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He creado este espacio para compartirlo con familiares y amigos, aunque no descarto la posibilidad de que otros visitantes se encuntren a gusto y lo puedan disfrutar tambien...

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Ideas


Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


Un mes en el Valle del Cauca

Con relatos como este no hacen falta cámaras de video. La narrativa escudriñadora de Roberto nos pasea por paisajes y costumbres que desde hace un mes comparte con los habitantes del Valle del Cauca, Colombia.




Roberto Wong  (05-24-2006)

Pan de bono!, pan de boooooono! Se oye a lo lejos... se acerca... está en mi ventana y me despierto otra vez... el canto de un gallo infalible me recordó en la madrugada su emplumada presencia en el patio... el pregonero me impide perder el amanecer el cual puede estar acompañado de arepa, café y perico.

Una vez más tomamos el camino hacia La Panorámica por la vía del puente; en esta ocasión llegamos a la carretera y descubrimos, un poco antes de esta, árboles diferentes, hermosos, no grandes pero tortuosos... La cordillera, telón de fondo de los campos sembrados, se ha ido acercando al terraplén hasta rozarlo y ser cortada por este para dejarlo pasar hacia la arteria asfaltada la cual, según dicen, llega a otros países; hasta ahora la hemos recorrido hasta las ciudades cercanas desde otro punto donde hemos tomado los buses y también regresando de la capital en una travesía de más de doce horas debido al tráfico pues por lo regular ese viaje no excede las nueve horas...

No obstante su ostensible belleza los nudosos maderos no se libran de servir como jalones para delimitar las fincas y por eso entre uno y otro cuelgan alambres...; el camino es salpicado por vacas sueltas y nuestros zapatos de fango: algún conducto de agua se ha reventado según nos comentó alguien de paso; generalmente nuestra caminata matutina es mas corta, más por falta de tiempo que por cansarnos, no es muy largo el trecho aun hasta la carretera... el tramo obligado es hasta la entrada de la finca de donde traemos a diario la leche y a veces huevos o algún pollo, también frutas (guanábana, papaya, zapallo). Lucas, el pequeño can y su hosca compañera Luna, el doble de alto y de pelo mucho más corto, nos salen al paso; ya no nos ladran sino nos reciben buscando caricias; terminamos con las ropas enfangadas por sus patas, Luna me llega al pecho en su salto-saludo, me abraza con sus fuertes patas por la cintura y no me deja tranquilo hasta no sentir mi mano a contrapelo desde la nuca hasta el nacimiento de su ausente cola; el peludo y descarado Lucas nos sigue de regreso a la casa, su territorio llega hasta casa de Doña Irma, pues sólo pasando la esquina aparecen otros perros y lo espantan... él aprovecha cualquier otro caminante para hacer el camino de vuelta... parece necesitar compañía (y un buen baño también, por cierto); pues se queda esperando hasta pegarse a alguien e irse.

La casa de Doña Irma, dueña de la finca ya mencionada, está casi detrás de la nuestra, la salida trasera da un placer rodeado de casas similares, el fondo de la nuestra también bordea ese espacio; el frente de la casa Doña Irma está por la calle no asfaltada que sigue volteando la casa verde en venta, lo tiene sembrado con flores amarillas y naranjas de aspecto delicado y fresco... es un jardín muy espontáneo, no se reacomoda la planta al capricho humano sino se deja crecer donde le da la gana, así es en muchos puntos del pueblo y ofreciendo un ambiente semisalvaje.

Doña Irma es una viejita adorable (perdonen el cliché), aunque le di la propiedad de la finca en un párrafo anterior no sé si esta pertenece a sus hijos quienes vemos montados en tractores u otros vehículos camino arriba o abajo pues tienen otras propiedades por los alrededores. Nos tropezamos con Irma varias veces al día y la saludamos, se le pregunta por algún animal enfermo (recién Rubby ayudó a aplicarle un tratamiento a un potro) o se le pregunta sobre su presión arterial alta.

A pesar de haber estado aquí sólo hace un mes descontando las idas a otros lugares se me hace difícil describir y contar todo lo experimentado en estos días , debiera haber comenzado por las montañas que rodean todo el pueblo en un festival de azules y grises y continuar por las calles de lajas de cemento y las casas, muchas del siglo XIX, conservadas no por un historiador o con fines turísticos sino por la gente que las vive generación tras generación e inocentemente las profanan con puertas metálicas o parches de cemento... se conservan las tejas en sus testas y ventanas con enrejados de madera... casi en cada casa un pequeño negocio: papelería, manicure, venta de minutos del celular (doscientos cincuenta pesos al “fijo”, trescientos al celular), arepas, “abarrotes”(frijoles y viandas), almuerzo casero.... Algunas casas son un verdadero lujo del lugar con puertas de reja, acera de granito; los dueños se toman el derecho de transformar la acera a lo largo de su fachada.

El pueblo se puede recorrer completo a pié; el parque central (les debo el nombre oficial) está apenas a siete cuadras de donde vivimos a final del pueblo (cerca del puente donde comenzamos la caminata a La Panorámica) con su glorieta, Iglesia, Casa de Cultura, estación de bomberos, restaurant, droguería, panadería y otros negocios, Hospital en vías de ampliación.

La gente aquí es tranquila, humilde, muchos jóvenes lo cual no es la excepción en el país donde la tercera parte de la población no ha cumplido los quince años de edad; las mujeres mostrando sus vientres tostados y planos (costumbre del Valle); muchos andan en motos pequeñas, en estas y en bicicletas se cargan cosas increíbles, desde un mueble hasta largos tubos y cabillas... hay quien anuncia frutas o verduras en una bicicleta adaptada armado de micrófono y equipo de amplificación; también pasan carretones halados por caballos o por algún viejo, acarrean basura, escombros, trasladan cosas.

A pesar de su condición de pueblito anónimo perdido en las montañas (algunos nacionales no conocen este rincón del valle) aquí hay un cajero automático, una sala de Internet, se escucha reguetón, la pared de la barbería del barrio está pintada con una bandera americana y a quince minutos en bus está una ciudad de cierta afluencia turística; a cuarenta y cinco la capital del departamento con alrededor de dos millones de habitantes (segunda o tercera ciudad más poblada del país, la capital nacional tiene más seis millones según algunas fuentes más de ocho); este departamento pertenece a la región andina la cual es la más poblada e industrializada del país, de hecho ocupa la tercera parte del territorio nacional (existiendo otras cuatro regiones sin contar las islas)... otro dato demográfico es que el setenta y cinco por ciento de la población el país es urbana, no me queda claro si este pueblo se considera urbano o rural...

Fuera de todas estas estadísticas quien viene a este pequeño punto geográfico de otros lares ha de acostumbrase al calor sin el lujo del aire acondicionado, a la presencia de más insectos, a la saludable caminata para ir a pagar un servicio, a los jugos “al clima” y no fríos, a los saludos largos, a los niños en la calle jugando sin temor a un adulto depravado, a los carros pasando pegados a los ciclistas y transeúntes y al correspondiente “madrazo” voz en cuello si se atraviesa una moto...

Durante este tiempo aquí he podido percibir otras muchas cosas, me he querido concentrar en sensaciones básicas desde el lugar donde está nuestra cama y cocina, lo demás será escrito y publicado a su tiempo desde un cristo milagroso en una basílica colonial hasta el tráfico imposible en esa capital del departamento otrora “sucursal del cielo”...

Abril 23 de 2006


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