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He creado este espacio para compartirlo con familiares y amigos, aunque no descarto la posibilidad de que otros visitantes se encuntren a gusto y lo puedan disfrutar tambien...

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Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


40 mil leguas de viajes de un marino

 La misión de los condenados  Contenido | Anterior | Siguiente

El clavista...

   El clavista es una persona de extrema confianza, que ha pasado cursos de entrenamiento en el uso de claves de alto cifrado, con el objetivo de cifrar y descrifrar mensajes secretos. Cuando terminé el curso de Oficiales de la Marina Mercante y perteneciendo a la Unión de Jóvenes Comunistas, fui selecionado en este pequeño grupo que relevaría a los Capitanes de los barcos en el uso de las claves en los buques, no importaba que los Capitanes fueran miembros del Partido, sencillamente en ese sistema no se confía en nadie y ya varios Capitanes habían desertado.

   El dia que me citaron para una entrevista en la Oficina 404 de la Empresa de Navegación Mambisa, yo no tenía la mas mínima idea de lo que sucedería en el futuro, ni en el presente, sencillamente me presenté a aquella misteriosa oficina que se encontraba en el supuesto cuarto piso de nuestro edificio, el elevador solo nos conducía hasta el tercero, donde radicaba solamente las oficinas de Capacitación, el Teatro de la

Empresa, el Sindicato, Seguridad para la Navegación y algunas aulas de estudio, frente al elevador del tercer piso, había una escalera que conducía a un cuarto piso, al que todos denominábamos el piso de la intriga o el misterio.

   Nadie subía por esa escalera, nunca había visto a nadie subiendo por ella, hasta el dia que me tocó hacerlo, ese dia yo subiría por la escalera de los misterios y sabría que existía allá adentro, conocería todos los misterios que siempre tenía confundidos a los marineros, subí y la puerta estaba bloqueada por una reja de acero, a la altura de mi cabeza había un botón que supuse era de un timbre y pulsé durante unos segundos,al poco rato se presentó un mujer muy cerca de ser obesa y me preguntó el nombre, cuando me identifiqué, de un manojo de llaves eligió una muy conocida para ellla y abrió el candado que bloqueaba la entrada y me pidió que pasara. No cruzamos palabras aquella mujer y yo, ella me conocía y yo la ignoraba, en silencio, con el mismo silencio que reinaba en aquel recinto, me condujo por un largo pasillo; a medida que caminaba debí suponer que a mi izquierda quedaban oficinas, pero el acceso a ellas estaba dispuesto por una sola entrada y hacia allí me conducía esta compañera, cuando terminamos nuestra caminata esta terminaba en una confortable oficina con aire acondicionado, a mis espaldas quedaría otra puerta que daba acceso hacia lo que yo me había imaginado, otras oficinas. Allí me ordenó esperar sentado en una butaca frente a un buró, detrás del buró e instalado en la pared había un gran mapa del mundo, un mapa de mas de 2x3 metros, donde se encontraban las posiciones de todos nuestros buque señaladas con piezas rectangulares con el nombre de cada una de ellas, pegadas por magnetismo, teniamos barcos en todo el mundo en ese momento, nuestra flota sobrepasaba los ochenta, pero allí también estaban los de la pesca.

   Permanecí solo durante mas de 15 minutos en aquella oficina, los suficientes para que estudiaran mis reacciones, no dudo que existieran cámaras televisivas y micrófonos para gravarlo todo, yo estaba muy preocupado porque no había cometido ningún delito, pero me daba aliento, entonces se me ocurrió fijar la vista en aquel inmenso mapa, identificando los barcos que conocía, hasta que se apareció la compañera que me abrió la puerta acompañada de un Capitán del Ministerio del Interior.

-Compañero Casañas le presento al Capitán Palma.- Dijo aquella mujer.

-Mucho gusto compañero.- Respondí extendiendo mi mano para saludarlo, el tipo la aceptó y me indicó que me sentara, luego la mujer se retiró y nos dejó solos.

-¿Sabe por cual razón lo hemos citado aquí?- Me preguntó el tipo una vez sentado en su butaca.

-Lo ignoro, pero usted dirá.- Respondí.

-Usted ha sido seleccionado, para cumplir una misión de nuestro Partido y del Gobierno,

¿está dispuesto acumplirla?-

-Por supuesto que sí, pero depende de que tipo de Misión se trata, yo no estoy preparado para cumplir cualquiera y no deseo quedar mal ante la revolución.- No tenía otra alternativa, recién comenzaba mi carrera como Oficial de la Marina Mercante y una negativa mía sería un freno a todos mis sueños, pero además de eso, yo me encontraba en una etapa de confusión donde no podía distinguir a plenitud entre lo malo y lo bueno.

-Usted ha sido seleccionado para ingresar en el departamento de clavistas del Ministerio del Interior, pasará un curso para ello en estas mismas oficinas y una vez aceptado, firmará un juramento, que es común a todos nuestros miembros.-

-Muy bien compañero, pero, ¿en qué consiste ese trabajo?-Pregunté con falsa incredulidad.

