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Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


Esperar calladamente

El compañero Raúl no aparece por ninguna parte. El mundo comenta, Miami especula, los cubanos esperan, prefieren no hablar.




Armando Acosta  (08-04-2006)

Agosto 4 de 2006

La Historia siempre nos sorprende. Si hace cuatro días, Cuba nos sorprendía con la proclamación oficial de la sucesión temporaria de poderes, ahora continúa sorprendiéndonos con la inacción El heredero de los poderes absolutos, no acaba de pronunciarse. La gente, dentro de Cuba, mucho menos.

Por supuesto que no voy a dar crédito a esas "manifestaciones de apoyo" divulgadas por el Granma; todos conocemos los resortes que mueven ese unísono inverosímil que ha caracterizado a "la voz del pueblo" cubano por 47 años. Crédito doy a mis amigos, que telefonean a sus parientes en Cuba para averiguar qué está sucediendo en las calles de La Habana, pero así, de primerísima mano.

Y lo que dicen, me sorprende también... porque no dicen nada. Según ellos, la gente evita el tema, prefieren hablar de sus asuntos, de cosas triviales, no de Fidel ni de Raúl, no especulan, no conjeturan, tienen miedo.

Y no es para menos: recuerdan el Mariel (1980), aquellos actos de repudio; el Maleconazo (1994), medios antimotines en las calles de La Habana, medios de cuya existencia nadie sospechaba siquiera. Se acuerdan de las "brigadas de respuesta rápida", de las maniobras militares de Julio. Prefieren el unísono cuando los convoca el gobierno, y el silencio, cuando no.

En Miami ocurre todo lo contrario: se habla de más. Los médicos ofrecen diagnósticos gratuitos por televisión, creo que Fidel es el paciente mejor atendido del mundo. Los brujos tiran cartas, los analistas políticos dan pronósticcos, emulando a los meteorólogos (sobre todo, en acierto). Ex-funcionarios del gobierno cubano, ahora en Miami, revelan secretos de estado, esbozan la psicología de todos y cada uno de los cuadros de la nomenclatura cubana. Horas y horas de programación con saldo cero de información.

¿Y qué se dice en el resto del país? Hoy estuve conversando con una cubanita de 24 años que vive en Virginia; hace apenas un año que llegó de Cuba. Me dijo tener sentimientos cruzados respecto a todo esto: por una parte, siente que el cambio es necesario; por la otra, siente tristeza de que haya un cambio. Dice que ella cree en Fidel, en sus buenas intenciones, cree en el proyecto revolucionario y le da pena que todo eso se acabe.

Opiniones encontradas, así se discute el asunto, a pesar de la escasez de hechos concretos. No ocurre lo mismo en Cuba: los cubanos han elegido esperar... y hacerlo calladamente.


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