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He creado este espacio para compartirlo con familiares y amigos, aunque no descarto la posibilidad de que otros visitantes se encuntren a gusto y lo puedan disfrutar tambien...

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Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


40 mil leguas de viajes de un marino

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El bistec del Práctico

    No fueron pocas las veces, que después de atravesar la mayor parte del océano Pacifico, nos quedáramos a mitad del camino, prácticamente sin comida. Era muy raro realizar el regreso sin sufrir esa dificultad. Siempre faltaba algo para hacer el viaje feliz, unas veces era el café, entonces se guardaba una colada para cuando el barco llegara a Panamá y poder brindárselo al Práctico que nos cruzaría el canal, en oportunidades nos llegamos a quedar sin azúcar, es increíble, pero se usaba entonces para endulzar el café, el sirope de las latas de casco de toronjas y fue de esta manera, que se hizo muy famoso “El bistec del práctico”, generalmente, se guardaba en el refrigerador del Capitán para evitar cualquier intento de robo, luego, todos sufríamos con el olor cuando se estaba friendo, a esas alturas, solo nos quedaban en la gambuza latas de carne rusa.

   Casi siempre, cuando arribábamos a Panamá, nos dedicábamos a pescar mientras el barco permanecía fondeado en espera de su turno para atravesar el canal, uno de esos viajes en el que nos encontrábamos desesperadamente hambrientos, el rey Neptuno o la Virgen de la Caridad del Cobre nuestra Patrona, viendo el miserable estado en el cual se encontraba nuestra gambuza y nuestros estómagos, colaboró milagrosamente con nosotros, aún sabiendo que éramos un barco de un país comunista, no cabía la menor duda de que recibíamos un mensaje de Dios, eso lo comprendí, sin ser creyente en esos momentos.

   Estábamos varios con nuestros cordeles en mano pescando en la popa, estábamos tirando usando de carnada cualquier cosa, no recuerdo muy bien, porque la gambuza estaba como decimos nosotros, en cero. Quién les dice, que por esas cosas que solo sabe el Señor, pasa una tortuga que estaba comiendo demasiada mierda, y se enreda en mi sedal, así como lo oyen, sencillamente se enredó el nylon en sus aletas. Todos hicimos silencio y con la paciencia que solo tiene un hambriento, la fui acercando al buque, sin darle la oportunidad a que diera vueltas y se pudiera desenredar. Yo estaba consciente de que era una especie en peligro de extinción, pero estaba mucho más claro que ella, de que verdaderamente, quién corría el peligro de extinguirse era yo, y continué trayéndola con mucho amor y dulzura, creo que en ese momento me surgieron las palabras más amorosas de mi vida. Con la mirada, porque no hacía falta hablar para comprenderme, les indiqué a los que me acompañaban que bajaran la escala del buque, aquello era otro peligro, podían pensar que alguien deseaba desertar, era muy normal en esos tiempos, pero había tanta hambre en ese viaje, que al que lo hubiera intentado, los amigos lo acompañarían hasta la escala con su equipaje, nada de eso pensó la gente, yo creo que con el estómago vacío la gente no piensa mucho ni se alegra de nada, hay refranes que tienen mucha razón, como ese que dice, “barriga llena corazón contento”. Se arrió la escala hasta meterla en el agua, y allí se encontraba el comité de recepción para darle la bienvenida. La comemierda tortuga creyó todo lo que le prometí y se dejó arrastrar hasta ese lugar. La subieron suavemente, pero cuando cayó sobre cubierta, en cuestión de minutos solo se observaba el carapacho de ella, extremadamente limpio. Como yo fui el que la pescó, me reservé el derecho sobre los casi doscientos huevos que tenía en su interior, ese día, le ofrecimos al Práctico un exquisito manjar, le demostramos que nosotros los comunistas, teníamos lo mejor.

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