-Compañero como la palabra lo dice, clavista, es el tipo que lleva los mensajes a unas claves para que el enemigo no las pueda descifrar.-

-Yo lo entiendo, pero que será de mi personalidad, la gente me conoce como un tipo jodedor y mujeriego, ¿que hago en este caso?-

-Ese es el quiz del asunto, usted debe mantener la misma personalidad, nadie debe notar ningún cambio, tienes que tratar de escribir con otro estilo para que los telegrafistas no te descubran y tu verdadera función solo será conocida por el Capitán del barco.-

-¿Cuales serán mis obligaciones dentro de este giro?-

-Ese que te expliqué, pero además de cifrar y descifrar mensajes, debes reportar las posiciones de movimientos navales y aéreos en cualquier parte del mundo donde te encuentres.-

-¿De cualquier gobierno?-

-De cualquiera, sea Socialista o Capitalista porque estos irán directamente a los Servicios de Inteligencia Naval de nuestras Fuerzas Armadas.-

   Después de aquella breve entrevista salí mas tranquilo, llegué a pensar por varios minutos de que yo sería entrenado para espía en otro país y de esta manera me separaría de mi pequeña familia, siempre sentí temor por esto. Lo que me plantearon era una cosa fácil de cumplir y no perjudicaba a nadie directamente, creo, que mas bién comenzaría a conocer que era lo que se movía detrás del telón. A la semana siguiente fuí citado nuevamente para iniciar los entrenamientos en aquella misteriosa oficina, mi instructora era una mujer llamada Enma, de seguro ese era su nombre de guerra como el de Palma, pero nada de esto me interesaba en lo absoluto. Además de aprender a cifrar y descifrar mensajes, nos enseñaron algunos trucos para marcar el paquete donde sellábamos las claves y poder detectar si este había sido violado, nos advertían constantemente que no saliéramos solos en el extranjero, porque podíamos ser objeto de secuestro por parte de elementos de la CIA, nuestro eterno e inolvidable enemigo, no podíamos confiar en absolutamente nadie a bordo de los barcos, cuando indagué sobre los Secretarios del Partido, me dijeron que no debía confiar en nadie y eso abarcaba a los Secretarios también, terminé aquel entrenamiento y al salir de allí poseía mis claves particulares, que viajarían conmigo a cualquier barco donde yo navegara, claro, estas permanecían en esa oficina hasta el momento de mi partida, tendría también mi sello personal, con este yo sellaría mis sobres secretos y cualquier documento, etc., el trabajo del clavista no incluía la delación por ninguna razón, no tenía que vincularse a problemas internos del buque, que no eran de su competencia, sin embargo, en mi marcha por la flota yo podía distinguir claramente a individuos estúpidos que vivían esa onda y se la daban de misteriosos, siendo oficialmente unos comemierdas, que tenían un trabajo extra sin cobrar nada por ello.

   Cuando hube concluído el entrenamiento, me hicieron firmar un juramento válido por cinco años, donde con palabras finas hacían entender que en caso de traición, yo solicitaba que todo el peso de la justicia revolucionaria cayera sobre mi persona, que traducido al idioma que ellos conocen, yo firmaba para que me lincharan en ese supuesto caso. Fui clavista de muy pocos barcos porque después me citaron, al cabo de unos años y me botaron al carajo por no pertenecer al Partido Comunista cubano, yo había desertado de la Unión de Jóvenes Comunistas a mi regreso de la Misión que cumplí en Angola, allí fue donde me dí verdaderamente cuenta, de la clase de mierda que era este sistema.

  Los preparativos para recibir a las tropas solo tomaron dos dias, se embarcó comida desde la cubierta del Magistral, que está encima del puente de mando, hasta la cubierta principal, eran cuatro pisos llenos de viandas, frutas y vegetales que no cabían en la gambuza del barco, recibimos una rastra de cajas de cerveza, yo creo que pasaban de mil cajas, un camión de cajas de ron Havana Club, serían más de trescientas cajas de doce botellas cada una, como estas se almacenarían en un cuarto cerca de mi camarote, organicé un cordón humano y en el área de mi puerta estarían amigos míos, que esconderían sus cajas y las mias, los Oficiales que estaban en mi camarote estaban advertidos de esto, al final de la operación, en mi cabina habían mas de diez cajas, que luego la gente retiró poco a poco, yo me quedé con solo dos cajas, creo que eran suficientes para ese viaje, los limones no me faltarían tampoco porque estos se encontraban estibados en la cubierta de botes, próximo a mi salida.

   El día de la llegada de los soldados al barco, sometieron al pueblo de Cárdenas a un apagón, esto debe haber sido, para que no pudieran calcular la cantidad de gente que se iba en ese barco, el muelle estaba iluminado cuando ellos llegaron, los ví agruparse en el muelle para embarcar y me quedé asombrado de la cantidad, luego nos dijeron que eran 1200 hombres, formaron una larga e interminable fila para subir por nuestra escala real, en la medida que esa fila se acercaba al primer escalón, observé como algunos se negaron a subir en ella y fueron conducidos como prisioneros, luego de desarmarlos, me dió la impresión de que aquella gente nunca había tomado en serio eso de la guerra y menos de salir del país, deben haberse imaginado que era una simple maniobra a la que ya estaban acostumbrados, maniobras que nunca han terminado, en contra de un enemigo que tampoco nos han atacado y sin embargo, las ciudades muestran los efectos de una guerra más desvastadora que la sufrida por Viet Nam.

   Mientras ese espectáculo ocurría, la tripulación fue convocada a una reunión en el comedor de tripulantes, el salón había sido preparado como sala de operaciones, lo habían esterilizado y se encontraba sellado en ese momento, nosotros seríamos el barco con salón quirúrgico dentro del comboy que se encontraba en marcha, otros llevarían salón también pero estaban distantes de nosotros. Allí, una vez reunidos se procedió al pase de lista y se presentó a los nuevos tripulantes que fueron enrolados por la Seguridad del Estado, entonces, nuestro Capitán presentó a un Mayor que venía directamente del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, con un mensaje de Fidel y Raul Castro.

   Cebolla y yo estábamos sentados uno al lado del otro y cuando aquel tipo empezó a hablar, solo atinamos a tocarnos con la punta de los pies, no podíamos creer lo que oíamos, tal parece que aquello era un sueño, era monstruosa la proposición que se nos hacía, pero al final de ésta, desperté cuando escuchaba las consignas de siempre. Salimos en silencio de ese comedor, creo que ya los guardias estaban acomodados en sus bodegas, agotados tal vez, se tiraron en sus literas y todo permanecía en silencio, nosotros nos fuimos a ocupar puestos de maniobra.

