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Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


Getting started in value investing




Armando Acosta  (08-01-2009)

He tropezado con este libro mientras acomodaba mi librero: "Getting started in value investing" (Iniciación en la inversión de valores). Me pregunté qué hacía un libro de estos en mi librero... ¿Yo, interesando en el mercado de la bolsa?

Por suerte —o por desgracia— tengo la costumbre de marcar los libros con la fecha en que los compro, así que este, en efecto, fue comprado por mi en marzo de 2008. Francamente sentí vergüenza de mi mismo.

La bolsa de valores es lo que mueve la economía moderna, una de la que deberíamos sentirnos avergonzados todos en este planeta. Miles de personas lucran con "valores" que solo existen en bases de datos computarizadas, porque en sí no representan bienes tangibles sino tan solo eso: "valor", así en abstracto.

Acciones, fondos mutuales, deudas bancarias o paquetes combinando todas ellas, figuran bajo un número de cuenta que alguien compra con el único propósito de vender a mayor precio en un paso ulterior. Nada se produjo a consecuencia de esa transacción, ningún servicio se prestó, ningún enfermo se curó; simplemente alguien se hizo más rico y otro alguien se hizo más pobre.

La codicia es algo humano, o al menos algo que ha acompañado a la civilización desde siempre. Pero en estos tiempos en que todo promete ser mejor, cabría esperar que la sociedad se moviera en base a algo diferente a la codicia.

Yo esperaría una economía que reflejara proporcionalmente la producción de bienes tangibles: comida, tecnología, servicios, educación, ciencia, arte. Esperaría que el "valor" representara un bien producido y que por tanto, para obtenerlo, hubiera que producir su equivalente. No esperaría que un simple click en la computadora de mi casa me produjera una ganancia neta, porque ese "click" no produjo absolutamente nada.

Esperaría también que la codicia ya no pudiera convertirnos en consumidores de futilidades. No esperaría (a estas alturas) ver tantos coches inútilmente grandes e inexplicablemente ineficientes, tantos rolex, tanto "VIP".

Mucho menos esperaría que el dinero fuese lo que es hoy: algo carente totalmente de significado, apenas un número que define nuestra posición en esta sociedad no en valde vacía.

Pero la sociedad del siglo XXI no quiere despertar de su lujoso sueño. Y todavía me sorprendo por ello. En fin, mi libro ha ido a parar al sesto de los desperdicios.


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