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Ideas


Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


Maldito chofer

No es solo la cuestión de los accidentes, de los atascos, es más que eso, es la cuestión de los valores humanos, del egoísmo, de la indolencia ¿es que puedo confiar en una persona que se vanagloria, descaradamente, de sus bajos instintos?




Armando Acosta  (07-27-2006)

Subo la rampa de aproximación para incorporarme a la autopista, miro a mi izquierda esperando por una oportunidad, pero solo veo autos pasándome a toda velocidad, ninguno me cede el paso. Entonces me aventuro a hacer una entrada peligrosa y solo así consigo incorporarme; he estado más cerca de tener un accidente por culpa de cuatro o cinco choferes que se negaron a dejarme pasar con el debido grado de seguridad.

Escenas como esta se repiten todos los días y a todas horas. Vehículos saltando de senda al doble de la velocidad permitida sin siquiera encender las luces indicadoras; otros, pegados casi a la defensa trasera de mi vehículo —un frenazo y el accidente multivehicular sería un hecho—, pareciera que conducir consistiese en disputarse la vía, en lugar de compartirla ¿Competencia? ¿O indolencia?

"Indolencia", parece apenas un regaño piadoso, no dudo que hasta un halago para muchos, un premio a su osadía —de la cual sienten orgullo—. Para ellos sí es una cuestión de competencia, y están dispuestos a ganarla todos los días. El riesgo es solo parte de la diversión, y es que ni siquiera tienen plena conciencia del riesgo. Todos los días ocurren accidentes, pero ellos nunca se han visto involucrados: no son sensibles al dolor de los demás.

¿Cómo será esta persona cuando se apee de su vehículo y entre a un fino restaurante? Apenas podremos identificarlo; fuera del auto nos parece afable, pero es solo un disfraz; este hombre sigue siendo un criminal, solo que la carretera le proporciona el medio para proyectar sus instintos; el restaurante, no. Pero en esencia, es un ser egoísta, malvado, y se comportará como tal en cuanto tenga la primera oportunidad.

Entro al área de estacionamiento de un supermercado. No pretendo aparcar a las puertas del edificio, me conformo con dejar mi auto una cuadra más atrás donde hay espacio disponible; pero no puedo pasar: un auto se ha estacionado en el medio de la vía esperando por otro que va a salir en breve. Detrás de mí se acumula una fila de otros dos, luego tres, todos esperando a que el "huevón" deje salir al auto que se va, para aparcar el suyo en aquella plaza. No le ha importado obstaculizar el tráfico, hacerme esperar a mí y los otros tres, con tal de satisfacer su santo capricho. Egoísmo en su más pura esencia.

"Egoísmo", parece una exageración pero no lo es; por el contrario, es la esencia misma del problema, y no solo de este sino de casi todos los problemas que sufrimos como humanidad. El egoísmo es lo que hace a la competencia más atractiva que la cooperación, y es por eso que competimos más y cooperamos menos. ¿Qué hacer entonces? ¿Seguir reportando accidentes a diario? Hay dos formas de combatir el egoísmo; una es mediante el enforzamiento de la ley; la otra es mediante la toma de conciencia. ¿Pero cómo pretender que estos desalmados tomen conciencia si ni siquiera tienen escrúpulos?

La solución, creo yo, estaría en humillar el orgullo de estos falsos triunfadores. Sería crear una contundente campaña propagandística donde se les ponga en ridículo; lograr que los choferes decentes, lejos de irritarse por los "triunfos" de estos granujas, se sientan movidos a burlarse de ellos, por incompetentes. Crearles la imagen que merecen, la de inadaptados, la de "barbarians", la de marginados, la de perdedores de una competencial que solo existe en sus perturbados cerebros.

No pretendamos reivindicar a quienes no tienen la voluntad de hacerlo. Ellos son enemigos de nuestra sociedad, y como tales debemos tratarlos. Pero esta batalla no se gana con el uso de la fuerza, sino con la defensa de nuestros valores, esos de los cuales ellos mismos se han marginado, por incapaces y por miserables. Mostrémosle nuestro desprecio, pero no solo en la carretera, sino en todas partes. Recuerde que ese criminal es un ser despreciable en sí mismo, no solo cuando está conduciendo su máquina de matar.


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