   A la salida de Cárdenas los mismos barcos fondeados con sus radares funcionando, después de estar a unas cinco millas de Cayo Piedras, el silencio era casi total, pero en la cubierta del Magistral, encima de nosotros, habían colocado un TZK con infrarrojo para observar de noche, esa gente allá arriba se relevarían cada cuatro horas, igual que la guardia de nosotros en el puente. Dicen que observaron un submarino luego de haber navegado unas doce millas de la salida de Cárdenas al Este, ese fue mi primer mesaje cifrado en esa misión de la gente condenada a muerte, luego el tipo se desapareció y la alarma tal vez fué por algún fantasma visto por estos guajiros, que nunca se habían montado en un barco.

   Las tropas pertenecían al Ejercito del Centro y el Jefe de esa Misión era el Mayor Guevara, quién procedía de Las Villas, pero tenía soldados que eran de la provincia de Matanza. Yo iría en la guardia del Primer Oficial, Cebolla haría la del Segundo Oficial y el Agregado de Cubierta Vinent se encargaría de la guardia del Tercer Oficial, por tanto yo era el encargado de la determinación de la posición del buque por las estrellas, en los crepúsculos matutinos y vespertinos, Cebolla se encargaría de la posición con el uso del sol a la hora del paso por el meridiano, en coordinación con el Tercer Oficial, pero este no tenía experiencia suficiente para poder contar con él.

   Todavía al amanecer estábamos navegando en aguas cubanas y con el uso del radar determinabamos nuestras posiciones, esa mañana comenzó aquel largo carnaval, era un espectáculo espantoso para nosotros y también muy peligroso, a lo largo de la cubierta principal y por ambas bandas, se construyeron una especie de letrinas sobre las brazolas, una escalerita con un pasamanos para aguantarse mientras sacaban el trasero fuera del casco del barco, creo que era una verdadera locura aquello, no quería pensar que pudiera suceder durante los dias de marejada, era peligrosísimo aquel invento cubano. Después de hacer sus necesidades, cuando al fin se limpiaban, esos papeles empesaban a volar por todos lados, muchos se fijaron a los cables de los puntales, algunos llegaron hasta nuestro puente y por eso tuvimos que cerrar todas las ventanas, poco a poco nuestro barco se disfrazaba de carroza de carnaval.

   El asunto de la comida fue otro de los desastres de ese viaje, nuestra cocina no daba abasto para satisfacer tan gran demanda, los cocineros no paraban de trabajar, se implantaron tres turnos de trabajo y en la cubierta principal a popa de nuestra cocina, se situaron una especie de cocinas portátiles que los militares llevaban a la guerra, estas funcionaban con kerosén, la cubierta era un verdadero hormiguero de gente que deseaba conocer lo que era realmente un barco, en las puertas que daban acceso a la superestructura, se situaron guardias que prohibían el paso al interior de nuestra acomodación, aquí vivía la tripulación y la plana mayor de la División que viajaba con nosotros, los soldados fueron orientados ese dia, que al paso por las cercanías de cualquier tierra tenían que permanecer dentro de las bodegas, estas se convertían en un verdadero infierno cuando llegaba el mediodia, pues el sistema de ventilación forzada del buque estaba casi fuera de servicio, eran muy pocos los motores que trabajaban.

   En la proa de nuestro barco fueron instalados dos cañones antiaereos CAAD-30 mm, en la popa igualmente contábamos con dos cañones iguales, poca cosa para defender a un barco de cualquier ataque, dentro en las bodegas, viajaba el armamento que ellos utilizarían en Angola. Ese primer día quise hacer un recorrido por las bodegas donde se

encontraban aquellos infelices hombres, para ver si encontraba alguna cara conocida, en la bodega Nr.5 encontré a uno que había ingresado en la marina mercante conmigo, su apellido era Curbelo y vivía en Matanzas, cuando lo vi le pregunté que carajo hacía en aquella mierda y su respuesta fue corta, “acuérdate que yo soy del Partido”, me respondió Curbelo a secas, como queriéndo decirme, me jodí mi hermano, que le vamos a hacer. Vi muchas caras a las que hubiera evitado en todo momento en cualquiera de nuestros barrios, gente con aspecto de delincuentes, esas caras no podían engañarme, había de todo en esa masa compacta de gente que se encontraba dentro de las bodegas como animales, desde profesionales, técnicos, obreros, estudiantes, homosexuales, blancos, mulatos, negros, jóvenes, algunos apenas eran niños que estaban estudiando en la Escuela Camilo Cienfuegos, otros demasiados viejos para esta aventura, quizás la última de sus vidas.

   Allí no había selección alguna de personas, éramos todos los que formábamos una sociedad, desde el ladrón hasta el más ejemplar de los trabajadores, para morir no se requerían muchos méritos, solo se exigía estar vivo, eso era lo que contaba en aquella misión de desgraciados aventureros.

   Al dia siguiente de nuestra partida, cuando se tomó una sonda a los tanques de agua potable, se notó que el consumo era alarmantemente elevado, en menos de 24 horas se habían consumido más de 40 toneladas de agua, hubo que tomar medidas extremadamente drásticas si queríamos realizar la travesía con éxito, se prohibió terminantemente bañarse, al que fuera sorprendido en estos menesteres sería encarcelado, el servicio de agua se pondría en funcionamiento solamente en horas de la mañana para lavarse la cara y la boca, por suerte, los servicios sanitarios funcionaban con agua de mar, el barco no poseía destiladora para procesar el agua y solo dependíamos de la tomada en el último puerto, después se comprobó, que consumiendo el mínimo de cantidad posible, mas la utilizada para el funcionamiento de la caldera del buque, se estaban gastando alrededor de 22 toneladas diarias.

