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He creado este espacio para compartirlo con familiares y amigos, aunque no descarto la posibilidad de que otros visitantes se encuntren a gusto y lo puedan disfrutar tambien...

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Ideas


Y encima del sofá... un televisor

¿Realmente merece el televisor ese papel protagónico que solemos darle?


¿Un flat panel sobre mi buró?

¿Y por qué no... "debajo" del buró?


40 mil leguas de viajes de un marino

 La misión de los condenados  Contenido | Anterior | Siguiente

Angola, tres años después.

-¿Compadre, por qué no dejas un poco esta monotonía y nos vamos a tirar un poco de tiritos?-

-Porque yo no soy guardia ni me interesan las armas.- Le contesté a un telegrafista de la Flota Pesquera que estaba trabajando en la base que tenían en Lobito.

-Oye viejo, vámonos a dar una vuelta por ahí aunque sea.- Dijo Lazarito el Sobrecargo para apoyar la invitación del Tele.

-¡Coño no jodan!, si tienen tantos deseos de salir arranquen de una vez y no insistan tanto.- Respondí algo molesto.

-¡Mira!, esto está empezando ahora y tienes que tomarlo con espíritu deportivo, embúllate compadre, en el carro tengo un AKM y una Pepechá, ¿con cual de las dos quieres tirar?- Volvía a la carga el telegrafista.

-Bueno qué, ¿nos vamos?-Preguntó Lazarito.

-¿Donde vamos a tirar?-Pregunté.

-¡Coño!, al fin se entusiasmó el tipo.-

-Es fácil, nos llegamos hasta una represa que está en las afueras del pueblo de Catumbela, es mas, si quieres, después nos llegamos a un central azucarero que hay en ese pueblo, allí trabajan unos cubanos buena gente.-

-Mejor nos vamos a los tiros, no quiero saber mucho de los cubanos de acá, los tiros nos vendrían bien para cualquier eventualidad.-

-Entonces andando se quita el frio.- Dijo Lazaro mientras se levantaba del sofá.

   El telegrafista nos mostró antes de montar en el auto, las armas que guardaba en el maletero, las sacó y las llevamos con nosotros, pasamos por Catumbela y seguimos de largo por la carretera, luego de recorrido un corto trayecto, el Tele se desvió a la izquierda tomando un sendero o guardarraya, era un camino de tierra como los de cualquier campo cubano, a la izquierda nuestra nos quedaba un río durante todo el viaje, mas o menos a la mitad de la distancia entre la carretera y la represa, nos encontramos con un quimbo (casa de campesinos con paredes de barro y techo de paja), como estaba situado al lado de un arroyo, la familia completa se estaba dando un delicioso baño en él, todos estaban desnudos, mujeres y niños.

   Llegamos a aquel afrodisiaco paraje y a los pocos segundos todos los pájaros que se encontraban en el área, salieron disparados como balas por nuestras detonaciones, unas veces en ráfagas y otras tiro a tiro, cuando agotamos casi todas las municiones, emprendimos el regreso.

-Los voy a llevar al cementerio de Catumbela, para que vean las tumbas de los cubanos.- Dijo el telegrafista mientras conducía a bastante velocidad por aquel terraplén.

-Coño compadre, ¿no se te ocurre una mejor idea?- Protestó Lazarito.

-Creo que es una magnífica idea.- Le dije.

-Mira quién habla ahora, el que no quería salir del barco.-

-Vamos para allá tele, con mirar no se pierde nada.-

-Oka, está en el mismo pueblo.-

   Parece que el telegrafista se conocía aquella región, de la misma manera que yo dominaba La Habana, no existía un hueco en el área, que aquel bicho no se conociera, ni lugar donde no lo conocieran a él.

-¡Miren!, todas esas crucecitas con numeritos corresponden a los cubanos.-

-¡Carajo!, pero hay demasiadas, ¿habrán caído tanta gente en esa guerra?-

-No son solamente los de la guerra, súmales los que caen constantemente en emboscadas, minas, enfermedades, etc.-

-Está bien lo que me dices, pero hay muchas cruces para solo un año, ¿cuántas habrán cuando termine esta aventura?-

-Eso te lo puede responder solo Dios.- Lazarito permanecía en silencio, como impresionado.

-Pensar que nosotros podemos formar parte de esas filas.- Expresó cuando salió del mutismo en que se encontraba, nos sentamos a la sombra de un arbol a fumarnos unos cigarros.

