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Ideas


Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


Cuentos de ingenieros

Ausente al pase




Armando Acosta  (09-21-2009)

Es costumbre en el departamento celebrar el cumpleaños de los ingenieros y para ello se compra un cake, refrescos, una velita, y algún momento de la jornada se sacrifica para subir a la oficina del Director, o más bien a la antesala que hay frente a su puerta, y allí se pasa, entre todos, un rato de buen humor, buen cake, y la satisfacción que causa agasajar a un compañero en el día de su cumpleaños.

A tal usanza se había celebrado, no ha mucho, el cumpleaños del Mr. Smith, el asistente técnico del Director. Es este un señor espigado, de vestir elegante, palabras pocas y aciertos no menos escasos, el cual ostenta, además de su cargo y sus corbatas de marca, los elogios casi constantes del Director. Lo curioso en aquel cumpleaños fue que todos los ingenieros estuvieron tan ocupados que ninguno asistió, así que el homenajeado tuvo que comerse el cake a solas con el Director y las secretarias.

Eso fue el lunes pasado. El jueves, Arturo llegó al taller a las tres de la tarde, como todos los jueves, y allí encontró tan solo a Pepe y Dennis; los demás estaban dispersos por la planta tratando de resolver un problema que venía caminando desde el día anterior. Se trataba de un defecto errático, esos que aparecen sin aviso ni patrón y son, por tanto, muy difíciles de acorralar.

El combate se estaba dirigiendo en varios frentes a la vez en base a diferentes teorías. Dennis, en particular, sospechaba de que algo no andaba del todo bien en las redes privadas que conectan los profiles y se ocupaba de investigar el asunto desde la paz de su escritorio en el Taller. Pepe, por su parte, se había desentendido de aquella algarabía que ya tomaba visos de película de horror, y ahora se concentraba en la reparación de un simple audífono.

Por Pepe fue que Arturo se enteró de que Deuterio, en medio de todo aquello, había estado recolectando dinero para comprar un cake.

—¿Un cake? ¿para qué?—preguntó Arturo—¿es que piensa resolver el problema con merengue?

—No, mi querido y nunca bien ponderado Arturito—aclaró Pepe—es que hoy es el cumpleaños de nuestro querido y amado líder, el mero mero: el Director.

—Así es—corroboró Dennis desde su puesto, pero sin volverse ni dejar de teclear esos comandos incomprensibles de UNIX en su ordenador.

—Me parece bien. Y bueno ¿cómo va la película de misterio?

Dennis dejó de teclear, hizo girar su silla para colocarse de cara a sus compañeros y respondió:

—Hay varias teorías —comenzó a explicar...

—La del merengue es una —apuntó Pepe sin apartar el soldador del audífono.

— Mi teoría —continuó Dennis— es que los nuevos profiles nunca debieron conectarse en una red común.

— ¿Pero esa no fue la recomendación del fabricante?

— Correcto, pero yo sugerí que no se hiciera así; uno: porque no hace falta, y dos: porque hay demasiado tráfico dentro de cada red privada como para venir a incrementarlo con tráfico de afuera. Yo ahora estoy viendo los logs, porque estoy seguro de que algo anormal va a aparecer allí.

—¿Y por qué no los desconectan y ya? para hacer la prueba, al menos.

—Nivaldo no quiere. Dice que el problema no está ahí... ¡pero yo se lo voy a demostrar!

—¿Y qué dice Deuterio de todo esto?

Pepe soltó una sonrisita sarcástica y Dennis hizo una pausa antes de responder:

—Deuterio se ha pasado la mañana al habla con los fabricantes. Creo que lo único que falta por resetear son los tornillos del rack. ¡Ah! y recolectando dinero para el cake... ¡muy importante!

—O sea, él sospecha que el problema está en los profiles.

—¡El no sospecha nada, chico! ¿No te digo que está al habla con los fabricantes? resetea aquí y resetea allá...

Arturo se sentó y paseó la vista por el resto del taller. Su mente estaba más bien en su habitual paseo verpertino que termina siempre en la cafetería, café acabado de colar y su cigarro de principio de jornada.

Flavio apareció entonces en escena anunciándose ruidosamente: "¡Ya tengo la solución!". Sus compañeros no dijeron nada, esperaron a que se incorporara del todo (con ese andar calmado y la expresión de irreverencia burlona que siempre lleva puesta), se sentara luego en alguna silla libre en los alrededores del buró de Pepe y finalmente encaramara los pies sobre dicho buró como para acentuar su aire desdeñoso; esta vez Flavio añadió otro rito a la liturgia: dirigió su mirada al partido de Tenis en un pequeño televisor que le quedó justo en frente una vez que se hubo sentado.

—Ya que no bajas los pies —dijo Pepe— ¿nos vas a decir cual es la solución? ¿o no?

Flavio enfatizó el aire triunfal que ya traía y comenzó a explicar:

— Los nuevos amplificadores de distribución que compraron, y que ahora están por todas partes, están introduciendo una deriva aleatoria en el reloj de la señal, y eso descontrola los compresores del subsistema de subida al satélite, y a otros equipos también.

—¡No seas ridículo! —protestó Arturo— esos amplificadores son nuevos.