   El intercambio de mensajes con La Habana era intenso desde la salida de la isla, estábamos casi siempre con el camarote cerrado en nuestras labores de cifrado, parece que esto le llamó la atención al tipo que iba a bordo trabajando para la contrainteligencia militar, un día, cuando ya la picazón por saber lo que sucedía en mi cabina no la pudo soportar, tocó a mi puerta estando nosotros en plena faena.

-Déjeme pasar un momento.- Me dijo con voz imperativa y con deseos de impresionarme.

-Lo siento, pero aquí no puedes entrar.- Le respondí con la firmeza que él no estaba acostumbrado oír.

-Yo soy el contrainteligente y quiero inspeccionar tu camarote.-Finalizando de decir esto hizo el intento por cruzar el umbral de la puerta y lo frené poniéndole la mano en el pecho.

-Compadre parece que no has entendido cual es mi función.-

-El que parece que no ha comprendido eres tu, fíjate lo que te voy a decir, cuando salí de Cuba no me dijeron que tenía que responder ante tí en ningún momento, estoy subordinado solamente al Capitán de este buque y estos dos hombres que están trabajando acá adentro, son subordinados míos.-

-Creo que estás equivocado, aquí hay un Jefe de la Misión.-

-El equivocado eres tú, él será el Jefe de la Misión, pero no sabe cual es mi trabajo en este barco, nadie, grávatelo bien en la mente, nadie de este buque sabe cual es mi función y cuando ustedes se larguen a la mierda, yo tengo que continuar solo con todo el material militar que me entregaron, ahora, si deseas entorpecer mis labores, lo voy a comunicar inmediatamente a La Habana.-

-Mire compañero, en ningún momento he querido entorpecer sus funciones, solo que….-

-Bueno, creo que hemos hablado de mas, si ya sabes lo que hago, no toques mas a mi puerta.- Sin dejarlo terminar de hablar le solté esa ráfaga y le tiré la puerta en las narices, la suerte fue que el tipo no insistió porque de lo contrario no terminaríamos el viaje tranquilos, de verdad era un tipo detestable pero más que eso, era un individuo al que todos los militares evitaban y temían.

-¿Oye Casañas tu estás loco?- Me preguntó el Capitán cuando la atmósfera se hubo calmado y continuamos solos en el camarote.

-¿Loco por qué?-

-Coño, porque nadie le habla así a la gente del CIM en el ejército.-

-Ya tu lo dijiste, en el éjercito pariente, pero resulta que yo no soy militar ni me dijeron que estaba subordinado a ese hijoputa.-

-¿Sabes una cosa?-

-¿Dime?-

-Compadre, te tengo miedo.-

-No jodas Manuel, ¿miedo por qué?-

-Carajo, como no voy a tenerlo con lo que estoy viendo.-

-Chico explícate porque de verdad no te entiendo.-

-¡Oye!, no hacen falta muchas explicaciones, eres un civil al que estamos subordinados un Capitán del ejército y un Primer Teniente, te le enfrentas al tipo del CIM que viene a bordo, ante el cual es capaz de cagarse hasta el mismo Jefe de la Misión y después sigues con una tranquilidad tremenda, como si nada hubiera pasado.-

-No te preocupes, soy un comemierda al que le dieron esta responsabilidad y quién sencillamente la cumple al pie de la letra, en ella no estaba incluído este imbécil que todo lo quiere saber.-

-¡A mí tu no me jodes, compadre! Tu eres de la seguridad o de lo contrario ese tipo no se hubiera quedado tan tranquilo.-

-Ese es el problema, de la misma manera que tu pensaste eso, es muy probable que él lo haya pensado, ¿no te parece?-

-Bueno tienes razón, cabe esa posibilidad, pero coño, si de verdad no eres nada de eso te felicito, porque en los años que llevo de servicio nunca había visto una reacción como la tuya.-

-Ahora esperemos a que no nos joda mas.- El teniente sin embargo no abría la boca para nada, estoy casi seguro de que en el tiempo en los que yo estaba de guardia en el puente, ellos habían debatido sobre este tema que les preocupaba, la unión obligada que llevamos desde la salida, la distribución del trabajo con los mensajes que llegaban constantemente, y las botellas de ron que se abrían diariamente en nuestros tiempos libres, nos convirtió en amigos, a medida que pasaba el tiempo nacía la nostalgia de ellos por ver a su familia, yo estaba acostumbrado a estas separaciones, para ellos era mucho mas difícil, no tenían la seguridad de volver de aquella guerra desconocida. Me hablaron mucho de sus familias e hijos y nos prometimos continuar esa amistad a nuestros regresos, pero lo cierto es, que mas nunca nos encontramos, hubiera deseado de todo corazón contarles las órdenes que recibimos antes de la partida, para que supieran y conocieran a fondo el Sistema por el cual se jugaban la vida, pero no podía confiarme hasta ese extremo, en Cuba no se puede confiar en nadie, así sucede en la vida cotidiana y esa desconfianza la hemos llevado hasta el extranjero, que pena de pueblo.

