Inicio
He creado este espacio para compartirlo con familiares y amigos, aunque no descarto la posibilidad de que otros visitantes se encuntren a gusto y lo puedan disfrutar tambien...

InicioMapa del sitioDescargasColaboradoresEnlacesAutor    
Buscar :

Ideas


Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


¿Qué estás haciendo ahora?

Hoy recibí un mensaje de una prima mía invitándome a una nueva comunidad llamada Twitter; sus miembros se limitan a informar... ¡qué están haciendo "ahora"!




Armando Acosta  (08-23-2009)

"Al mundo no hay que cambiarlo, sino entenderlo" —Me dijo en cierta ocasión un señor de 70 años mientras degustábamos un buen "scotch" en el patio de su residencia de Penbroke Pines. De las paredes colgaban obras de buen arte y en la cochera aguardaba un auto de lujo; por lo visto, este señor sabía muy bien de lo que estaba hablando.

Entender este mundo de hoy, sin embargo, no es tarea fácil. No hace mucho descubrí a Facebooks y escribí a la sazón un artículo con mis impresiones. Meses más tarde cancelé mi membresía porque Facebook me resultó arrollador, demasiado dinámico para mis años. Recuerdo que uno de sus servicios —el menos interesante para mi— consistía en una cajita denotada "¿qué estás haciendo ahora?", donde uno podía informar al resto: "estoy escribiendo, leyendo, viendo tele...". Siempre me pregunté a quien podría interesarle tal cosa.

Pero ya lo he dicho: entender este tiempo no es fácil. Hoy recibí un mensaje de una prima mía invitándome a una nueva comunidad llamada Twitter; sus miembros se limitan a informar... ¡qué están haciendo "ahora"!

Por banal que pudiera parecerme, es un hecho: a la gente de hoy le interesa conocer el día-a-día (minuto-a-minuto) de los demás. Y de un hecho no ha de cuestionarse su existencia ¡ya que existe! pero este me sigue pareciendo inaudito: ¿de dónde ha salido esta curiosidad a lo cotilleo de pueblo chico?

Tal vez tiene que ver con la super-conexión. Del correo pasamos al telégrafo, luego al teléfono, después al e-mail, más tarde al chat y (solo recientemente) al blog. Luego vino Facebook (idea que Yahoo terminó copiando) y ahora viene este Twitter a inter-conectarnos segundo por segundo.

Simplemente —pudiera sospechar— el deseo de estar conectados ha prendido lo mismo que una epidemia tropical; cada paso nos contamina y nos induce el deseo de más. Mas no es una trampa sino un resultado darwiniano, evolutivo, es la manera en que los sistemas complejos (incluido el de sociedad humana) se comportan. Lo he dicho antes: la sociedad no "progresa", tan solo cambia.

Otra explicación pudiera provenir del estilo de vida post-moderno. Nuestro mayor "progreso" implica mayor cantidad de opciones y, consecuentemente, menor tiempo para detenernos en cada una de ellas; de ahí nuestro estilo de vida apresurado y superficial.

Un ejemplo que ya va siendo clásico es la Internet. Hace veinte años, la gente iba a la biblioteca para estudiar un tema concreto. Ahora, la misma información se consigue vía Internet. Pero en lugar de estar sentados en un lugar silencioso y tranquilo frente a un libro cuya lectura requiere tiempo y concentración, ahora se está frente a un medio electrónico por donde viene texto, música, publicidad, un mensaje de chat y un larguísimo etcétera. Con un simple click puede uno alejarse de la lectura en cuestión para "abundar" sobre el tema, o dicho de otro modo: para leer menos de cada uno de los muchísimos sub-temas.

En una vida así, no se requiere profundidad sino abundancia. Basta entonces con saber que un tal Jacinto está comiendo spaquettis en este preciso instante. El mundo está a nuestros pies y eso es importante, aunque de cada pedazo de mundo no conozcamos más que su mera existencia.

Pero sucede que la sociedad humana es un "sistema complejo" —como apuntaba antes— y como tal se las ingeniará para asegurar, espontáneamente, su estabilidad. Así, mientras la gran y creciente masa se torna cada vez más masa, otras porciones del conjunto dan la vuelta y reparan el daño intelectual que aquellos ocasionan.

Al mundo —como me dijera el anciano— no hay que cambiarlo: él cambiará solo, querámoslo o no. Pero ninguno de nosotros, como individuos, —si es que todavía podemos considerarnos individuos— está obligado a nadar en favor de lo corriente.


  • Articulos similares


  • Imprimir   Enviar a un amigo   
                                                    

    Miami / USAmail@armandoacosta.comInicio