—Precisamente. Estamos estrenando tecnología: estamos sirviendo de conejillos de india.

—¿Ya le comentaste a Nivaldo?

—¿Para qué? El ya tiene su teoría y no la va a soltar hasta que no la gaste. El mismo se va a dar cuenta, ya lo verás.

—Bueno —intervino Dennis— esa teoría no es mala, pero ... ¿y la solución?

—Eso se lo dejo a nuestro querido y amado líder. Supongo que hablarán con el fabricante para que nos los reemplacen. Si no, que nos manden un "update".

—Por cierto—recordó Arturo—, me informan aquí los colegas que hoy es el cumpleaños del Director.... en el otro estuvimos ausentes...

—¡Y pasaron lista! —agregó Flavio.

—¿Cómo es eso de que "pasaron lista"? —indagó Arturo.

—Me lo contó Restrepo. Dice que él subió más tarde y se tropezó con el Director, que le dijo: "Ya sé que has estado trabajando muy duro con tu proyecto de Video-On-Demand; ni siquiera tuviste tiempo de venir al cumpleaños de Mr. Smith".

—¿Ah, si? ¿así que se fijó en quién estuvo y en quién, no?

— Es que fue muy notorio ¡No fue nadie! Pero yo me alegro, a ver si se da cuenta de que aquí nadie es idiota. ¿Cómo nos va a vender a Mr. Smith como una lumbrera si el tipo no pone una?

—Caballeros —intervino Pepe desde su asiento—, se juega con la cadena pero no con el mono. Yo sugiero que subamos.

—Sí —aprobó Arturo—yo creo que a este no deberíamos faltar.

Por esos giros andaba la charla cuando el resto de los ingenieros irrumpió en el taller seguidos por Deuterio. Pareciera que habían dado con la solución del problema pero, por sus caras, era obvio que no. Deuterio caminó hasta el centro y anunció con voz profunda, casi protocolar:

—Bueno, señores ya es la hora —Y dicho esto se retiró con el resto de la tropa tras de si..

Flavio, Dennis y Arturo se miraron mutuamente con sonrisas entre burlonas y cómplices. ¿Qué es eso de subir todos como un rebaño? Dennis regresó a su teclado, Flavio se concentró en su partido de Tenis y Pepe, aunque incómodo por los pies de Flavio que seguían sobre su buró, continuó reparando aquel audífono diseccionado como un paciente en un quirófano.

Arturo permaneció de pie. Por su expresión, pudiera adivinarse que se encontraba indeciso y, en verdad, lo estaba. Fue Dennis quien lo sacó del breve letargo:

—Vamos —le dijo de golpe—y ambos se encaminaron al segundo piso donde seguramente les esperaban. Pepe se les unió cuando aún no habían alcanzado las escaleras.

La antesala no es muy grande, pero nunca se había visto tan concurrida. El Director se encontraba trabajando a puertas cerradas mientras sus subalternos esperaban afuera. Supuestamente lo "sorprenderían" al salir.

Ya frente a la puerta estaba la mesa con el cake descubierto y su velita erguida como mástil en el centro de una plaza. Las dos secretarias ultimaban los preparativos y el resto del personal ocupaba todo el recinto como se hace en una fiesta de quinces.

Dennis se las arregló para acomodarse en un cubículo donde había un pequeño televisor con el partido de Tenis andando. Arturo caminó hasta el fondo donde ya se había instalado Nivaldo, su supervisor.

Transcurrieron unos minutos y Arturo los dedicó a estudiar (de reojo) el "orden táctico" que se venía tejiendo. De un momento a otro se abriría la puerta de la oficina y el homenajeado tropezaría de golpe con el "surprise party"; lo primero que vería sería la mesa con su cake y su velita; pero también vería a quienes estuviesen justo detrás de ella... la primera impresión es siempre la más importante. Y Arturo notó que en tan estratégico palco se encontraban ciertos personajes sobre los cuales pesan cargos de adulonería... no confirmados, claro, pero así son las habladurías.

Y a propósito de habladurías, gran expectativa giraba en torno a la "jugada" de Deuterio; se le había prometido el cargo de Supervisor, una vez que Nivaldo fuese promovido a Jefe de Proyectos (... algún día). Arturo prestó pues mucha atención a sus movimientos y notó que este se paseaba de un lado a otro con rumbo incierto. Y fue por esas casualidades de la vida que cuando la puerta se abrió por fin y tras ella apareció el Sr. Director (el "mero mero"), saco negro, camisa blanca, corbata azul y sonrisa de ejecutivo cumpliendo años, su primera visión no fue la mesa ni el cake ni la vela, ni los subalternos instalados tras ella, sino la mano extendida de Deuterio, quien fue, por pura casualidad, el primero en felicitarlo en el día de su cumpleaños.

Desde ese día, los ingenieros tienen un dicho: "Para que la señal suba bien al satélite, hay que engrasar las antenas con merengue". Y a propósito de satélites, Flavio está terminando su tesis doctoral justamente con una investigación sobre comunicaciones satelitales. Lo curioso de Flavio es que fue el único ingeniero ausente en el cumpleaños del Director. El nunca dejaría de resolver un problema por quedarse viendo un partido de Tenis, pero tampoco se perdería el partido por asistir a una fiesta de cumpleaños.


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