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IdeasY encima del sofá... un televisor
¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?
¿Un flat panel sobre mi buró?
¿Y por qué no... "debajo" del buró?
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Armando Acosta (07-27-2006) Para un emigrante, hablar de "patria" resulta siempre embarazoso. "Si tanto amas a tu patria, ¿entonces por qué la abandonas?". Pero en realidad casi nadie abandona a su patria del todo; parte de ella se la lleva consigo en diversas formas: el idioma, las costumbres, las tradiciones; porque la "tierra", a fin de cuentas, no es algo fÃsico sino cultural, algo que es más del hombre que del paisaje. Mas no quiere esto decir que el emigrante no hace una gran renuncia cuando parte, porque ese entorno geográfico que abandona, es el único lugar del mundo donde aquella "tierra" intangible lo domina todo, desde el paisaje hasta su propia vida. A fin de cuentas, emigramos, y cuando caemos de lleno en el seno de una sociedad diferente a la nuestra, tenemos dos caminos: Uno es internamos en ella hasta confundirnos con sus propios ciudadanos; el otro es fabricarnos una isla de nostalgia a la imagen y semejanza de "lo nuestro", y atrincherarnos en ella para que el nuevo entorno no llegue a contaminarnos. Es como crear un guetto, al que se unirán sin duda otros compatriotas y que con el paso de los años crecerá hasta convertirse en una ciudad del tamaño de Miami. Hay muchos guettos en Estados Unidos —que es, básicamente, un paÃs de inmigrantes— y no solo en Estados Unidos, y no solo en nuestros tiempos. La emigración es tan vieja como la civilización misma, y siempre ha jugado el papel de influencia mutua que le vemos jugar en nuestros dÃas. Cuando leo en un libro de Historia que un pueblo fue "absorbido" dentro de otro, me acuerdo siempre de algunos amigos mÃos aquà en Miami, que desde que llegaron se mostraron muy dispuestos a integrarse seriamente a la sociedad norteamericana; absorbieron sin demora sus valores, tradiciones y costumbres, llegaron incluso hasta a burlarse de "el cubaneo" y sentirlo como un factor de retrazo en sus planes de desarrollo personal. Son estos los que se atrevieron a aventurarse en el interior del paÃs para alejarse lo más posible de esa "Cuba" contaminante de la que en definitiva venÃan escapando desde el principio. Y como conozco a esos, conozco también a aquellos que se encuentran muy a gusto dentro de su guetto miamense; en él han encontrado, y ayudado a contruir, algo muy parecido a aquella Cuba que dejaron atrás, y de la que no están interesados realmente en escapar. Tal vez nunca hubieran emigrado de no haberse visto forzados, de alguna manera, a hacerlo. Ni lo uno ni lo otro es cuestionable. Son solo opciones que se nos presentan en este paÃs anfitrión donde existe un gueto diseñado para nosotros, y donde existe también el resto del paÃs, imponente como un océano, que nos invita a arrojarnos a sus aguas y a diluirnos en ellas si ese fuese nuestro deseo. Personalmente, opino que la opción de integrarse plenamente es la más provechosa pero para eso uno debe elegir un paÃs que sea de su completo agrado, una sociedad a la que uno sienta verdaderos deseos de pertenecer, y una vez logrado, pueda uno sentir orgullo por formar parte de ella. Por lo regular, el emigrante no tiene la oportunidad de elegir. Yo sà la tuve, la estoy teniendo, y es por eso que lo estoy haciendo con absoluto optimismo y felicidad. No hay un lugar en el mundo donde yo pueda sentirme más a gusto que en Cuba, pero ya que no puedo regresar a ella, me queda otro lugar, único también, donde puedo sentirme como si estuviera en la casa de mi madre. Será que mis ancestros aprendieron el idioma, mi idioma, precisamente de allÃ, como también aprendieron las costumbres y tradiciones que aún perduran en ambos sitios. Será que todos los cubanos somos hijos de españoles en algún punto no demasiado lejano de nuestra genealogÃa. O será simplemente que me fascina España y la he escogido como vivienda, pero no para fabricarme un guetto en Madrid, sino para vivir en España toda, como el que más. |
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