   La navegación se hizo para nosotros mas entretenida, salíamos de la rutina a la que estábamos acostumbrados, Cebolla se pasaba la mayor parte de su tiempo libre en el puente, allí nos divertíamos de lo lindo con las cosas que oíamos de los guardias, teníamos una guardia constante en la cubierta del Magistral, estaban encima de nuestras cabezas aquellos guajiros y cuando divisaban algún barco con la ayuda del TZK, formaban un escándalo tremendo, que si había un barco por la derecha, que si por la izquierda, que si por atrás, así siempre hasta que nos moríamos de la risa con ellos, el problema era, que como no dominaban el vocabulario marítimo, no sabían lo que era estribor, babor, amura, aleta, etc, luego les dibujé un gráfico y cuando divisaban algún barco, utilizaban las palabras correctas pero en son de jodedera. En el alerón del puente teníamos a un serviola, que estaba a nuestra disposición las 24 horas del dia, era una especie de mensajero y aunque no hacían casi nada, todos gustaban de estas guardias, porque al menos salían del encierro en las bodegas, de noche nos ponían a un observador de guardia permanente en el radar, por mucho que les dijera que no tocaran los controles del radar, parece que la curiosidad los vencía y generalmente sacaban al radar de sintonía o le cerraban la ganancia y éste no podía captar a ningún objetivo, ya no me encabronaba como al principio, yo pasaba de vez en cuando por la pantalla, notaba que habían tocado algo y no les decía nada, luego cuando eran relevados yo les comunicaba, que se habían pasado cuatro horas comiendo mierda, por haber tocado los botones del radar, después dejaron de hacerlo, pero me costó mucho trabajo lograr convencerlos.

   Los días pasaban y el baño seguía ausente, con ello aumentaba también la peste de todos, pero mucho más, la que salía de las bodegas donde viajaban estos infelices, como navegábamos por aguas tropicales era imposible no sudar, para los que vivíamos en la superestructura era terrible, pues el barco carecía de aire acondicionado, pero en aquellas bodegas era peor la situación. De vez en vez se tocaba zafarrancho de combate y cada cual tenía su sitio en la cubierta a ambas bandas, se desenfundaban los cañones antiaéreos, la gente salía con sus bazookas, lanzallamas, ametralladoras, fusiles, etc, y nuestra cafetera tomaba el aspecto de un acorazado, con la diferencia, de que aquella mierda vieja, se podía hundir de un escupitajo.

   Había también otro gallo que era de la Inteligencia Naval, al parecer el tipo era de esos grandes estrategas de oficinas y que nunca había estado en un barco, gustaba de subir al puente para husmear sobre los trabajos nuestros en las cartas de navegación, como Cebolla siempre subía a tomar las estrellas en el crepúsculo de la tarde conmigo, en varias oportunidades lo invitamos a que tomara un sextante y trabajara con nosotros, parece que como él no tenía dominio de la astronomía, se avergonzó y dejó de subir en nuestras guardias, solo lo hacía cuando estaba el agregado de cubierta.

   Una de esas guardias, en lo que hacíamos los cálculos de las estrellas, la campana que se encuentra en el alerón del puente y que se utiliza para los zafarranchos de incendio, colisión o abandono de buque, comenzó a sonar pero con un ritmo diferente al que nosotros usábamos para los fines señalados, se estaba tocando alarma de combate, Cebolla y yo salímos inmediatamente para ver que sucedía, cuando el serviola paró de tocarla, nos manifestó que nuestro barco se encontraba rodeado por el enemigo, pudimos ver a toda la tropa distribuida por la cubierta de la misma forma que se había ensayado en oportunidades anteriores. A escasos segundos de tocada la alarma, subió el Jefe de la Misión rodeado de algunos tarugos de su plana mayor, de verdad que comenzaron a aparecer muchas luces en el horizonte. Tomé unos binoculares y se los pasé después a Cebolla, mientras le decía bajito que eran palangres a la deriva, estas son unas artes de pesca que como bien señala su nombre andan a la deriva, relativamente muy cerca de ellas anda el buque que las distribuyó en el mar, ellas, además de poseer luces de baterías o de kerosén, llevan también una pantallita reflectora para las ondas del radar, otras mas modernas tienen un transmisor de una señal que se capta por el radiogoniómetro.

   Se podía oír como eran cargadas las armas en la cubierta principal, todos estaban listos esperando solamente la orden de fuego, pero el Mayor Guevara era un tipo con bastante serenidad al parecer y no dispuesto a sufrir un ridículo delante de las tropas, entonces me pidió la opinión sobre las luces que se observaban cada vez mas cerca, y mi respuesta fue de que no disparara, que esperara a que estuvieran mas cerca para que comprobara que eran palangres, en realidad el guajiro tampoco sabía que era eso y me vi obligado a explicarle lo que anteriormente escribí, haciéndole saber, que si se producían esos disparos y el barco madre estaba cerca, podía dar la alarma y complicar la situación.

   Pues el hombre me escuchó con mucha atención y al cabo de un rato nos encontramos pasando entre ellas, por lo que la campana volvió a sonar, pero esta vez para retirar la maniobra. En pocos minutos regresó la calma y cada cual se retiró a sus literas, las luces continuaban encendidas dentro de las bodegas, mientras los soldados acostados cruzaban una que otra jarana y otros conversaban entre ellos, quizás de sus hogares, de la familia a la que no volverían a ver por un largo período de tiempo, aquellos que lograran regresar. Cebolla y yo nos quedamos en el alerón del puente disfrutando del fresco que nos ofrecía la caída de la noche.

-¿Cebo, te has puesto a pensar que ocurriría si se nos presentara alguna avería durante la travesía y hubiera que abandonar el barco?- El sabía perfectamente lo que yo le insinuaba.

-Yo creo que es mejor no pensar en eso y rogarle a Dios que no pase nada.- Creo que mencionó a Dios por puro formulismo, yo sabía que él no era creyente, como la mayoría de los cubanos que se desarrollaron en este sistema materialista, pero algo existía en la mente de los marinos cubanos, que de vez en cuando hacían mención de él, nunca faltaba en nuestras bocas cuando sufríamos alguna avería en medio de un temporal.