-Caballeros, ¿que será de esas pobres familias?, ¿cuando podrán enterrar a sus muertos y llorarlos en su tierra?- Preguntó el Tele.

-Cuando le salga de los cojones a patillas, ese será el dia.-

-Afloja mi socio.-Sugirió Lazarito.

-¿Afloja por qué?, nada mas estamos nosotros aquí.- Le respondí

-Te lo digo porque siempre te explotas y esto lo puedes soltar donde quiera.-

-Lo mas triste de todo esto es; que cada pueblo tiene su cementerio, a saber cuantos infelices andan enterrados por ahí.- Agregó el telegrafista.

-¿Saben una cosa?, muchas de esta gente murieron porque tenían que morir, estaban condenados a muerte desde que salieron de Cuba.-

-Oye mi hermano, ahora si que me has dejado botado.- Intervino Lazarito.

-Ahora les explico, cuando yo traje a las tropas a bordo del Renato Guitart, momentos antes de salir, la tripulación fué reunida en el comedor de tripulantes, allí se presentó un Mayor del MINFAR, para leernos un comunicado que enviara Fidel y Raul, después de toda la trova sabida del honor de la misión que salíamos a cumplir, se nos ordenó: que en caso de que el buque fuera detectado por fuerzas navales norteamericanas, nosotros teníamos que encerrar a los soldados en las bodegas y proceder a hundir el buque con ellos adentro, que en ningún momento podíamos caer en manos del enemigo y que la palabra rendición estaba borrada del diccionario cubano.-

-¡Rayos! eso sería un genocidio.- Dijo el Tele.

-¡Ven acá! ¿Y de la vida de la tripulación qué?-

-Se supone que nos teníamos que inmolar con ellos.- Le respondí.

-¡Compadre!, me has puesto los pelos de punta, ¿tu le has contado esto a alguien?-

-A nadie, solo a ustedes, pero eso lo saben todos los tripulantes que viajaron cuando la guerra con las tropas.-

-La vida de nosotros no vale nada, ese tipo puede hacer con ella lo que quiera.-

-Ya tu lo dijiste, por favor, no comenten nada, algún dia se sabrá toda la verdad.

   Al telegrafista no lo volví a ver mas nunca en la vida, Lazarito no terminó su misión por problemas de borracheras, a mi llegada a La Habana lo visité en un horrible cuartucho de un solar en La Habana Vieja, su niñito tendría apenas un año, hoy debe tener veintidos, Lázaro se fue cuando el Mariel y poco después lo mataron, al parecer se vinculó a la droga, era de la generación del hombre nuevo que soñara el Che y militante de la Juventud Comunista. Yo visité varios cementerios en mi estancia en ese país, me cansé de contar crucecitas con números, crucecitas que bien serían de Miguel, José, Cheo, Mongo, Nicolás, Andrés, Pedro, Jesús, quienes nunca debieron morir tan lejos, pero que murieron al fin, hoy mas que nunca caben las preguntas, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿por quién murieron?

   Algunos de los infelices que viajaron en nuestros barcos, todavía se estarán colgando esas viejas y oxidadas medallas en sus pechos, los días de celebraciones castristas en nuestra patria, los pobres desconocen todo esto que hoy les cuento, podrán aparecer marionetas sin pudor a tratar de desmentirlo, ellos serán dignos de lástima y morirán como siempre han vivido, se llevarán a la tumba su silencio para así permitir que pueda repetirse la historia, porque esa revolución necesita de los muertos para alimentarse. Dios es mi testigo, testigos también son los muertos, ellos pueden hablar ahora como yo lo hago, porque somos libres, porque queremos que se acabe esta historia.

   Aquel perro tenía mucha razón para mirarme de esa manera, fijo a los ojos, sin pestañar, sin mendigar en el estado en que se encontraba, pude ver en sus ojos un rayo de piedad, él sentía pena por mi, de verdad que es el único amigo que tiene el hombre, el hombre no tiene amigos, el maldito y sucio perro me miraba con lástima y tenía mucha razón, él solo tenía enfermo el cuerpo y este era curable, yo era un desgraciado que tenía enferma el alma.


   Con mucho amor a los hijos de todos aquellos que tenían números en sus cruces, a las madres que solo pudieron llorarlos cuando lo quiso un canalla, a las esposas y hermanos, esto que les brindo es solo una pequeña parte de aquella larga historia, que han tratado de borrar con el tiempo.

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