Desde ayer domingo 24 de febrero estamos viendo a un Raúl de traje y corbata, heredero del gobierno cubano mas no del ejército que comandó por casi medio siglo. El ministerio de las fuerzas armadas pasa a manos de otro veterano, Casas Regueiro. El nuevo presidente se concentrará en los asuntos del gobierno.
Su discurso de investidura duró apenas treinta minutos. Raúl no es hombre de muchas palabras. Mas, pese la brevedad y la empalagosa retórica que caracteriza el lenguaje de la dirigencia, alguna información útil pudimos extraer: Por ejemplo, que Raúl establecerá cambios en la estructura misma del gobierno.
Sé que para muchos estos anuncios significan "más de lo mismo". Pero una cosa ha de estar clara en nuestras mentes: Si a Cuba le esperan cambios a partir de ahora, estos no vendrán de otro lado sino de la misma cúpula dirigente. La pregunta es, en todo caso, si esta "nomenclatura" está interesada en cambiar.
Otra cosa que ha de quedar clara es que, de venir, los cambios no serán bruscos sino paulatinos, poco a poco, uno por uno. Durante el gobierno de Fidel vimos algunos avances, siempre seguidos de impresionantes retrocesos. ¿Será que la no presencia de Fidel conseguirá, a la larga, eliminar los retrocesos y acumular los aciertos?
Paciencia, lo mejor está por ver. Si Obama gana las elecciones presidenciales en Estados Unidos, tendremos (según sus promesas) una mejor postura de Estados Unidos frente al proceso cubano, justo ahora que este se encuentra en un momento tan intersante de su desarrollo.
No obstante, sé que hay razones más que justificadas para el escepticismo. A mi, sin embargo, este 24 Febrero se me antoja como primer eslabón de una larga cadena de pequeños pero progresivos cambios.
De hecho, el primer cambio ya ha ocurrido: Fidel está en la sombra de un papel casi meramente simbólico y Raúl, de cuello y corbata, delegando el mando del ejército en un nuevo ministro.
Sigamos observando, pero con paciencia... y sin prejuicios. Simplemente observemos.
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