-Esto es prácticamente mandarnos a morir.-

-Esta es solo una forma, ¿te olvidaste del mensaje que nos enviara el Comandante

  antes de partir?-

-No me he olvidado de eso tampoco, pero esto es muy diferente, calcula la capacidad de los botes, cabemos 70 hombres suponiendo que se puedan utilizar los dos, después

piensa que no nos sirvieron ni un solo chaleco salvavidas y tenemos a bordo mas de 1200 hombres, ¿que tu crees que pase?-

-¿Qué pasará? Que en medio del pánico se formará una guerra y nos mataremos todos.-

-¡Mataremos mierdas! Nos van a matar a nosotros que estamos desarmados y solo sobrevivirán unos pocos.-

-Yo creo que tú eres uno de los primeros que vas abajo.-

-¡Yo! ¿Por qué lo dices?-

-Acuérdate que llevas a dos hombres armados en tu camarote.-

-¡Coño! De verdad que no había pensado en eso.-

-Pues mira, debes ir pensándolo muy bien, porque ellos serán los primeros en matarte.-

-¿Sabes qué?-

-¿Se te ocurre algo?-

-Por supuesto que sí, aguántame la guardia unos minutos, regreso enseguida.-

-Bueno no te demores, que te queda poco tiempo.- Terminando de decir estas palabras, bajé por la escalera exterior del puente que daba a la cubierta de botes, a ambas bandas y a proa de los pescantes que suspendían a los botes, existía un cajón, donde se guardaban chalecos salvavidas de reserva, para las personas que no tuvieran tiempo de ir a su camarote en caso de abandono real del buque, miré a mi alrededor para cersiorarme de que nadie me veía y abrí el cajón de donde extraje dos chalecos, la puerta de entrada a la superestructura en esa cubierta, quedaba frente a la de mi camarote, volví a observar que nadie andaba por ese pasillo y entré rápidamente arrojando los dos chalecos en una esquina y le dije a mis compañeros de viaje que luego les explicaría. Volví al exterior para regresar por donde había bajado.

-¿Que hiciste?-

-Muy sencillo, esa gente ya no me matará, agarré dos chalecos de los cajones que están debajo de los botes.-

-Bueno, el lío ahora es que en el momento de la jodedera, tenemos que hacernos de par de fusiles para defendernos, ¿no crees?-

-Mira, mejor vamos a rezar para que no suceda nada porque aún así, yo no creo que salgamos vivos de esta.-

-Bueno creo que es lo mejor, ya se te acerca la hora de entregar la guardia, así que ve llenando el Diario de Navegación y yo me marcho a dormir un poco hasta las doce.-

-Ok, nos vemos a las cuatro.- Cebolla se retiró y yo entregué mi guardia a las ocho de la noche, los soldados seguían en su rutina y bajé al camarote, allí me esperaban dos miradas interrogadoras.

   Cuando les expliqué con lujo de detalles, la situación en la que nos encontrábamos,

aquellos hombres no abrían la boca para nada, reinaba un silencio total y solo se limitaban a oírme con mucha atención, me daba la impresión, de encontrarme ante la presencia de dos personas que habían sido traicionadas, eso lo podía leer en sus ojos claramente, pero nunca se me ocurrió mencionarles nada de las órdenes que nos impartieron antes de la salida, eso era muy delicado y podía dar origen a un amotinamiento, esa bala yo la tenía reservada para la ocasión.

   No tuve que repetirles la historia, comprendieron todo lo que les había explicado y supieron que la única manera de sobrevivir en el caso de un accidente, lo sería a tiro limpio, de lo contrario iban a morir. A partir de entonces confiaron mas en mi persona y las conversaciones tocaban temas mas delicados sobre inconformidades de ellos con algunos aspectos de la política cubana, etc.

   En la medida que avanzaban los días en el mar, disminuían de igual manera los víveres a bordo, las cubiertas se irían vaciando y muchos vegetales se echaban a perder ante el ataque directo de los rayos del sol. En unas de esas visitas periódicas del Capitán al puente le hice esa observación, y el tipo me dijo que los víveres servidos alcanzaban para 20 dias, yo le recordé haberle informado que la travesía se haría en 22, pero no recuerdo cual estúpida respuesta me dio en ese momento y de verdad no tenía intensiones de complicarle la vida.

   Cuando estábamos a mitad del océano Atlántico, entre las decenas de mensajes que se descifraban diáriamente, recibimos uno urgente donde se nos pedía que regresáramos a toda máquina, para un encuentro con la motonave Moncada, en una posición a medio día de camino, que ya habíamos recorrido, esto significaba un retraso de 24 horas en nuestro viaje. El asunto de aquel inesperado encuentro, era; para que se trasbordara a un soldado que necesitaba ser intervenido quirúrgicamente, y nuestro buque era el que iba preparado para eso. Se realizó el cambio de rumbo, mientras el equipo médico preparaba las condiciones en el salón, recuerdo que uno de los cirujanos era Director de un hospital militar en Cuba.

   Once horas después y cuando estábamos a la vista por el radar, establecimos contacto por el VHF e hicimos unas pequeñas correcciones a nuestros rumbos, había un poco de marejada, lo suficientemente fuerte para un bote salvavidas, el intento de ponernos cerca fue infructuoso, porque nuestro barco abatía demasiado rápido con el viento reinante y surgía a cada instante el peligro de colisionar, nos apartamos una milla del Moncada en lo que la marinería preparaba los puntales de la bodega Nr.3, otra brigada se encontraba lista en el bote salvavidas para ser usado en caso de emergencia, listos se encontraban también dos hombres ranas militares.

   El Moncada nos informó que ya su bote había sido arriado con el enfermo a bordo, el mismo, era trasladado en una camilla, con la facilidad de ser izado cuando se abarloara a nuestro buque, aquella pequeña travesía entre los dos barcos duraron una eternidad, cada vez que el bote caía en el seno de la ola, daba la impresión de haber sido tragado por el mar, solo podía verse cuando se remontaba en la cresta de ellas.

