siempre los trabajos más oscuros, riesgosos, remotos. Pero el hombre, tremendo criminalista, y hasta medallas y loas recibió de tus manos y boca, respectivamente. ¡Ya! Sí, mejor cerramos este archivo. ¿Qué otra cosa te pueden señalar? ¿Algunas desavenencias con el Mando? Siempre fuiste un transgresor contra quienes querían canonizar, idealizar al hombre. Entonces, eran tiempos de excesos y dogmas. Románticos siempre seremos, sobre Rocinante vamos... No sé, estás ofuscado con esa idea. Hay casos como el mío; ya están con el pijama en casa. Hay un nuevo orden. Me preparo psíquicamente. Pero lo más triste de todo es el olvido, te van borrando lentamente, quedando como esas fotos de ancestros en la pared, sin una flor. Algunos te llamarán por teléfono de vez en vez< o te asaltarán con una botella de ron y unos abrazos a evocar momentos de esta bella y jodida vida Pienso en mi vida. ¿Qué hacer? ¡Coño! Detective por cuenta propia. Chequeando infieles. Los cuernos están de moda. O de guardaespaldas de algún poderoso o poderosa, un Kevin Costner, más viejo y jodido. ¡Fantasías! Lo más lógico es la apertura de un “Paladar” de comidas criollas y algunos inventos culinarios de Carmen. La cocina es arte, magia. Hay que saber mezclar. En vez de colores y palabras, sabores que cambien lo natural en algo exquisito. Descubrir la belleza del gusto. ¡La belleza del gusto! ¡Que se me ocurre! Algo subliminal, como decir unos girasoles de Van Gogh al plato o mejor, una Maja desnuda en salsa agridulce. Carmen es una maga: Flor de calabaza rellena. ¡Exquisito! Ella tiene una teoría sobre los efectos químicos de los alimentos en la psiquis. Pone como ejemplos a escritores y artistas. Estima que hay una estrecha relación bioquímica entre lo que se ingiere y lo que se crea. Todo es química, dice, nuestro organismo es un laboratorio fuera de nuestro control. Hay química en las ganas de un beso, cuando se nos provoca la risa, Si un poeta se come un plato de camarones enchilados, le sale un poema distinto al que le saldría con un plato de lentejas o de berenjenas. Yo se lo tiré a broma, y le pregunté qué habría comido García Márquez cuando escribió Cien años de soledad; Víctor Hugo, Los miserable; Van Gogh, para pintar tantos girasoles. Incluso, continuó Carmen: No se sueña lo mismo cuando se come carne que cuando se come pescado o vegetales. Y me recordó que Moctezuma no tomaba por gusto grandes jícaras de chocolate cuando se disponía a hacer el amor a gran escala. Continué bromeando, y le inquirí: ¿Qué inspiraría una zampada de garbanzos o de guacamol o de quimbombó? No pudo evitar la risa, y contestó: Supongo que algo explosivo, resbaloso, escatológico... ¿Eh? Sí, dime , Silvia. El Ministro por el directo, Mayor. La llamada fatal. Ahora seguro que empieza con su voz blanda, con el rodeo. Mire, Mayor, su trabajo ha sido excelente, usted ha sido una escuela. Su jubilación responde a los cambios, a la ubicación de jóvenes valores, bla, bla, bla Además, las nuevas técnica, la computación, bla, bla, bla. La dialéctica, Mayor, ¿usted comprende?...

--Ordene. Sí, Ministro.

--Mayor, un caso especial, freudiano: hallazgo de un cadáver de mujer envuelto en plumas de pollo. Sólo el Mayor, Flores, dije; no hay otro.

Reinaldo Castillo Frau -- Playa, 2003


  • Otros cuentos


  • Imprimir   Enviar a un amigo   
                                                    

    Miami / USAmail@armandoacosta.comInicio