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Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


Cuentos de ingenieros

Llenando expectativas




Armando Acosta  (11-10-2008)

Por semanas, se anunció que todos los empleados de la empresa serían evaluados formalmente, cosa que por nueva despertó todo tipo de expectativas particularmente entre los ingenieros.

¿Cual sería el propósito? Se sabía que no impactaría en los aumentos salariales, ni tampoco se usaría como "patente de corzo" para expulsar a nadie, mucho menos en Ingeniería donde el personal más bien escasea. Pareció le a algunos tratarse de un simple formulismo elucubrado en las "altas esferas" —siempre propensas a inventar procedimientos inútiles—; a otros, una especie de mensaje solapado, algo así como: "No bajéis la guardia que os estamos observando".

Para los supervisores, en particular, no fue una buena noticia precisamente: con tantas prioridades encima y ahora tener que emplear tiempo y neuronas en esto. Y por demás ¿cómo tomará cada cual sus señalamientos negativos? O por el contrario ¿cómo tomará la empresa un exceso de virtudes reflejado en esos formularios?

¿Formularios? Sí, la evaluación se haría en base a un formulario previamente elaborado y llenado por los supervisores. Se evaluarían puntos específicos como: conocimientos, puntualidad, conducta profesional, etc., etc.; y por cada aspecto se daría una puntuación cuyo máximo valor sería "extra-ordinario" y cuyo valor medio (satisfactorio) sería: "llena las expectativas".

Por fin llegó el día en que los ingenieros comenzaron a ser llamados, uno por uno, a la oficina del jefe. Este proceso duró semanas durante las cuales los rumores se acrecentaron, naturalmente.

Arturo no era ajeno a nada de esto, pero se consideraba privilegiado dada la naturaleza de su posición. A diferencia de sus compañeros, Arturo no ostentaba especialidad alguna. Miguel, por ejemplo, estaba a cargo de los sistemas gráficos; Aníbal, del audio; Flavio, de los transmisores. El, en cambio... estaba libre.

Su trabajo se resumía en una especie de guarda técnica. En un hospital, sería algo así como el paramédico, el hombre de los primeros auxilios. Para la cura definitiva estaban los especialistas.

Pero lo más gratificante para él estaba en la libertad de poder meter sus narices en cualquier área sin previo aviso. Nadie le asignaba los proyectos: él mismo se los agenciaba. "Esta planta es una gran juguetería" —solía decir— "donde me dejan tocar todos los juguetes".

¿Cómo se puede evaluar un trabajo así? El asunto de la evaluación no le preocupaba; estaba convencido de que él, simplemente, "llenaba las expectativas".

Por fin llegó su día. Nivaldo (su supervisor) lo fue a buscar al taller y lo condujo a la oficina del Director, en donde entraron, cerraron la puerta, tomaron asiento, caras sonrientes, buen humor, y tras un para de chistes de oficina, dieron comienzo a la esperada ceremonia.

       —Arturo —Comenzó a decir el Director—, esta evaluación cumple el propósito de medir el rendimiento de los empleados de una manera objetiva y precisa. Una puntuación de 4, que significa "llena las expectativas", es considerada como muy buena; la puntuación máxima, 5, está reservada para hazañas laborales prácticamente.

       — Espero no estar por debajo de eso —Comentó Arturo a modo de chiste, pero en lugar de reír, Nivaldo tosió escondiendo la boca dentro del saco para no esparcir gérmenes en el recinto.

El Director continuó:

       — Estamos muy contentos contigo porque en los dos años que llevas con nosotros se han resuelto casi todos los problemas que se han presentado durante tu turno. El personal de producción tiene buena opinión de ti en cuanto a tu desempeño. Por eso te hemos dado un 4 en "conocimientos" y otro en "comportamiento profesional"... Sin embargo.

¿Sin embargo? Ese preámbulo suele preceder a una mala noticia. Arturo había estado relajado hasta ese momento, pero el "sin embargo" apagó su sonrisa de golpe.

       — Sin embargo —Continuó el Director— hemos recibido quejas de Master Control...

       — ¿En qué sentido?

       — En conexión con tu proyecto "Conmutador Inteligente".

       — Válgame Dios... —Murmuró Arturo.

Nivaldo se adelantó a tomar la palabra:

       — Lo que te hemos señalado aquí no se refiere al proyecto en sí; el problema está en las fallas que tuvimos al aire; ellos se quejan de que tú no les avisaste con antelación sobre los test que ibas a realizar.

       — Vamos a ver —Intervino Arturo iniciando la contra ofensiva—. Ese proyecto no se hizo por gusto; se hizo para resolver problemas que estábamos teniendo. De hecho, Nivaldo, me costó trabajo convencerte de que esa era la solución.

       — Arturo —Intervino el Director— Nadie ha dicho que es un mal proyecto; al contrario, creemos que fue una buena solución. El problema está en que no supiste coordinar con Master Control y por eso tuvimos fallas al aire. Ellos se han quejado de eso.

       — ¿Y cuantas fallas estuviéramos teniendo ahora mismo si no se hubiera hecho mi "Conmutador Inteligente"? A mí nadie me asignó ese proyecto; lo hice porque me pareció sensato. Yo mismo hice el diseño, fabriqué un equipo a medida con mis propias manos, los instalé, corrí los cables incluso... funcionó además ¡Resolví un problema! ¿Qué fue lo que hice mal?

       — Mira, Arturo —Explicó Nivaldo—. Cuando uno hace una cosa así, algo que pueda tener impacto al aire, tiene que coordinarlo muy bien con Master Control. No se puede resolver un problema creando otro. Tu evaluación sigue siendo buena, pero hemos querido que estés conciente de ese error. La próxima vez, debes comunicarte mejor con Master Control.

       — Pues yo no creo que hubo mala comunicación en realidad —Se defendió Arturo—. Lo que pasa es que ellos siempre le echan la culpa a Ingeniería... porque tampoco me queda claro que esas "fallas al aire" fueron por culpa de mi test.

       — Eso es lo que consta en los reportes —Aclaró el Director—. De cualquier manera, de eso hace meses y me consta que tú ya has superado tus problemas de comunicación. Simplemente queremos que estés alerta en estas cuestiones. En promedio, tu evaluación es satisfactoria. Tienes un 4... ¿Firmas aquí, por favor?

Flavio salió a tomar un respiro. Llevaba horas estudiándose un manual del tamaño de una enciclopedia. Se encaminó a la cafetería y advirtió que la terraza aledaña a esta estaba más animada que de costumbre. Debió ser porque la tarde estaba fresca, más agradable afuera que en el invierno perenne del aire acondicionado. Así que salió y se sentó al lado de Arturo, quien se encontraba embelezado mirando las extrañas formas que toman las nubes en lo alto del cielo.

       — ¿Y qué? ¿Ya te evaluaron?

       — Pues si... finalmente.

       — ¿Y qué tal?

       — Nada, todo bien.

Arturo continuó en su nube mientras Flavio se fijaba en una chica a quien no había antes por aquellos lares. Cuando la chica se hubo marchado, Flavio retomó la charla con su compañero:

       — ¿Y a qué te dedicas ahora?

       — Pues aquí me ves... llenando expectativas. ¿Quieres un café? Te invito.

       — Vale.

       — Espérame aquí, te lo traigo.

       — O no, mejor nos vamos a Starbucks; invito yo. Es que ¿sabes? yo también estoy "llenando expectativas".


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