   Cuando arribó, la operación se complicaba por la marejada y los bandazos esporádicos que daba nuestro buque, desde el puente observaba la cara de angustia del enfermo y el nerviosismo que mostraba la tripulación del bote, quienes hacían lo imposible por tratar de ponerse debajo del gancho del puntal que izaría la camilla. Luego de varios intentos se logró al fin enganchar la camilla, que a una orden del contramaestre, comenzó a subirse bajo la acción de los winches operados por nuestros timoneles.

   Estando a unos tres metros sobre el nivel del mar, el barco dio un rápido y brusco bandazo a la banda de babor, tirando con velocidad contra el casco a la camilla con su paciente, todos nos quedamos estupefactos ante aquella escena de horror, el enfermo sacó fuerzas de donde nadie sabe y se aferró a la camilla como si fuese parte de su cuerpo, el terror que debía sentir, acompañado de los dolores que sufría, eran fáciles de notar al verlo. Luego que el barco retornara a su posición normal, se logró subirlo a toda velocidad y colocarlo sobre la cubierta, donde era asistido inmediatamente por los médicos, antes de pasarlo al salón donde era esperado por los cirujanos.

   Continuamos nuestro viaje y el Moncada se nos adelantó, el desarrollaba una velocidad de 14 nudos, nosotros no podíamos superar los 12. Esa noche en una de las reuniones de rutina que celebrábamos con los médicos en mi camarote, con quienes compartíamos el ron que me había apropiado, les preguntamos por el resultado de la operación, y el cirujano nos dijo que no se había realizado la mencionada intervención quirúrgica. El problema que tenía el paciente, era un bolo fecal producido por un agudo extreñimiento e imposibilitado de expulsarlo, lo llevó a ese estado de gravedad.

-Bueno, ¿y cómo se resolvió la cosa entonces?- Pregunté intrigado mientras todos seguían con curiosidad el intercambio de palabras con el galeno.

-Muy sencillo, con un susto, eso fue mas que suficiente para que el individuo pudiera ir al baño, ahora lo tenemos con tratamiento contra la infección.-

-¡Coño no jodas! ¿Así que el trancazo que se dio contra el casco le aflojó el mojón al tipo?-

-Como lo oyes.- Todo el mundo se reía a carcajadas con mi pregunta.

-Caballeros, no informen nada de esto al Ministerio de Salud Pública de Cuba.-

-¿Por qué?- Preguntó el médico sabiendo la respuesta, con el fin de alegrar un poco la noche.

-Porque tu sabes como son los cubanos, son capaces de recetar una entrada de patadas por el culo, a todo el que se aparezca con estreñimiento a un hospital.-Sonaron más carcajadas, hasta que vaciamos la botella del día y la gente se retiró a sus camarotes.

   No puedo precisar exactamente si fue antes o después de este suceso, que se realizó la votación del referéndum por la Constitución Socialista en Cuba, si me acuerdo, que las urnas estaban escoltada por dos muchachitos, que fueron sacados de sus escuelas y se encontraban inocentemente entre los condenados a morir, los colocaron como si fueran los Pioneros, de la misma forma que se hace en nuestro país. Todos tuvimos que ir a votar y después de realizado el conteo de las boletas, el Jefe de la Misión confeccionó un mensaje, que yo tuve que cifrar para enviarlo a La Habana. Para mi asombro y el de mis compañeros de viaje, mas de treinta soldados que viajaban a jugarse la vida en esa guerra, votaron NO a la Constitución Socialista, ¿quién entiende esto?, nadie por supuesto y puede ser calificado de una burda mentira, pero así fué.

   Durante la travesía confrontamos problemas con la máquina principal en varias oportunidades, y tuve que cifrar mensajes donde se le pedía la cabeza al Jefe de Máquinas Tapia, se le pidió su relevo por avión y la respuesta fue que se le enviaría al dique de Cádiz, donde pasaríamos a efectuar reparaciones una vez concluida la misión.

Como siempre, yo no podía decirle nada de esto al hombre y hasta Cádiz mandaron posteriormente al Jefe de Máquinas Arencibia (alias el bisteck), quién era supervisor de la Empresa, un tipo muy técnico pero que nunca pudo resolver los problemas del barco, siendo aquello, lo que salvó a Tapia de la guillotina.

   A los quince dias de navegación, cuando estábamos apestando mas que los leones del zoológico de La Habana, el barco disfrazado de carroza de los carnavales, con papeles sanitarios enganchados en todos los cables de la arboladura y hasta en la antena del radar, surge ante nosotros una mañana, un espectáculo risible pero macabro, sobre cubierta eran formados quinientos hombres totalmente desnudos, dos largas filas de ellos a ambas bandas y vimos cuando los sanitarios militares los fumigaban con DDT, primero en las partes de sus genitales y luego los hacían darse la vuelta y agacharse para fumigarles el trasero.Mientras se realizaba esta operación ante las burlas de ellos mismos, otros iban llenando unos tanques de 55 galones con agua potable para que se bañaran, ese día autorizaron a todos a bañarse. El problema era que se había detectado un brote de ladillas que habia infectado a esos hombres, después de aquella penosa escena, les dieron algunas cervezas y convirtieron su desgracia en fiesta.

   Los días contados para la llegada iban disminuyendo y la comida ya era pésima, otros de los mensajes que cifré en esas jornadas, correspondió a la comunicación que se hacía a La Habana, sobre el hecho de que cuatro de los soldados que participaban en esa misión, se habían declarado homosexuales y estaban bajo arresto para su inmediato traslado a Cuba, yo creo que además de haberlo sido o nó, los tipos fueron bien inteligentes, al menos escapaban de una aventura de la cual no tenían la seguridad de regresar.

   Tres dias después de la primera fumigación, se detectó otro brote de ladillas en la bodega Nr.5 y nuevamente las largas filas sobre cubierta para realizar el mismo procedimiento, ese día nos bañamos de nuevo y todo terminó en una fiesta como la vez anterior.

