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Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


Manina cumple 100 años

Este pasado 9 de Mayo, Manina sufrió una caída que resultó en dislocación del fémur en el extremo de la cadera. Silvia, su sobrina política, estaba presente y no es difícil imaginar su desesperación en aquel momento. "Cálmate", le decía Manina, "no ha sido nada; todavía estoy viva"—. Manina estaba próxima a cumplir sus 100 años de edad; los preparativos para el festejo, ya estaban en curso.




Armando Acosta  (06-27-2006)

Todos la conocen por Manina, pero su nombre oficial es Emérita Ribas —ó Emérita Díaz Torres, antes de casarse—. Nació en la provincia cubana de Sancti Espíritus el día 23 de Junio de 1906 ¿se imaginan? 1906: algunos veteranos de la guerra de independencia todavía caminaban por las calles de La Habana —Quintín Banderas murió justo en ese año—; fue antes del Machadato, antes del ciclón del 26, antes de la primera guerra mundial ¡antes de la invención del cha-cha-chá!

Han pasado 100 años, sí, y en estos momentos Manina se restablece de su operación de fémur en un centro de recuperación de Kendall. Ángel Díaz, su sobrino, se alterna con su esposa Silvia para entregarle diariamente lo que más necesita una persona de cualquier edad y en cualquier circunstancia: afecto y compañía. Este fin de semana, obtuvieron permiso del doctor para trasladarla a casa; allí la esperaba un sonado fiestón en celebración de su bien merecido cumpleaños número 100.


Si el éxito de una fiesta se mide por la cantidad de autos aparcados frente a la casa, esta fue sin dudas de un éxito rotundo. Como hombre precavido que es, Ángel hizo de "valet parking", acomodando los carros a medida que iban llegando.


Había mucha gente conocida; otros, a quienes solo he visto en veladas anteriores; y algunos a quienes no había visto en años, como Rosario De Blank, nieta del célebre Huber De Blank y veterana del ICAIC, al igual que Ángel.



El bufete no fue nada dietético: yuca, congrís y carne de puerco asada ¡y no crean que Manina se abstuvo de probarlo!


Manina es una persona lúcida con quien se puede conversar coherentemente. Sin embargo, algunos recuerdos se pierden en su memoria lejana. Del ciclón del 26 recuerda la evacuación del colegio de monjas que estaba frente al malecón de Sancti Espíritus. Del Machadato recuerda los constantes tiroteos en las calles. Se acuerda también de los bailes en la Colonia Española y la Sociedad El Progreso — "Danzonete, prueba y vete", me dice —. Y también de sus padres y de sus cinco hermanos, dos de los cuales son longevos, aunque no tanto como ella: murieron a la edad de 96 y 97 años respectivamente.

Para Ángel, Manina siempre fue una tía muy cercana a quien recuerda desde los tiempos de su niñez. "Cuando yo llegué a esa casa", me cuenta, "ya Manina estaba allí". Ya divorciado de su primer matrimonio, Ángel regresó a casa de Manina, esta vez en Guanabo, cuidad de La Habana. "Fueron los cinco años más felices de mi vida", me comenta Ángel al recordarlo. Ya para esta época, Manina estaba casada.

En 1980, Manina y su esposo, Emilio Ribas, emigraron a los Estados Unidos, dejando atrás la suntuosa casona en que habían vivido hasta entonces. Ribas era hombre de negocios y su vida junto a Manina había estado dominada por la prosperidad... hasta que "llegó el comandante y mandó a parar".

Ángel llegó al exilio mucho después y una vez establecido, compró la casa en que ahora vive junto a su esposa y sus tres hijos, y a la que también incorporó a su tía para seguir disfrutando con ella de ese calor hogareño que tanto caracteriza a esta familia.

Otra pieza importante en esta historia es Pito, el perro balsero. —"Ese es mi nieto", me confiesa Manina—. Bueno, Pito no llegó en una balsa, sino por vía aérea y con todas las prerrogativas de un immigrante legal. En cuanto salió de su jaula, se lanzó a saludar a Manina, a pesar de que nunca la había visto antes. Desde entonces, Pito es una especie de nieto malcriado. Manina nunca tuvo hijos.


Yo nunca había visto un cake con tan singular arreglo de velas: Uno, Cero, Cero... Rosario De Blank tuvo la feliz idea de colocarlas de frente a la cámara, de modo que en la foto salieran "al derecho". Yo tuve, por mi parte, el privilegio de encenderlas —una de las pocas ventajas de ser fumador.




Y Manina, que es longeva pero no diabética, no se abstuvo de comerse una buena ración.



Concluída mi misión periodística, me retiré de la fiesta, no sin antes preguntar a la cumpleañera cual es el secreto de la longevidad. Manina no vaciló en responder: "No tener preocupaciones, y no odiar a nadie".

A lo que Silvia agregó: "Y dar mucho amor. Cuando uno da amor ¿qué más puede recibir a cambio?"


Y con esas sabias palabras, que no son retóricas sino el sustento de una vida centenaria, me retiré a casa para plasmar en este reportaje, todo lo que había visto; y espero que así conste por los siglos de los siglos.

¡Felicidades, Manina! — Y no deje de invitarme a su próximo cumpleaños.


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