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He creado este espacio para compartirlo con familiares y amigos, aunque no descarto la posibilidad de que otros visitantes se encuntren a gusto y lo puedan disfrutar tambien...

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Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


40 mil leguas de viajes de un marino

 Escapando del paraiso  Contenido | Anterior | Siguiente

Nov.10 1991

      De nuevo suena el teléfono a las cuatro de la mañana, en lo que me preparo para subir al puente observo a la fiñe en la cama acurrucada como una niñit, le doy un beso pero no abrió los ojos aunque balbuceo algo ininteligible.

   En medio del silencio de siempre, ahora pensaba en lo más reciente, lo que le había sucedido a Zenaida y la manera de encontrar alguna forma de poder joder al cabrón del Capitán, de pronto me acordé de algo que muy bien podía hacerle pasar un buen susto.

   Antes de la salida del buque de Cuba, serian dos o tres días antes, vino a mi camaote un Oficial de los Servicios de Inteligencia Naval, y al enterarse de que el Capitán no se encontraba a bordo, me entregó un sobre lacrado para que se lo entregara, aquello me llamó mucho la atención, porque de ser alguna información confidencial, no era normal que se le entregara a una tercera persona, no me asombró para nada porque como estaba la situación del país, a la gente le importaba un comino lo que pudiera suceder y nada era importante ni secreto, en realidad, mas importancia tenía el saber que se comería al día siguiente, o de que forma se regresaría a la casa cuando se terminara de trabajar, porque las condiciones del transporte empeoraban por día y solo quedaba la opción de la bicicleta, que también era otro gran problema cuando se esta mal alimentado. Fuera de eso, para la gente nada tenía sentido. Yo guardé aquel sobre en mi buró y me había olvidado de él, esa sería mi venganza, me lo llevaría conmigo y aunque sea un susto tenía que llevarse ese hijo de puta.

    Tome un sorbo de ese café frío con mas sabor a veneno que a otra cosa y prendí un Popular, que según anunciara el dueño de la finca un día, estaba mezclado con otras yerbas para así poder exportar más tabaco, por el olor que despedían estos cigarrillos, yo creo que finalmente eran hechos de yerbas solamente, sabían y olían a rayo.

     Ahora mas calmado, regresaba a mis pensamientos de siempre para matar el tiempo, era una especie de tortura, el mar estaba tranquilo, la temperatura bajaba en la medida en que ganábamos en latitud y casi no había tráfico en la zona. Sigo con mis pensamientos para agotar la guardia. Que agradable es recordar los buenos momentos vividos, en esa isla debe ser un privilegio contar con esos momentos que les hablo, a veces me río solo cuando pienso, llegan mis barrios, mis jevitas, no faltaron las buenas mulatas, las fiestas que organizábamos con cualquier cosa para vencer el tedio y la monotonía, no podía faltar el sexo, era lo más común, a veces no contábamos con otra alternativa y luego hasta eso era difícil de hacerlo, se cerraron muchas posadas, era como si el bloqueo también se ensañara con lo que llevamos debajo de los pantalones. Mucha gente no tienen motivos de risa, sus vidas han sido algo abstractas, sus juventudes se han visto marchitas, ¿qué recordarán ellos?

   Collejo me pidió permiso para bajar a la cocina por el café y eso me hizo volver en mí, la guardia estaba a punto de terminar y no me había dado cuenta de ello. Con el café subieron los madrugadores de siempre y las mismas conversaciones de siempre, nada cambia.

   Cuando bajé a desayunar Irma estaba esperándome para ultimar detalles, siempre había algo nuevo que tener en cuenta, hoy nos acordamos de los tabacos que teníamos clavados de contrabando y la forma en que los sacaríamos de nuestros escondites, para entregárselos a un amigo que se encargaría de venderlos y hacerles llegar el dinero a nuestras familias. Yo le confiaría diez cajas que vendidas en España a cien dólares, darían mil dólares con los cuales podían aguantar unos meses, de acuerdo al precio del dólar en el mercado negro. Irma le entregaría quince cajas y el producto de esta venta se entregaría igualmente a su hijo. En total calculamos unos $2500 dólares limpios, nosotros sabíamos que se podía vender más caro el tabaco y de esa forma él se ganaría unos dólares también, o sea, el precio que le dimos era bastante conservador, pues en el viaje anterior llegamos a venderlos hasta $140 dólares.

   Después de fumarme un cigarrillo en el comedor, llevé algo de desayuno para Zenaida que se despertó al sentir el ruido de la cerradura del camarote cuando abrí la puerta. No quería desayunar, pero lo hizo ante mi insistencia y después me acosté desnudo junto al calorcito de su cuerpo. Pensé que no se volvería a dormir pero me equivoqué, no le costó mucho trabajo volver a empatar el sueño y nos quedamos como muertos hasta el mediodía.

   Bajamos a almorzar, la Fiñe lo hacía en otra mesa, yo comía junto al Jefe de Máquinas, el Capitán y el Segundo Maquinista, pero a partir de ahora ya no me encontraría mas con el hijoputa de Vázquez, ese era el apellido de ese individuo que ocupaba la plaza de Capitán en el buque, hoy no siento ningún pudor en mencionarlo, algún día tendrá que pagar por todo lo que hizo en ambas flotas, en la mercante y en la pesca, con diferentes pretextos se excusaba para no ir a comer, pero el verdadero motivo lo conocíamos la pianista y yo. Me llamó mucho la atención, de que a partir de las relaciones conmigo a Zenaida no le sobrevinieran los-

vómitos ni los mareos, me parece haber descubierto de esta forma, que hacer el sexo daba mejores resultados que todas las píldoras inventadas para ello. Cuando se lo comenté se echo a reír y me dio la razón, habíamos realizado un gran aporte a la ciencia, pero estaban jodidos los que padecieran de impotencia y las mujeres solteronas.