   Dos días antes de llegar se agotaron los víveres de las tropas y comenzaron a darle salida a la comida de la tripulación, esta era una mala noticia, pues no sabíamos el panorama que nos encontraríamos en Angola e ignorábamos si existía posibilidad de reabastecer al buque.

   Llegamos una mañana al puerto de Luanda, para la recalada utilizamos unas fotocopias de cartas náuticas de la zona, que me entregaran en Cárdenas, cuando observo la fecha de la última corrección que se había realizado en ese mapa, esta databa de 1959, por lo que no era de confianza la información que nos brindaba, la suerte era que este puerto no era complicado, ni existía tráfico marítimo que pudiera complicar la operación, fuímos conducidos al interior de la rada por un Capitán cubano que llevaba varias semanas en el puerto, quién nos condujo directo a un muelle.

   Todo ese tiempo, las tropas permanecían dentro de las bodegas para que no fueran observados por el personal angolano que laboraba en el puerto, yo salí con el enfermero Castañeda en un vehículo militar, hasta un almacén de medicinas del ejército portugués para abastecer al buque, ya estaba tomado por los militares cubanos, de allí fuimos hasta un hospital, donde nos mostraron a varios prisioneros de guerra, entre los que se encontraba uno nombrado Grillo, después de este recorrido regresamos al barco.

   Me dio mucha tristeza no encontrar a mis compañeros de viaje, ellos se habían marchado dejándome una notica con sus direcciones de Cuba y dentro del closet, varias latas de leche y chocoleche condensadas para mi viaje de regreso. Ya me había acostumbrado a ellos y ahora comenzaba a extrañarlos, todos los documentos estaban en orden y en el lugar donde siempre los escondíamos, había partido también el hijo de puta de la contrainteligencia y el guanajo de la inteligencia naval. Teníamos orden de conducir a las tropas hasta el puerto de Lobitos, pues ellas irían directamente a la región de Cunene, que era el último reducto de aquella guerra. Esa noche permanecimos en el puerto mientras se ultimaban detalles y nos abastecíamos de agua

potable, Cebolla y yo salimos a caminar un poco por el malecón de la ciudad, Luanda era bella y mucho mas moderna que nuestra capital, solo que en esos momentos se encontraba en una especie de estado de sitio, por tal razón no se observaba a nadie por la calle, caminando por el puerto en busca de la salida, vimos una gran cantidad de contenedores con efectos personales que habían sido violados, sus pertenencias correspondían a personas que tuvieron la intención de abandonar el país ante la presencia de la guerra, pero desafortunadamente, el tiempo no les alcanzó para embarcar sus cosas, las que ahora eran hurtadas sin piedad, por angolanos y cubanos.

   Cuando caminamos un poco, dio inicio a una fuerte lluvia que evadimos en los portales de unos centros comerciales, después que el agua disminuyó, emprendimos nuestro regreso.

   Salimos temprano con destino al puerto de Lobito, en Luanda dejábamos atracados a varios barcos cubanos y rusos, en sus operaciones de descarga de armamento, todos los barcos nuestros parecían carrozas de carnavales, los papeles sanitarios continuaban engalanándolos, no había tiempo para el lujo de la limpieza y de esa misma manera, tendrían que abandonar el puerto, sus cascos mostraban las huellas de las heces fecales y el orine que corrieron durante varios dias por ellos, el nuestro no escapaba de aquel espectáculo, solo fue posible verlo cuando estábamos atracados.

   En Lobito fuímos directo a muelle y las operaciones de descarga eran realizadas por estibadores cubanos, a quienes trajeron desde Cuba para estos fines, entre ellos yo conocía a algunos del puerto habanero, delante de nosotros se encontraba atracado el buque Onix Island, yo conocía a dos de sus Oficiales de Cubierta, uno era de apellido Yordi y el otro era Octavio Justiz Casariego, quién fuera compañero de estudios, en el Moncada se encontraba otro Oficial de nuestra escuela, quién es amigo mio y se encuentra en estos momentos en el exilio aquí en Montreal, la noche de la llegada, los médicos se encontraban bebiendo en mi camarote, cuando llegaron por ellos con urgencia, en la ciudad le habían dado un tiro a boca de jarro a un guardia en el abdomen, quedaba un solo galeno portugués en todo el pueblo y la suerte fue que los nuestros no habían marchado al frente, salieron precipitadamente en un jeep que los esperaba en el portalón, cebolla y yo continuamos conversando y los esperamos hasta tarde en la madrugada, afortunadamente pudieron salvar al hombre.

   En la mañana el barco estaba casi vacio y vimos a la caravana alejarse lentamente mientras los soldados nos decían adiós con las manos, otros silbaban y en ese momento me dio por salir corriendo hasta el puente y despedirlos con una larga pitada. Cuando dejamos de ver al último vehículo, fue que nos dimos cuenta de la montaña de madera que había en un espacio del muelle, eran las literas de los soldados desarmadas en pedazos y aun así aquella madera acumulada de otros barcos junta con las del nuestro, formaban esa inmensa loma. Nos preparamos para partir, allí los guardias nos habían suministrado de víveres, cuatro chivas vivas y cinco racimos de plátanos, en la gambuza solo quedaban dos sacos de arroz y unas cuantas latas de carne rusa, eso era todo para poder llegar a las Islas Canarias.

   El silencio nos invadió nuevamente, el barco parecía tripulado por fantasmas y no nos dábamos cuenta que esa era nuestra vida, solo había sido rota esa tranquilidad por una guerra, detrás de nuestra estela quedaban hombres de los que olvidaríamos sus nombres y rostros, hombres a los que no veríamos mas nunca, hombres que no existieron en nuestras vidas.

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