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La Historia según Karuko

Me imagino a un tal Karuko que vive en el año 3008 y un buen día le da por echar un vistazo a la Historia. No quiere entrar en detalles sino solo darse cuenta de cómo ha sido, a grandes rasgos, el camino de la civilización desde sus comienzos hasta su tiempo allá en el siglo XXXI.




Armando Acosta  (11-22-2008)

Y ahora voy a fantasear un poco. Me imagino a un tal Karuko que vive en el año 3008 y un buen día le da por echarle un vistazo a la Historia. No quiere entrar en detalles, tan solo darse cuenta de cómo ha sido, a grandes rasgos, el camino de la civilización desde sus comienzos hasta su tiempo allá por el siglo XXXI.

Comienza Karuko por aprender que todo nuestro tiempo, desde los Sumerios (4500 A.C.) hasta el siglo XXIV aproximadamente, está catalogado dentro de una misma era llamada "Era de la Barbarie". El nombre es bastante peyorativo, pero nos lo hemos ganado por nuestra tendencia a hacernos la guerra cada vez que nos dan un chance. Pero lo más interesante para Karuko no es la violencia sino la economía.

En esta era, la economía se basa en el concepto del "valor". Primero fueron cabras, luego oro, después papel representando oro, más tarde papel a secas y finalmente, cuentas de computadoras. Pero en esencia, siempre lo mismo: un medio para representar el "valor", necesidad esta nacida en la premisa de que los bienes han de distribuirse atendiendo a "su valor".

A Karuko no le sorprende que los "bárbaros" fuéramos gente violenta. Nos imagina preocupados todo el tiempo por conseguir dinero, único medio para obtener las "cosas". Ensimismados —nos imagina—, con muy poco sentido de la responsabilidad colectiva, más preocupados por adquirir objetos que por producirlos. Producimos, sí, pero nuestra motivación real está en la obtención del dinero, no en la producción en sí.

En este sentido, no advierte grandes diferencias entre un período y otro, hasta que se detiene en un tópico que sí le parece interesante: el período Capitalista.

En este período, el "valor" se separa completamente de la producción. Con un simple comando de computadora, una persona puede mover una suma monetaria equivalentes a la producción total de un país, y son estos simples movimientos los que dominan la vida económica de la civilización con independencia total de la producción supuestamente asociada a ella.

Lo que más sorprende a Karuko es que, en lugar de depender el dinero de la producción, es esta la que depende del movimiento del dinero. Un simple efecto psicológico puede hacer bajar, de un día para otro, el "valor" de toda una industria, al punto de obligarla a cerrar sus puertas y dejar de producir bienes tangibles. Es lo que llaman "capital financiero", un concepto demasiado intrincado para Karuko quien, como he dicho, solo se disponía a echar una ojeada panorámica a la Historia.

Pero el período Capitalista le sigue interesando, porque es un tiempo explosivo, definitorio y concluyente, como el final de un maratón o la ovación tras un largo discurso.

En este período, la gente está confiada; siguen siendo bárbaros pero se sienten dioses. La variedad se hace explosiva, tanto, que la ilusión de abundancia impide vislumbrar un fin a lo que todos perciben como movimiento en ascenso. En conjunto, la sociedad se comporta como una partícula próxima a alcanzar la velocidad de la luz. El presente se confunde con el pasado: hay mezcla de estilos, de culturas, de religiones, de pensamiento; hay interés por todo y una masividad febril. Pareciera que la humanidad entera se encontrara de fiesta celebrándose a sí misma.

Es el clímax, el período de explendor de la Era Barbárica; el breve lapso en que se maximizan, como en un orgasmo, todas las potencialidades de una época, para declinar final y abruptamente una vez devorados en su propio frenesí.

Karuko termina simpatizando con estos seres ingenuos que vivieron mil años antes que él. Siente ganas de viajar en el tiempo para conocerlos, pero presiente que sería peligroso hacerlo. ¿Cómo explicarles que las cosas no tienen valor sino utilidad, que la violencia cesará y que una vez curada la prisa, no hará falta tener relojes?

Nunca nos conocerá. La distancia entre Karuko y nosotros es inconmensurable en el tiempo pero mucho más, en el espíritu. Además, con toda nuestra tecnología, nunca pudimos inventar la máquina del tiempo.


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