    Después de almorzar nos volvimos a acostar desnudos y conversamos durante un gran rato, al final siempre caíamos en lo mismo, el sexo, parecía que nos encontrábamos de luna de miel. No sabíamos como parar aquella fiebre que se convertía en un vicio, donde cada acto aportaba alguna experiencia nueva, tampoco teníamos mucho interés en parar aquello. Hoy Zenaida llevó la voz cantante, disponía y ordenaba silenciosamente a su antojo, pidió que me diera la vuelta y recorrió todo mi cuerpo, rozándolo con su pelo, después repitió esta operación con la punta de sus senos, la sentí recorrer toda mi espalda hasta los pies, luego, insistió en mis nalgas hasta que sus tetillas pasaron entre ellas, mas tarde se acostó sobre mí, mientras me pasaba la lengua por la nuca, el cuello y la espalda, haciendo unos casi imperceptibles movimientos, cuando estuvo a punto de concluir y pedirme que me volviera, sentí que mis nalgas estaban mojadas como fruto de estas eróticas fantasías, otra vez terminamos muertos.

   Sinceramente, durante toda mi vida de aventurero como marino y hombre al fin, me encontré con mujeres que me sorprendieron, creo que cada es una caja de sorpresas, cada cual es un misterio que siempre me ha atraído poder descubrir, unas sobrepasan lo sublime y otras quedan por debajo de lo ridículo, sin embargo, éstas son las más importantes ya que generalmente son-

mujeres frustradas en sus relaciones por millones de motivos, y después que las enseñas o encaminas en este hermoso mundo del amor, nunca te olvidan y siempre te consideraran el primero. En estos casos están incluidas mujeres casadas y con varios hijos, que al final del curso me manifestaron no haber sentido orgasmos anteriormente. Aquellas fantasías de la pianista no me habían sorprendido porque tuve experiencias más fuertes con otras mujeres y mi divisa fundamental fue, pecar por exceso y no por defecto. Siempre di rienda suelta a la satisfacción de la pareja del momento y por ese motivo, nunca dejé de ser tan hombre como el que más, quedamos profundamente dormidos, desnudos y muy juntos.

  A las cuatro de la tarde saqué el mapa que abarcaba las ciudades de St.Stephen, St.John y Montreal, en varias oportunidades medí las distancias entre ellas y eso me dio una vaga idea, de que mi fuga no sería un simple paseo. Como los mapas marinos no comprenden las carreteras, sabía que estas distancias se multiplicarían, esto provocaría ciertos gastos adicionales, pero estábamos preparados para esta eventualidad, hoy subieron algunos tripulantes por el puente, los de cubierta estaban sin hacer mucho debido a la alta humedad reinante, no le insistí al contramaestre en que realizaran otras labores porque tendrían suficiente tiempo para ello, además, qué me importaba en esos momentos si le daban mantenimiento o no al buque.

     Cuando bajé a las cinco y media a comer, observé a la gente más animada, la marejada había desaparecido totalmente y se comenzaron a sacar sus trapitos para protegerse del frío. Irma se veía más relajada pero siempre que podía me jodía con el asunto de la pianista, ya estaba a punto de decirle que no me jodiera tanto y fuera ella la que se acostara conmigo, tampoco era una mala idea, ella era una buena hembra, creo que solo pensamos en el sexo. Después de la comida regresaba al puente hasta las ocho de la noche y de no subir nadie a conversar un rato, mi mente continuaba con esos viajes interminables a través del tiempo.

   Al terminar la guardia fui directo al pantry para calentar el sándwich, y preparar un poco de café con leche que compartiría como era habitual con Zenaida en el camarote, después nos poníamos a charlar de su pasado y el mío mientras disfrutábamos un poco de música, generalmente, el tiempo que yo tenía libre de guardias lo dediqué a compartirlo con ella, estaba consciente que el reloj avanzaba y cada momento que se consumía restaba del disponible para disfrutarlo al lado de esta maravillosa criatura, en aquellos momentos hubiera deseado que Canadá se encontrara en el Océano Indico para continuar gozando de esta inesperada y dulce aventura, pero el destino nos estaba torturando con una mala jugada, al menos para mí que conocía cuando sería el final de este romance.

     Ese cortico tiempo me gustaba pasarlo desnudo junto a ella y mis ojos recorrían constantemente su cuerpecito, tratando de encontrar algún nuevo detalle y grabándolo para siempre en mi memoria. Ella disfrutaba conversar acostada sobre mi, abrazándome con su agradable aliento, apareciendo el inesperado beso que nos trasladaba al acto sexual, Zenaida siempre aportaba algo nuevo que yo disfrutaba con verdadero placer, no era vulgar, aunque en la cama todo es permitido, adoptaba tal vez las posiciones más obscenas que ser humano pueda imaginarse, pero esta acción la realizaba con tanto arte y maestría; que lo vulgar se transformaba en una sublime divinidad, la penetración era la culminación de nuestro acto, siempre sucedía media hora después de estos arrebatos de locura y pasión, nos fuimos para la ducha y enjabonamos todo nuestro cuerpo, el roce de ambos produce una sensación extremadamente excitante, en esas condiciones la cargué contra la pared, hasta que llegó el orgasmo. Creo que si este viaje durara más del tiempo previsto, al final solo quedaría de mí, el pobre esqueleto de un hombre consumido por la pasión de esta niña.

     Siempre terminábamos muertos y casi sin poder hablar, desnudos hasta que sin darnos

cuenta, volvíamos a caer en el abismo de los sueño, interrumpidos más tarde con el torturador sonido del teléfono a las cuatro de la mañana.

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