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Ideas


Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


El dinero no es algo en sí




Armando Acosta  (03-07-2008)

El dinero es un símbolo, un boleto a bienes y placeres, pero no los bienes y los placeres mismos. Quizás parezca obvio --ahora que lo digo-- pero la mayoría de las personas no lo ven de esa manera; para ellos el dinero es un objeto, algo que hay que tener y retener a toda costa, algo por lo cual vale la pena esforzarse y arriesgarse. Hay una diferencia sustancial entre una visión y la otra: el dinero como medio y el dinero como objeto, como cosa en sí.

En la primera visión, la compra de una casa --por ejemplo-- constituye un acto de realización: El dinero se convierte en un bien que se disfruta y se tiene de manera concluyente. En la segunda visión, en contraste, la casa constituye una "inversión", un punto de partida, un medio para conseguir --a posteriori-- más dinero; no se ha comprado una casa sino un "valor": algo pendiente a realizarse.

Es cuestión de mentalidad. Unos van al mercado en busca de productos; otros, en busca de "oportunidades". Conozco a uno que compró un televisor por $700 porque "estaba barato", me dijo, "ese aparato vale $1200, así que me ahorré $500". Pero la verdad es que él no tenía planes de comprarse un televisor, así que el ahorro, en este caso, es mera ficción.

El dinero es eso, ficción, símbolo a fin de cuentas. Un millón de dólares en el banco es equivalente a cinco mil pares de zapatos en el armario. Pero la mayoría de la gente sueña con el millón de dólares, no con los cinco mil pares de zapatos. Para mí --dicho sea de paso--, ambos sueños son fútiles por igual.

Ahora estoy, por ejemplo, planificando mis vacaciones. Hago cuentas, llego a una cifra: $3000 --es un decir--. Veo un viaje, nueve horas en avión, un hotel en el centro de Madrid, bares, restaurantes, amigos, museos y castillos. Los $3000 de por sí no representan nada, no valdrán nada si no llego a "realizarlos". De modo que cada centavo que ahorre para alcanzar esa meta no me hará brillar los ojos sino latir el corazón.

Es cuestión de mentalidad, por supuesto. En la mía, el "valor" no tiene otro atractivo que su potencial de cambio. Por eso no me esfuerzo tanto en "potenciarlo", sino más bien en "realizarlo" cada vez que tengo una buena oportunidad... ¡O unas buenas vacaciones!


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